Ante la certera posibilidad de una nueva oleada de refugiados, en particular de Afganistán, doce países europeos (Austria, Bulgaria, Chipre, República Checa, Dinamarca, Estonia, Grecia, Hungría, Lituania, Letonia, Polonia y Eslovaquia) pidieron a la Unión Europea (UE), a través de un documento conjunto, que financie con fondos europeos la construcción de muros en sus fronteras. De acuerdo a las naciones firmantes de la petición, Bruselas debe reforzar aún más las medidas fronterizas contra los inmigrantes adaptando el “marco legal existente a las nuevas realidades”, como la “penalización de la migración irregular”, considerando que “las barreras físicas son una medida de protección eficaz que sirve a los intereses de toda la Unión Europea, no sólo de los Estados miembros y que esta medida legítima, debería financiarse adicionalmente y de forma adecuada a través del presupuesto de la UE con carácter de urgencia”.
El documento también afirma que “para garantizar la integridad y el funcionamiento normal del espacio Schengen, todas nuestras fronteras exteriores deben estar protegidas con el máximo nivel de seguridad … nuestra política de migración y asilo debe ser resistente a los abusos de terceros países”.
Europa sin una política migratoria común
La Comisaria Europea de Interior de la UE, Ylva Johansson, declaró que hasta ahora el bloque no financiará muros contra los inmigrantes. El Pacto sobre Inmigración y Asilo, propuesto por la Comisión Europea hace un año, va en la dirección de reforzar las fronteras exteriores: externalización y repatriación son los dos pilares en los que se basa el documento político de la comisión, anunciado en septiembre de 2020, pocos días después del incendio que destruyó el campo de refugiados de Moria, en Grecia.
Reiterar el anacrónico planteamiento de que la única solución es encerrarse en una fortaleza, para “impedir” la entrada de miles de ciudadanos y ciudadanas que en su desesperación siguen intentando entrar en Europa, no conducirá nunca a la solución de un problema que implica muchas aristas, entre las cuales resalta la inutilidad de las guerras, invasiones y sanciones que ha propiciado los Estados Unidos y sus aliados europeos en los países de origen de los refugiados y refugiadas. Por supuesto, la protección de las fronteras exteriores es de suma importancia, pero debe separarse de la cuestión migratoria. Pensar que “las rutas ilegales” por donde se desplazan los migrantes se pueden contrarrestar levantando muros y poniendo alambre de púas, no sólo es un hecho inhumano, sino una acción que raya en la locura. Las consecuencias de los sistemas migratorios no regulados y de la reducción de las capacidades de acogida, sólo pueden afrontarse de una manera, es decir, dotando a la Unión Europea de una política exterior común, además de la tan cacareada política de defensa, que también tiene competencias en materia de migración.
La multiplicación de los muros
Según un estudio de 2020, en 1989 había seis barreras físicas en el mundo y ahora hay 63; entre los muros más conocidos está el propiciado por Donald Trump, que separa a Estados Unidos de México. Pero también hay varias fronteras amuralladas en Europa y su construcción ha aumentado desde la crisis migratoria de 2015, durante la cual el mandatario húngaro Viktor Orbán construyó una valla en la frontera entre Hungría y Serbia para evitar que los refugiados, en su mayoría sirios y afganos que recorren la ruta de los Balcanes, entraran en el país para llegar a otros destinos de la Unión Europea. Justo en esa zona es donde los muros se multiplican entre Eslovenia y Croacia, entre Macedonia del Norte y Grecia, y en la frontera de Lituania y Bielorrusia. Hasta ahora el muro más largo en territorio colindante europeo, es de 235 kilómetros, y se encuentra en la frontera entre Bulgaria y Turquía.
Se han colocado otras barreras en la frontera entre Grecia y Turquía, en la zona del río Évros, que es uno de los puntos de paso más transitados por los migrantes con unos 40 km y monitoreado con drones. Polonia, se está preparando para construir sus barreras, mientras que España, ha reforzado las redes y el alambre de púas en sus dos enclaves de Ceuta y Melilla en territorio africano, Francia pretende amurallar sus fronteras en torno al puerto de Calais. Lituania ya anunció la construcción de un muro de 508 kilómetros de longitud en su frontera con Bielorrusia para frenar la llegada de inmigrantes, principalmente procedentes de Irak.
Las autoridades de Letonia también han revelado recientemente que construirán una valla de 134 kilómetros de longitud en su frontera con Bielorrusia. Lo que se avizora es un futuro medieval con ciudades y países amurallados en una vuelta a las viejas políticas barbáricas donde no existe el respeto por los derechos humanos ni el derecho internacional.
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Yoselina Guevara Corresponsal venezolana de Correo del Alba en Italia
