Me niego a pagar: ¿puede nacer un socialismo argentino?

-

Por Orlando Romero Harrington

El momento político que vive la Argentina, luego de anunciar la negativa a pagar la deuda inhumana al Fondo Monetario Internacional (FMI), tiene una interrogante en el aire: ¿y ahora qué?. La negativa es una bofetada al poder bancario internacional y a sus aliados habituales (el imperialismo occidental en todos sus frentes nacionales) pero también a los oligopolios internacionales que, según nos cuenta la historia de nuestro planeta, no se van a quedar con los brazos cruzados. El aislamiento financiero es una jugada a grandes voces, el choque contra el capitalismo militar y financiero otra: ¿se puede hablar de una opción para el nacimiento de un socialismo argentino?

Las condiciones materiales para el florecimiento del socialismo pasan necesariamente, por la emancipación política del pueblo. A nivel cualitativo, educativo. Una nueva cultura política en base a la experiencia y la aprehensión de las experiencias ajenas, que permita el ascenso de instituciones democráticas con acento en el ciudadano, pero en sintonía con el timón central del Estado. En estos tiempos es necesario una tecnología humana y no es una contradicción: los sistemas burocráticos, que priorizan los procesos digitales por rapidez y efectividad, deben instalarse en los más elevados valores de la cyberpolítica, que no es más que decir satisfacer las necesidades más sentidas de los que menos tienen.

Las tradiciones, ya en el campo sociológico interpretadas de nuevo, sea para hacerlas más liberales o para crear nuevos hábitos de concurrencia libertarios, inclusivos, demoledores de prejuicios y tabúes. Por tanto, la participación ciudadana en primera fila, como sujeto motor del cambio democrático, es fundamental y urgente. En esto valdrá mucho la territorialidad del sujeto político y la credibilidad de su acción como eje transformador de su contexto. Otra vez, el Estado socialista se ve obligado a ceder poder al pueblo, en un proceso que no acaba jamás y siempre va in crescendo.

«Las condiciones materiales para el florecimiento del socialismo pasan necesariamente, por la emancipación política del pueblo»

El enemigo solapado de los Estados socialistas contemporáneos es la vena autoritaria que irremediablemente palpita entre la contradicción de una visión colectivista y solidaria del pueblo y las condiciones reales en que se encuentra, hechizado y encadenado por el capitalismo imperante. Un Estado que pretenda hacer frente a la hegemonía del capital internacional, debe saber que la población en su mayoría responde a los resortes culturales que alegremente toca el capitalismo, interpretando la sinfonía del consumo borrego o la destrucción simbólica y física de quien se le opone. Lógicamente, la primera opción siempre será el autoritarismo, como pilar de las bases de una nueva terminología para la acción, pero el destino de la imposición para la construcción y consolidación de las bases económicas que le permitan desarrollarse ha demostrado ser implacable en la demolición de la superstructura del socialismo, que no es más que la democracia protagónica y participativa hacia el autogobierno colectivo y popular.

Argentina encara al monstruo con la esperanza y la bravía resolución del que no puede perder más. Sin embargo, la terapia de choque del FMI puede alcanzar distintos niveles, que apuntan hacia el bloqueo financiero y diplomático, con lo cual el fantasma de la privatización interna para mantener contenta a la burguesía industrial no deja de ser una posibilidad. Las características internas de Argentina no disimulan, a nivel político, la ingenuidad de algunos sectores frente a las consecuencias de la negativa a pagar al Fondo. Las soluciones fáciles, como la planteada anteriormente, pueden ser detonantes para el default estatal, pero veamos un poco más a fondo esta coyuntura.

La encrucijada está en el horizonte y presenta un par de vías que son traumáticas para la historia de la nación. La primera, es radicalizar la visión social del Estado, en un giro de 180º, nacionalizado empresas básicas y controlando recursos minerales. El proyecto socialista exige un liderazgo excepcional, integrador, aglutinando los sectores productivos, la clase obrera, los partidos políticos, los movimientos sociales, las instituciones, el sector de distribución y comercialización en un tren nacionalista y esperanzador ante la adversidad. La suma de la burguesía industrial a un nuevo modelo de país, obligado a ser autosuficiente en la producción material, con la participación positiva de la clase obrera. No es necesario que diga aquí la necesidad de un mercado «argentino» endógeno en primera instancia, dependiente de la propiedad social de los medios de producción y la acción de las comunas autogestionadas. Con esto hablamos de una ruptura mortal con el pasado cultural del habitante, un corrientazo eléctrico que lo sitúe en una nueva perspectiva social de emergencia.

«El fantasma de la privatización interna para mantener contenta a la burguesía industrial no deja de ser una posibilidad»

La segunda vía es reproducir al capitalismo para hacer «un capitalismo social, argentino y propio», con la canción de «sí podemos» en los labios. Las privatizaciones de las instituciones y empresas básicas, el auxilio financiero de una Europa que no va a dar más dinero en medio de una crisis global, a menos que le redunde en beneficios caníbales. El corte del gasto público con la consabida reducción de nóminas. El secreto papal de las asignaciones, créditos e incentivos a una «industria nacionalista». Esta visión cortoplacista, con el fondo musical de un pueblo apoyando la negativa a pagar la deuda, puede ser aprovechada políticamente como una pantalla a exhibir, mientras se demuele la superstructura del Estado argentino, para saquear lo que se pueda, a riesgo de confrontar a los poderes fácticos puertas adentro con sede en Tel-Aviv y Washington. Sería un harakiri para las fuerzas progresistas que, si vemos el tablero de manera aérea, se encuentran cercadas por Reina, Alfil y Torre.

La solución siempre es confiar en el pueblo, nos decía Hugo Chávez. Con su músculo, su apoyo y su voz en la toma de decisiones económicas, políticas y sociales las calamidades son retos. La transparencia de los procesos puede marcar la diferencia, la información clara y actualizada será la clave. Y, por sobre todas las cosas, la voluntad de poner al humano antes que al capital será el signo del futuro colectivo, o el réquiem del sol austral.

__________________________________________________________________

Orlando Romero Harrington Analista político

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

Últimas noticias

Retos de la diplomacia venezolana

Uno de los episodios políticos más vergonzosos de la Cuarta República fue la admisión pública -en vivo y en...

Lenin en América latina hoy

Lenin fue el artífice de la primera revolución socialista y del audaz intento de gestar un sistema postcapitalista. Por...

Futuro

Al referirnos a lo que está por venir y ha de suceder con el tiempo, lo hacemos con la...

Gaza: una masacre planificada con Inteligencia Artificial

Con luz verde de los Estados Unidos, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) decidieron experimentar con los palestinos...
- Publicidad -spot_imgspot_img

Lacalle en su salsa: “Piecito” para los más ricos, patada para los desposeídos

Se realizó la última semana la cena de la Fundación Libertad, un think tank argentino, que reúne a distintos...

¿Quiénes son los civiles «cómplices» de la dictadura en Chile?

Con una metralleta en la raja, todo Chile trabaja.Sergio de Castro, exministro de Hacienda de PinochetSobre el concepto de...

Recomendados

Gaza: una masacre planificada con Inteligencia Artificial

Con luz verde de los Estados Unidos, las Fuerzas...

Política con ética

Actualmente, se extiende en el mundo una narrativa que...

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí