¿Ustedes creen que nacemos para siempre el día en que nuestras madres nos alumbran? Yo no. Mi caminar me ha enseñado que la vida nos obliga a parirnos a nosotras mismas una y otra vez. En este escrito voy a contar sobre un libro donde encontré algo de esto a través de la poesía.
Parirse para volver a nombrarse
La autora del libro Quién dijo que era fácil tuvo tres nombres: Audrey, Audre y Gamba Adisa. El primero lo recibió de sus padres, el segundo se lo dio a sí misma en su infancia y el tercero se lo dio en su lecho de muerte.
Esta autora a la que me referiré como Audre, porque con ese nombre la conocí, se autodefine como una mujer negra, poeta, feminista, madre, lesbiana, amante y guerrera, y desde esos lugares de enunciación escribió y creó una propuesta de pensamiento en torno a la transformación del silencio en lenguaje y acción. Parte de esa propuesta es el libro de poesía Quién dijo que era fácil, antología que incluye poemas escritos en su adolescencia hasta fines de los años 80.
En este libro podemos encontrar una pieza clave del proyecto político de Audre Lorde, de su lucha por un feminismo de color, lesbiano y radical, y sobre todo se puede hallar el porqué la poesía es vital en la vida de las mujeres: “para las mujeres, la poesía no es un lujo. Es una necesidad vital. Los horizontes más amplios de nuestras esperanzas y miedos están empedrados en nuestros poemas, tallados en la roca de las experiencias cotidianas”.
Audrey: el nombre abandonado de la hija abandonada
La combinación de dolor, deseo, y miedo atraviesan la primera parte de los poemas de este libro, porque habla una Audrey herida por la relación con su madre, caracterizada por la indiferencia e invisibilización; y habla una Audrey paralizada ante la muerte de la amiga más querida de la adolescencia, una de sus primeras amigas.
Los poemas “Homenaje” y “Homenaje II”están dedicados a su madre y a Genevieve, su amiga.
Si te acercas me quedaré en silencio
y no diré palabras feas
no te preguntaré por qué, ahora, ni cómo, ni qué es lo que haces
En “Regreso” se siente a la niña Audrey contando de su abandono:
El rojo pardo otoño trajo
a quien amaste
y se fue
para enfrentar la oscuridad en soledad
En “Padre, Hijo y Espíritu Santo” hay una Audrey hablando de su padre
Por temor de volverme polvo
nunca vi la tumba de mi padre
Padre, polvo, presencia. ¿Cuántas hablamos de nuestros padres?
A través de estos y otros poemas Audrey empieza a deshacerse de su herencia paralizante. Y, poco a poco, empieza a gestar a Audre.
Audre: la mujer que se da nacimiento a sí misma
La metamorfosis de Audrey a Audre la encontramos en los poemas donde reencauza el abandono hacia nuevas formas de amor.
Hay una Audrey pariendo a Audre.
En el poema “Origen” se sienten todas sus partes saliendo en múltiples direcciones.
¿Es esto un nacimiento o un exorcismo?
tendré que separarme o cortarme
por la forma o falta de forma de la palabra y en qué dirección
se hará el corte para mostrar mi verdadero rostro
que yace expuesto y unido
En “Carbón” se encuentra a una Audre cuestionando que palabras le faltaban, escrudiñando en los silencios que se tragaba.
Algunas palabras, viven en mi garganta
criadas como culebras
otras
conocen el sol
hurgando sobre mi lengua
Con cada intento de decir muchas verdades silenciadas y normalizadas Audre empezaba a conectarse con otras mujeres examinando palabras. ¿Cuáles son las palabras que todavía no tenemos?
Gamba Adisa: la guerrera que crea armas
El tercer nombre con el que se parió a sí misma la vincula con la muerte y la vida a un ritmo casi unísono. Y esa vinculación confluye con la denuncia, empieza a verbalizar las denuncias contra la injusticia, el racismo, la homofobia y el patriarcado en general.
En el poema “Canción de para una hermana flaca” denuncia la tiranía de los estereotipos y la dictadura contra los cuerpos reales de las mujeres:
Pero tu nueva clase de hambre
me hace temblar como el peligro
te veo siempre retrocediendo
encogiéndote
En “Letanía de la supervivencia” se siente a Audrey, Audre y Gamba Adisa acuerpadas, entrelazadas, fusionadas.
Para las que
fuimos marcadas por el miedo
como una suave línea en el medio de nuestras frentes
Cuando nos aman tenemos miedo
de que el amor desaparezca
cuando estamos solas tenemos miedo
de que nunca vuelva el amor
Y cuando hablamos tenemos miedo
de que nuestras palabras no se escuchen,
ni sean bienvenidas
pero cuando estamos calladas
todavía tenemos miedo
Así que es mejor hablar
recordando
no se suponía que íbamos a sobrevivir
Esa es Lorde, la que se parió a si misma dos veces más nombrándose y reubicándose en el mundo a través de su poesía. Hoy le diría que a través de las palabras que creó, nosotras, las otras, podemos acceder, conocer y sentir el peso de nuestra propia historia ¿Qué estamos haciendo con ella?
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Anahí Alurralde Molina Boliviana,feminista, escritora y cientista política