Hace tres días en Francia se inició -en diferentes ciudades- una masiva protesta social. La prensa francesa de derecha ha calificado de injustificada o misteriosa a la violencia espontánea surgida en repudio al asesinato de Nahel, un joven de raíces magrebí de diecisiete años que por no respetar la voz de ¡alto! en una alcabala fue ajusticiado por los funcionarios policiales de guardia, hecho que desató grandes movilizaciones a partir del 27 de junio de 2023.
Tras un revelador vídeo, en que se nota la saña de los policías contra el muchacho, donde se escucha claramente la orden: “mátalo”. Lo que da paso al escalofriante suceso que desató el odio general y mostró una vez más las dos caras de la sociedad francesa. Una pobre, a la que no le importa arremeter contra la propiedad privada y la pública, que rompe todo a su paso como respuesta a la violencia del Estado a través de una entidad policial represora que tiene claras aristas racistas y clasistas.
La otra, la de las élites de derecha que dice que la violencia es “gratuita”, que debe expulsarse a los extranjeros que participen de las protestas, retirarles de inmediato la nacionalidad si la tuviesen. Una “Francia para los franceses” es más o menos la posición que tristemente se ha intentado posicionar en los medios. Además de hacer alusión a que este conflicto es impulsado por la «Generación TikTok» queriendo lanzar a otros sectores la responsabilidad de la violencia, cuyo origen -claro está- proviene de la represión de las fuerzas policiales y de la exclusión.
Pero esta protesta tiene un trasfondo que ha salido a flote y es la acumulación de una serie de situaciones constantes en contra de la población, no solo la migrante que se ve de cierto modo discriminada y sufre el racismo, sino también de la clase social baja francesa que ha sido afectada por las políticas impuestas, este último año, por el presidente Emmanuel Macron, como la Ley de Reforma de Pensiones que, pese a las diferentes peticiones sindicales, paros y huelgas de los principales sectores del país, fue promulgada afectando a trabajadores públicos y privados lo que en adelante pasará una factura política ante estas decisiones antipopulares ejercidas.
El alto costo de la vida, la inflación, que en mayo era de 5,80% en junio decreció a un 4.50% según la web Trading Economics. Sin embargo, en los precios de servicios y productos de primera necesidad no existe un control en los índices de precio de consumo, los que se hacen cada vez menos asequibles a personas que cuentan en la familia con solo un salario mínimo.
Hasta el momento, la promesa es de castigo y mano dura a los más de mil quinientos detenidos por los disturbios, innumerables destrozos y muertes que ha dejado esta jornada nada grata para la sociedad francesa, una tensa calma que volverá sin duda a implosionar ante tanta presión, social, política y económica.
Los pobres, por su parte, no tienen qué perder si lo rompen todo, porque no tienen nada. Es justamente, la única respuesta que pueden dar ante la represión de las medidas impopulares que han caracterizado desde siempre al gobierno de Macron, y a una parte de la sociedad francesa que sigue teniendo una estructura mental colonial y segregadora.
__________________________
Nahir González Correo del Alba