El panorama europeo es devastador. Mario Draghi, ex presidente del Banco Central Europeo, ha emitido un informe demoledor sobre el estado de la economía de la Unión Europea, donde subraya la urgencia de un rescate masivo: entre 750 y 800 mil millones de euros al año para salvar al continente del colapso económico. Según Draghi, sin esta monumental inversión, el futuro de Europa está en juego.
Desde 2002, la brecha de crecimiento entre Europa y Estados Unidos se ha duplicado, pasando de un 15% a un 30%, mientras que la competencia industrial de China ha aumentado exponencialmente. Hoy, casi el 40% de los sectores industriales europeos están amenazados por el gigante asiático, y en el sector tecnológico la situación es aún más desalentadora: solo 4 de las 50 principales empresas globales son europeas.
La advertencia de Draghi no es solo un diagnóstico, sino un ultimátum. Sin una emisión de deuda común, un mercado único fortalecido y una estrategia industrial coherente, la recesión será inevitable. Las políticas actuales han fracasado. Europa ha querido «sorber y soplar al mismo tiempo», y el resultado ha sido un continente cada vez más rezagado frente a potencias como Estados Unidos y China.
El coste de la inacción es claro: la factura de esta incompetencia política la pagará el ciudadano europeo. Con un sistema productivo que se desploma, una juventud desencantada y un liderazgo cada vez más alejado de la realidad, el futuro de Europa parece sombrío. El tiempo se agota y, como advierte Draghi, es ahora o nunca.
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Alfonso Ossandón Antiquera Chileno, periodista en Italia