Por Mariadela Villanueva
Los temores, el tiempo libre y la necesidad de estar al día, aspectos propios de nuestra época, han desencadenado un alud de material sobre un virus desconocido hasta hace unos meses para el 99% de quienes irrumpen en nuestras pantallas y en nuestra tranquilidad; difundiendo pocos análisis e informes serios y muchas espeluznantes especulaciones e imágenes sobre su origen, sus efectos y sus víctimas. Todo ello acompañado de profecías, en su mayoría catastróficas, más acordes con las convicciones de los profetas que con la dinámica de la realidad.
Lo que si no es fácil de encontrar en los medios son propuestas concretas, como el manifiesto presentado por 170 académicos holandeses para instrumentar un cambio económico postcrisis del Covid-19. Se basan en los principios de la Teoría del Decrecimiento, propuesta por el economista francés Serge Latouche, con miras a generar alternativas solidarias de organización social que deriven en salidas posibles al crecimiento o en sociedades sin crecimiento, con menos bienes materiales, pero con más relaciones capaces de procurar la felicidad que la racionalidad capitalista, la modernidad soportada por el progreso, la técnica y la economía han sido incapaces de producir.
En este contexto, los académicos holandeses concretamente proponen:
- Pasar de una economía enfocada en el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) a diferenciar entre sectores que pueden crecer y requieren inversión (sectores públicos críticos, energías limpias, educación, salud) y sectores que deben decrecer radicalmente (petróleo, gas, minería, publicidad, entre otros).
- Construir una estructura económica basada en la redistribución que establezca una renta básica general, un sistema universal de servicios públicos, un fuerte impuesto a los ingresos, al lucro y la riqueza, horarios de trabajo reducidos y trabajos compartidos; reconocer los trabajos de cuidados.
- Transformar la agricultura actual en una agricultura regenerativa y sustentable basada en la conservación de la biodiversidad y en la producción local y vegetariana. Definir condiciones de empleo y salarios agrícolas justos.
- Reducir el consumo y los viajes. Cambio drástico de viajes lujosos y de consumo despilfarrador por un consumo y viajes básicos, necesarios, sustentables y satisfactorios.
- Cancelar la deuda de trabajadores y poseedores de pequeños negocios, así como la de naciones del Sur global contraídas tanto con países como con instituciones financieras internacionales
Si bien esta teoría, ampliamente debatida desde hace décadas y enriquecida por el mismo autor, intelectuales y políticos de variadas tendencias, surge en países capitalistas ya crecidos –lo cual obviamente no es el caso de Venezuela– vale la pena conocerla y tomar de ella lo que pueda contribuir a nuestra búsqueda de la mayor suma de felicidad posible.
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Mariadela Villanueva Socióloga