Cuáles son los efectos de la acelerada desdolarización mundial en los Estados (des)Unidos

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El viernes 14 de julio, el Comité de Presupuesto Federal del Congreso de los Estados Unidos informó a la prensa que el actual Gobierno, en un solo año, desde junio del año pasado hasta junio de este año, ha llegado a un déficit de dos millones 300 mil millones de dólares. En palabras del exministro de Hacienda, Larry Summers, miembro del Comité: “el gobierno de Joseph Biden está como un marinero borracho, gastando una enormidad de plata que no tiene”.

Según ese informe, que publica la revista Business Insider, solo en el mes de junio recién pasado el Gobierno gastó 225 mil millones de dólares más que el dinero que realmente tenía disponible. Y ya tiene que entregar casi un millón de millones de dólares anuales solo en pagar los intereses de la gigantesca deuda acumulada por el gobierno de los Estados Unidos.

Solo en pagar los intereses de la plata que ya ha pedido prestada y la gastó, el gobierno de los Estados Unidos está pagando incluso más que todo su ya enorme presupuesto militar.

El presupuesto de este año aumentó en un 14%, llegando a seis millones 700 mil millones de dólares, en circunstancias de que los ingresos reales del Gobierno disminuyeron a solo 4.5 millones de millones.

¿Cómo va a pagar la diferencia? Hay dos posibilidades. Una, la “buena” o “menos mala”, que es emitir más bonos de deuda, unos pagarés que los inversionistas pueden comprar ganando un interés del 3.4% anual. O sea, pagando el Gobierno unos 75 mil millones de dólares más, cada año, por su… apresurado gasto en exceso.

Y la otra, la realmente mala, la que de ningún modo se podría aceptar, sería simplemente imprimir nomás esos millones y millones de dólares en billetes. Y, claro, con ello desataría una inflación brutal que dejaría a la mitad del mundo en la miseria.

En Chile, como en muchos países, la mayoría de la gente prefiere creer que algo podrá pasar y que el dólar seguirá siendo el mejor dinero del mundo. Pero, incluso dentro de los Estados Unidos hay empresarios, políticos y economistas que ya están previendo una posible devaluación desastrosa del dólar.

Más aún, prevén una catástrofe inflacionaria que puede desatarse en cualquier momento y que convertiría el dinero y los ahorros de la gente en papeles de escasísimo valor.

Ya a principios de junio diversas instituciones financieras comenzaron a ofrecer al público de los Estados Unidos la posibilidad de invertir sus ahorros en comprar oro o plata para solventar sus fondos de retiro.

Simultáneamente, diversos gobiernos estaduales concibieron la creación de un sistema monetario independiente del dólar emitido por la Reserva Federal como moneda oficial de los estadounidenses.

Ello tomando en cuenta que la Constitución de los Estados Unidos establece rígidamente que ningún estado de la Unión acuñará monedas o emitirá billetes ni hará cosa alguna, exceptuando monedas de oro y de plata, para pagar sus deudas.

Ya en mayo de este año, dos parlamentarios de Texas, el senador Bryan Hughes y el diputado Mark Dorazio, ambos del Partido Republicano, elaboraron un proyecto para emitir una versión digital tejana del dólar, claramente diferenciada del dólar federal, que sería respaldada por depósitos de oro y plata en las bóvedas el banco emisor. Es decir, dólares digitales tejanos con respaldo total en oro y plata.

Dólares tejanos completamente distintos del actual dólar americano, y sin más variación en su valor que las que pueda tener el precio del oro y de la plata en los mercados mundiales.

La iniciativa de Texas ha sido rápidamente imitada por los gobiernos de los estados de Arizona, Arkansas, Indiana, Oklahoma, Utah, Virginia Occidental y Wyoming.

En estos momentos, según la prensa financiera de los Estados Unidos y Europa, ya son 23 los estados de la Unión que, para defender a su gente de una devaluación desastrosa del dólar, han establecido procedimientos para retornar al oro y la plata, eventualmente en monedas acuñadas por el gobierno federal.

O sea, estamos viendo cómo los 50 estados unidos de América del Norte aparecen buscando soluciones, cada uno por su cuenta, en defensa de su propia gente.

Y ya ahora al menos 23 de esos 50 estados claramente están previendo que el valor del dólar a nivel mundial está desvaneciéndose.

¿Cómo asumirá el Gobierno Federal, la Casa Blanca y el Capitolio el desafío que le están planteando los gobiernos de los estados que ya no parecen tan unidos como antes?

El jueves recién pasado, la célebre revista estadounidense Business Insider, especializada en economía, publicó un extenso análisis sobre la rápida e inesperada “desdolarización” de la economía mundial, a partir de las observaciones del economista británico Julius Sen, quien ya en 2019 había dado la voz de alarma por lo que él llamó “la transformación del dólar en arma de guerra”.

El análisis de Julius Sen se enfocó a las medidas que el entonces presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, aplicó para estrangular económicamente a Irán, luego de las acusaciones de Israel sobre el desarrollo iraní de tecnología nuclear que apuntaría a fabricar bombas atómicas.

Estados Unidos decretó un durísimo paquete de sanciones económicas que iban desde el bloqueo total del comercio de los Estados Unidos y sus aliados, negándole a Irán el acceso a los sistemas financieros internacionales, hasta la retención o congelamiento de las cuentas en dólares de Irán en otros países.

El control y manejo del dólar en la economía mundial le permitía a los Estados Unidos mantener el carácter supuestamente “neutral” del dólar y de los sistemas globalizados de comercio y finanzas, mientras, a la vez, podía estar utilizándolo como un arma suficientemente poderosa y destructiva como para hacerle un daño terrible a cualquiera nación que se mostrara hostil o simplemente rebelde.

En realidad, desde antes de la desintegración de la Unión Soviética y el final de la Guerra Fría que los Estados Unidos venían aplicando bloqueos económicos contra países como Cuba, Etiopía o, temporalmente, Indonesia y Filipinas, los que, exceptuando a Cuba, finalmente tuvieron que aceptar las exigencias políticas de Washington.

El economista Julius Sen observó cómo el carácter aparentemente “neutral” del dólar y los sistemas de pagos y cobranzas, seguros y garantías vinculados al uso del dólar, pasaban fácilmente a convertirse en un arma poderosísima de aplicación internacional.

Mas aún, el uso del dólar y sus sistemas financieros le permitían a los Estados Unidos convertir a los demás países en aliados o cómplices en cualquier guerra de dominio sobre cualquiera nación rebelde en cualquier lugar del planeta.

El análisis de Sen contempló la manera en que los Estados Unidos, viendo la eficacia del poder de dominio que generaba el dólar y sus sistemas financieros, comenzó a aplicarlo como arma con una frecuencia cada vez mayor y en todo el mundo.

Y, al estallar la guerra de Ucrania, que fue deliberadamente provocada por los Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), como lo reconocieron los jefes de gobierno de Alemania, Angela Merkel, de Francia, Francois Hollande y de la misma Ucrania, Estados Unidos aplicó al máximo posible el dólar como arma contra Rusia.

De partida, junto a las sanciones que intentaban paralizar todo comercio internacional con Rusia, Estados Unidos se apoderó además de 600 mil millones de dólares de las reservas monetarias rusas, y prohibió el uso de dólares para cualquiera operación financiera que incluyera a Rusia.

Fue entonces que el célebre multimillonario Elon Musk, dueño de Twitter, tuvo la generosidad de regalarle al presidente Joseph Biden un consejo que dice: “si tú usas tus dólares como arma demasiadas veces, los demás países dejarán de usar tus dólares”.

Obviamente otras potencias, como la misma Rusia, más la India, Brasil, México, Indonesia y, por supuesto, la China, analizaron el proceso de dominación creciente de los Estados Unidos sobre la economía globalizada y… diseñaron alternativas orientadas a generar sistemas financieros y comerciales también globalizados, pero eliminando el uso del dólar. Es decir, había estallado una guerra silenciosa para neutralizar la más poderosa arma de los Estados Unidos para su dominio imperial sobre todo el planeta. La guerra contra el dólar.

Los efectos de la reacción internacional se hicieron sentir muy rápido en todo el mundo. Rápidamente se fortalecieron asociaciones internacionales muy eficaces y con mucho éxito, en que el uso del dólar simplemente desapareció.

Países extraordinariamente ricos, como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, inesperadamente entablaron relaciones comerciales con China, con Rusia y la India, sin hacer uso del dólar ni de los sistemas financieros controlados por los Estados Unidos.

Las tres principales economías latinoamericanas, México, Brasil y Argentina, iniciaron vastas operaciones comerciales y financieras sin uso del dólar, y en estos momentos están postulando a integrarse en la asociación económica y social del Brics, junto a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.  

Asimismo, la llamada Organización de Cooperación de Shanghái, en que participan también China, la India y Rusia, incluye ahora a Turquía, Irán, Kazajstán, Pakistán, Uzbekistán y Tadzhikistán, prácticamente todos los países de Asia Central, y, además, a Egipto.

Por su parte, las naciones del llamado “Sudeste Asiático”, incluyendo a Filipinas, Indonesia, Vietnam, y las pequeñas repúblicas de Laos, Birmania y Camboya, reuniendo un mercado de alrededor de 900 millones de personas, actualmente siguen utilizando el dólar únicamente en sus operaciones con los Estados Unidos, Europa, Japón y Australia, no con el resto del mundo.

En términos globales, se estima que el uso del dólar en la economía mundial ya ha disminuido en más de un 40%.

Sin embargo, los principales economistas neoliberales, incluyendo al Premio Nobel Paul Krugman, y la ministra de Hacienda de los Estados Unidos, Janet Yellen, consideran que la desdolarización de la economía mundial no es todavía un peligro para los Estados Unidos y el sistema económico global.

Aunque las naciones miembros de esas nuevas asociaciones no utilizan dólares en sus operaciones internas, siguen haciéndolo en la mayoría de sus operaciones internacionales.

Sin embargo, otros de los más prestigiosos economistas occidentales, como el mismo británico Julius Sen, consideran que el panorama geopolítico mundial está mostrando transformaciones dramáticas, incluyendo la guerra de Ucrania y la decadencia rápida de la economía de toda Europa, que hacen prever efectos rápidos y posiblemente muy graves.

De partida, se prevé la desaparición de la Organización Mundial de Comercio (OMC), mientras muchas naciones generarán una nueva realidad de intereses compartidos. Surgirán nuevas alianzas fuera de los esquemas actuales impuestos por los Estados Unidos y Europa.

Y por lo mismo, se crearán nuevos sistemas de interdependencia distintos, con normas, valores y procedimientos que, incluso, alterarán las estructuras políticas y de economía cotidiana en muchos de los más importantes países occidentales.

De ahí que se puedan prever situaciones como la que en estos momentos se está dando en los Estados Unidos, donde la clase media, masivamente, está observando la penosa realidad de empobrecimiento a corto plazo.

En Europa, en tanto, la depresión económica se hace sentir cada vez más. La producción industrial europea está constreñida por los encarecidos precios de la energía y de las más importantes materias primas que debe importar.

De hecho, ya hay numerosas industrias de Alemania, Holanda, Austria, Francia e Italia que están estudiando la posibilidad de trasladarse con sus fábricas y capitales hacia países de América Latina, donde el costo de la energía y de muchas de las más importantes materias primas se mantiene razonablemente barato.

Es posible que Chile, junto a Brasil, México y Argentina, sea uno de los países mejor apreciados por su razonable estabilidad institucional, su infraestructura de energía y transporte y también en términos de cultura y capacitación laboral.

En contra de Chile puede pesar la hostilidad que tomó el gobierno de Boric hacia Venezuela y Nicaragua y su precipitada declaración antirrusa al comienzo de la guerra de Ucrania.

Con ello, Chile aparece ajeno, fuera de la posición neutral respecto de Rusia que ha caracterizado a las nuevas organizaciones de globalización multipolar de la economía.

Bueno, como fuere, si tenemos suerte, en una de esas nos encontraremos recibiendo algunos grandes inmigrantes portadores de nuevas y buenas fuentes de trabajo traído desde Europa.

Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense, hay peligro.

Estamos viviendo un presente de alta tensión y de transformaciones inesperadas.

Pero, como dijo el sabio Heráclito de Efeso: “el presente siempre está inconcluso”… Se refería al presente que está vivo, por supuesto.

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Ruperto Concha Chileno, analista internacional

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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