Con Colombia fue el primer choque por las deportaciones de Trump

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El programa de deportaciones de migrantes desde Estados Unidos hacia países latinoamericanos, comenzó el jueves pasado, con el vuelo de dos aeronaves Boeing C-17 Globemaster, de propiedad de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF, en inglés), hacia Guatemala, llevando 160 personas. Normalmente esos gigantescos aviones los utiliza la USAF para el transporte estratégico de tropas y equipo militar, pero ahora Washington los está usando para devolver a ciudadanos hacia sus países de origen, generando al mismo tiempo una imagen de poderío.

El gobierno guatemalteco no puso mayores objeciones al vuelo y recibió a sus conciudadanos deportados, en la misma línea cautelosa del presidente Bernardo Arévalo, que no quiere generar ninguna tensión con Estados Unidos.

El viernes llegó a la ciudad brasileña de Manaos otro vuelo procedente de Estados Unidos, que hacía escala técnica rumbo a la ciudad de Belo Horizonte. Las autoridades migratorias de Brasil hicieron bajar a los deportados, constatando las humillantes condiciones en que viajaban, esposados y encadenados, violando las normas del derecho internacional. Luego de permitirles que se bañen, proporcionarles otra vestimenta y alimentarlos, los enviaron a su destino final en otra aeronave. El gobierno de Lula da Silva presentó queja formal a Estados Unidos, pidiendo explicaciones por el trato a esos migrantes.

Distinta fue la situación con Colombia. El presidente Gustavo Petro negó la autorización de llegada a dos aeronaves militares norteamericanas, argumentando que no respetaron los derechos de las personas de las personas deportadas. En su cuenta publicó: “Los Estados Unidos no pueden tratar como delincuentes a los migrantes colombianos. Desautorizo la entrada de aviones militares norteamericanos con migrantes colombianos a nuestro territorio. Estados Unidos debe establecer un protocolo de tratamiento digno de los migrantes antes que los recibamos nosotros. No puedo hacer que los migrantes queden en un país que no los quiere, pero si ese país los devuelve debe ser con dignidad y respeto con ellos y con nuestro país”.

Un autoritario y prepotente Donald Trump respondió en su cuenta: “Me acaban de informar que dos vuelos de repatriación desde los Estados Unidos, con un gran número de delincuentes ilegales, no se les permitió aterrizar en Colombia. Esta orden fue dada por el presidente socialista de Colombia, Gustavo Petro, que ya es muy impopular entre su pueblo. La negación de estos vuelos por parte de Petro ha puesto en peligro la Seguridad Nacional y la Seguridad Pública de los Estados Unidos, por lo que he ordenado a mi Administración que tome inmediatamente medidas de represalia urgentes y decisivas”.

El magnate neofascista amenazó con fijar aranceles del 25% a todos los productos colombianos que entren a Estados Unidos, afirmando que incrementaría el cobro en una semana hasta el 50%. Colombia respondió aumentando sus propios aranceles, aunque optó luego por retroceder diplomáticamente para evitar una guerra comercial que le terminaría dañando, mucho más que lo que podría perjudicar a los exportadores estadounidenses.

El acuerdo fue gestionado por el Canciller colombiano Luis Gilberto Murillo (que deja el cargo en breve) en contactos tanto con su homólogo, Marco Rubio, el Secretario de Estado estadounidense, como con Mauricio Claver-Carone, el encargado del Departamento de Estado para América Latina, que es la persona que operará los chantajes comerciales y financieros norteamericanos. Se llegó a un entendimiento sobre la recepción de los deportados, cosa que la Casa Blanca ha presentado como una victoria de sus mecanismos de presión.   

Pero esta historia aún no acaba. La presidenta de Honduras, Xiomara Castro, que ejerce también la presidencia temporal de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), ha convocado de manera urgente a una reunión extraordinaria de presidentes, que se realizará en formato híbrido (presencial y virtual) el jueves 30 de enero. El temario contempla: Migración, Medio Ambiente y Unidad Latinoamericana y Caribeña. Comenzando por el presidente de Colombia, Gustavo Petro, varios jefes de Estado comienzan a confirmar su asistencia a la ciudad de Tegucigalpa, en lo que será una oportunidad para respaldar la digna postura del mandatario progresista, neutralizar a los aliados de Trump (Bukele, Noboa y Milei) y consolidar un bloque soberanista en la región.

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Alfredo Rada Boliviano, exministro de Gobierno

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