Este miércoles 7 de diciembre de 2022 fue un día golpeado para la sociedad y el campo político tanto en Perú como Alemania, ambos países se vieron remecido -de diferente forma- pero con acciones que deberían dar lugar por lo menos a una amplia reflexión y análisis, porque no se puede repetir, en el caso de Europeo, momentos ignominiosos para la humanidad y, en el caso latinoamericano, para detener los lawfare a los que creen nos tienen acostumbrados. Cabe recordar que el día anterior, 6 de diciembre, la vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández fue condenada, en un juicio a toda luces lleno de irregularidades, a seis años de prisión y a perpetua inhabilitada para ejercer cargos públicos después que termine su mandato en diciembre de 2023.
En el caso peruano la jugada política realizada por el presidente electo el 28 de julio de 2021, Pedro Castillo, de disolver el Congreso de la República, fue catalogada de forma inmediata como un autogolpe o golpe de Estado por diversos sectores y medios de comunicación. Sin embargo, según el artículo 134 de la Constitución Política del país, estaba dentro de la legalidad la decisión del ahora exmandatario Castillo: “El Presidente de la República está facultado para disolver el Congreso si éste ha censurado o negado su confianza a dos Consejos de Ministros. El decreto de disolución contiene la convocatoria a elecciones para un nuevo Congreso. Dichas elecciones se realizan dentro de los cuatro meses de la fecha de disolución, sin que pueda alterarse el sistema electoral preexistente”. Pero nadie dijo nada en el Congreso que ejecutó la vacancia.
La larga crisis política peruana
Esta acción de Pedro Castillo respondía a frenar la aplicación de vacancia moral que se le intentaba adjudicar mientras ejercía los derechos plenos de su cargo. Enfrentado a una derecha furibunda que fue captando los diferentes sectores políticos del Congreso, con varios intentos de aplicar esa fórmula, frenada en varias oportunidades, pero que desde ayer surtió efecto. Desde el momento en que Castillo propone la disolución del legislativo se inicia la renuncia masiva de los altos cargos de su gabinete ministerial y Fuerzas Armadas, en oposición frontal.
Acto seguido, el Congreso sabiendo el apoyo abierto mostrado desde los cuerpos de seguridad, y personalidades políticas que le dieron la espalda a Castillo, asestan el golpe final, destituyéndole y juramentando en su lugar a la vicepresidenta Dina Boluarte, la misma que había estado hasta hace seis días bajo investigación.
Justamente el caso por el cual era investigada Boluarte, fue archivado, había sido acusada de violar los artículos 38 y 126 de la Carta Magna, por aparente uso de influencias para beneficios lucrativos, la derecha política, recomendó la desestimación de la acusación a tres días antes de votarse la vacancia presidencial, por lo que se considera este enroque una jugada que ya estaba fraguada, ante la potencial destitución de Castillo, todo parece indicar que no es descabellado pensarlo, menos en el contexto peruano.
La única certeza que en estos momentos podríamos tener es que la inestabilidad política continuará en el Perú, un país que desde hace más de seis años ha visto circular cinco presidentes hasta ayer, agravando la credibilidad de la institucionalidad y mostrando esa subjetividad sobre la clase política que ejercen cargos públicos en ese suelo. Hechos inéditos, sustentados por una Constitución en disputa, que unos defienden y que otros piden se derogue y se escriban nuevas líneas históricas bajo un proceso constituyente que arroje una nueva Carta Magna necesaria en los tiempos que corren.
Alemania en golpe
Por su parte, en Europa, se ejecutaba un intento de golpe en Alemania por un grupo de ultraderecha que pretendía violar las leyes y hacerse del poder por la vía violenta, como suelen ser los golpes de Estado.
La estrategia era iniciar el movimiento golpista, en un contexto económico de recesión, crisis por la inflación, la caída del euro ante el dólar que generó números bancarios en rojo, una Alemania que ha sorteado la crisis política por el conflicto bélico, la inminente amenaza de escasez de energía por la guerra de Ucrania-Rusia, que ha afectado el crecimiento empresarial y ha desestabilizado todos los sectores sociales.
En esta contingencia, la derecha desde hace un buen tiempo ha intentado liderar este tipo de movimientos, para tratar de quedar como salvadores de las circunstancias, cuando en realidad lo que hay detrás es únicamente la prosecución del poder económico y político. Bajo esa premisa un grupo de disidentes de veinticinco personas, todos detenidos en plena acción, encabezados por un aristócrata llamado Heinrich XIII Reus, la aventura no pasó más que de una escaramuza, sin embargo, despertó las alarmas de seguridad, que han decidido investigar a fondo para llegar al corazón de este asunto, se han desarrollado redadas y allanamientos a unas ciento treinta casas, se sospecha de un grupo de apoyo mucho más grande, entre los que se encuentran miembros de las Fuerzas Armadas y Policía, presuntamente reclutados para el acto terrorista. En adelante seguirá la búsqueda de indicios que impliquen a otros seguidores de este grupo, para ser puestos a la orden de la justicia alemana.
Un diciembre que inicia con fuerza el 7, sobre todo porque ha representado un día para los golpes de Estado, planificados o no, los hilos políticos se mueven desde la derecha. Un motivo que sigue preocupando a las y los militantes de la izquierda mundial, el ascenso al poder, con retoma de viejas formas como la violencia armada y nuevas como el “lawfare”, que al parecer está sentando un precedente histórico al usar instituciones públicas, para quitar y poner mandatarios a conveniencia de intereses particulares, alejados del bien común.
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Nahir González Analista Política
