Actualmente el pueblo afgano, sobre todo las mujeres, está viviendo momentos de una profunda incertidumbre ante la consolidación en el poder de un gobierno encabezado por los talibanes. Si bien es cierto que los avances en materia de derechos femeninos fueron mínimos durante los 20 años de la invasión norteamericana y de las tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la situación de las mujeres y las niñas era distinta al oscurantismo que vivieron durante el periodo talibán entre 1996 y 2001. No queremos decir con esto que, en general, no se hayan cometido graves violaciones a los derechos humanos, incluidos feroces crímenes de guerra por parte de los norteamericanos y la OTAN. No obstante, la impresión es que al menos las mujeres y sectores como los sexos diversos, estaban ganando ciertos espacios que habían estado restringidos por el fundamentalismo talibán.
Ante el evidente temor que se observa en la población afgana, los talibanes buscan limpiar su imagen para así lograr la tan anhelada aceptación internacional, uno de sus portavoces señaló, este lunes 16 de agosto, que el nuevo Emirato Islámico respetará los derechos de las mujeres y les permitirá acceder a la educación, pero con el agregado de que el gobierno talibán determinará, de acuerdo con su interpretación del Islam, cuáles son estos derechos. No obstante, la información que llega a través de los medios de comunicación y redes sociales es muy distinta a la descrita por los emisarios del gobierno. Sahraa Karimi, cineasta afgana, refiere en una carta pública que el paso y conquista de las ciudades por parte de los talibanes ha sido de forma violenta y brutal.
Karimi denuncia que el actual gobierno afgano ha entregado a sus soldados, como botín de guerra, a niñas para ser usadas como esposas. Esta información es ratificada por algunos testigos anónimos que han declarado a la prensa que los comandantes talibanes han girado instrucciones a los Imanes (líderes religiosos de las comunidades musulmanas ) de los pueblos y ciudades, que deben elaborar una lista con los datos de las “mujeres solteras entre 12 y 45 años” las cuales serán entregadas como esposas a los soldados talibanes. Sahraa refiere, además, el asesinato de trabajadores culturales, comediantes, poetas, todo ello ante el silencio y la falta de información por la ausencia de periodistas extranjeros en gran parte del territorio afgano y la autocensura a la cual están sometidos los profesionales de la comunicación. En las ciudades conquistadas, como Herat, ya se han cerrado las escuelas y universidades a las mujeres, mientras que a otras se les ha retirado de sus lugares de trabajo y se están quitando de las calles los carteles que muestran a las mujeres con la cara descubierta. En las redes sociales, que apoyan al nuevo Emirato Islámico de Afganistán, han iniciado una campaña en contra de la comunidad sexo diversa por considerarlos unos depravados con costumbres sexuales ignominiosas. Los intentos desesperados de la población de escapar del país pueden ser un indicativo que estos testimonios, lamentablemente, son ciertos. Las imágenes del aeropuerto de Kabul, y el embotellamiento en las calles dan razón de que evidentemente el régimen talibán es sinónimo de terror.
Historia reciente que no debe ser olvidada
En 1996 el gobierno talibán en el poder desplegó equipos de “policía moral” bajo las órdenes de la agencia para la “Promoción de la virtud y la eliminación del vicio», se desconoce si esta estructura punitiva regresará con el nuevo periodo gubernamental. La policía moral era la encargada de hacer cumplir una estricta normativa bajo una interpretación de la sharía, la ley islámica, en todo el territorio. Las mujeres estaban obligadas a llevar en público el burka (vestimenta que oculta el cuerpo con una pequeña rejilla para los ojos), mientras que se les negaba cualquier derecho a ocupar cargos públicos, no podían salir de casa si no estaban acompañadas por un tutor masculino. No podían llevar maquillaje, esmalte de uñas ni joyas, no podían trabajar ni asistir a la escuela o universidades, no podían reírse. No sólo sus ropas cubrían cada parte de su cuerpo; sus ojos no podían encontrarse con los de un varón, sus manos no podían estrechar las del sexo opuesto.
Tradicionalmente, la vida de las mujeres afganas ha estado controlada por los hombres de la familia y las interpretaciones culturales le otorgan un valor fundamental a la modestia y pureza femeninas; pero con la estricta normativa talibana la opresión y violencia en contra de las mujeres llega a límites que rayan en el salvajismo y la brutalidad. Durante el primer mandato de los talibanes las féminas se volvieron invisibles, imperceptibles. Fueron borradas de la sociedad hasta el punto de tener que limitar el ruido que hacían al desplazarse; el sonido de los tacones se prohibió en julio de 1997. Las restricciones fueron acompañadas de castigos ejemplares, en caso de transgresión, como amputaciones, azotes, golpes, palizas hasta llegar a la pena de muerte. Estas puniciones eran ejecutadas en público como muestra de castigo ejemplar. Muchas mujeres afganas en esos años, ante la desesperación optaron por quitarse la vida.
Estela de crímenes de Estados Unidos
Es necesario subrayar que la vida de las mujeres y niñas en Afganistán no ha sido fácil en los últimos años de ocupación estadounidense con un país en guerra permanente. Un informe reciente de la Misión de Asistencia de la ONU en Afganistán (UNAMA) señala que en la primera mitad de este año mil 659 civiles murieron y tres mil 254 más resultaron heridos, representando mujeres y niños cerca de la mitad de las víctimas civiles. Para el año 2019, el índice de Desarrollo Humano de Afganistán fue de 0,511 puntos de acuerdo con Naciones Unidas ubicándolo en el puesto 169, siendo los indicadores de bienestar social, pobreza, analfabetismo y esperanza de vida entre los peores del planeta. Aunque las mujeres tuvieron acceso a la educación, al empleo y algunos derechos civiles, su situación no puede decirse que mejoró sustancialmente. Con el retiro de sus tropas de suelo afgano, Estados Unidos está dejando una tragedia humanitaria signada por el derramamiento de sangre inocente. Por ello sigue en curso en la Corte Penal Internacional una investigación contra militares norteamericanos y el Servicio de Inteligencia (CIA) por crímenes de lesa humanidad y de guerra en Afganistán. Las cifras son explícitas desde que entraron en Afganistán, las tropas estadounidenses causaron más de 30 mil muertes de civiles, hirieron a más de 60 mil personas y convirtieron a 11 millones de personas en refugiados. De acuerdo con cifras oficiales en Afganistán, el ejército norteamericano y sus aliados produjeron, tan solo en el año 2019, al menos seis mil 825 ataques con drones, lanzaron siete mil 423 bombas y otras municiones sobre el terreno, con una media de 20 bombas al día. Si bien la historia reciente del régimen talibán ha sido de violencia y destrucción, otro tanto está dejando Estados Unidos y la acción de sus tropas en suelo afgano, la tragedia de la guerra en Afganistán parece no tener fin.
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Yoselina Guevara Corresponsal venezolana de Correo del Alba en Italia
