¿Por qué Israel empuja al suicidio a la ONU?

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¿Es “invencible” el Ejército de Israel?

Hasta ahora ha sido invencible en sus enfrentamientos con ejércitos árabes. Y no solo por el formidable equipamiento en armas y material de guerra de última generación, financiado en gran parte por la donación de 38 mil millones de dólares durante 10 años, otorgada por el Premio Nobel de la Paz Barack Obama.

Asimismo, Estados Unidos financió con mil 600 millones de dólares el diseño y la producción en Israel del sistema antimisiles Cúpula de Hierro, supuestamente capaz de interceptar incluso los más avanzados misiles hipersónicos.

Ese sistema, de altísimo precio, fue adquirido también por Arabia Saudita, pero algo pasó y no logró interceptar más que unos pocos de los más bien anticuados misiles disparados por Yemén.

Incluso de los misiles artesanales disparados por los terroristas del grupo Hamás, que estaban hechos con tuberías de agua y utilizando un combustible improvisado a base de petróleo y salitre, varios de ellos no pudieron ser interceptados por la famosa Cúpula de Hierro e impactaron sus objetivos en Israel.

La Fuerza Aérea israelí ya dispone de 37 aviones caza-bombarderos F-35, con un valor de 120 millones de dólares cada uno, y, supuestamente, ninguno de los países árabes tiene ni siquiera uno de esos aviones.

Pero más allá del formidable equipamiento militar, el Ejército de Israel ha desarrollado eficientes y muy duros programas de entrenamiento y capacitación de sus tropas regulares y también de sus efectivos, digamos, “irregulares”, que incluyen a eficientes asesinos capaces de actuar en cualquier país de nuestro mundo.

Todo eso, sin contar con el hecho conocido, pero jamás reconocido, de que los arsenales de Israel incluyen también armamento nuclear. Bombas atómicas.

Hemos visto que sí. Que el Ejército de Israel ha sido invencible hasta ahora, pero ¿podrá seguir siéndolo?

Al parecer en todo el mundo se están haciendo esa pregunta. Incluso en los Estados Unidos y en el mismo Israel.

Según informa la agencia noticiosa Reuters, la última encuesta de opinión realizada en Israel, publicada por el periódico Maariv, de Jerusalén, en estos momentos casi un 50% de los israelíes piensa que hay que frenar la invasión terrestre contra la Franja de Gaza. Solo un 29% de los israelíes se declaró en favor de iniciar ya la invasión, y un 22% se mostró indeciso.

Esa encuesta muestra un fuerte y rápido cambio de la opinión pública israelí, ya que hace apenas una semana una encuesta anterior había mostrado que un 65% de la gente opinaba que había que atacar la Franja de Gaza por tierra y sin pérdida de tiempo ni compasión.

Y hay más señales de que los israelíes están enterándose muy bien de las noticias, y comprenden que las naciones árabes y muchos otros poderosos aliados suyos están realmente dispuestos a socorrer a los palestinos.

Además, está quedando claro que en los Estados Unidos están analizado estratégicamente los desplazamientos de la opinión pública mundial y de los gobiernos que eran considerados muy prooccidentales y muy amigos de Washington, pero que ahora se están mostrando desafiantes.

Según informa el periódico británico The Telegraph, que es totalmente prooccidental y proisraelí, sin embargo, informa que hay un 80% de la opinión pública de Israel que acusa al actual jefe de gobierno, Benjamín Netanyahu, de ser responsable del ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre y el saldo de mil 400 muertos y 200 capturados como rehenes.

Más aún, esa enorme mayoría de los israelíes declara que Netanyahu debiera admitir públicamente sus errores y omisiones, pedir perdón por ello, porque hicieron posible que los terroristas lograran con éxito ese ataque que consideran el peor fracaso en toda la historia de Israel.

El analista político Dmitri Schumsky, del periódico israelí  Haaretz, denunció que Netayahu había provocado una parálisis diplomática y política por su obsesión de impedir la independencia real de Palestina, como Estado, acatando las disposiciones de las Naciones Unidas. Y con esa obstinación agresiva y torpe el primer ministro Netanyahu llevó a que el grupo Hamás, que era pequeño, se transformara en una fuerza militar eficiente y letal, la que el 7 de octubre llegó a masacrar a esos mil 400 israelíes civiles e inocentes.

Por su parte, el exprimer ministro de Israel, Ehud Olmert, denunció que los servicios de inteligencia israelíes ya habían advertido a Netanyahu de la posibilidad de una acción súbita terrorista de Hamás, pero que este, por su arrogancia, no prestó atención.

Pero el gobierno de los Estados Unidos ya no puede seguir haciéndose el desentendido. Sus más poderosos y amigables gobernantes del mundo árabe ya lanzaron señales clarísimas sobre su posición en defensa de Palestina, y también en defensa de las Naciones Unidas, que aparece ya como una entidad totalmente desprovista de poder.

Los ricos gobernantes de los Emiratos Árabes Unidos hicieron rápidamente causa común con Arabia Saudita, con Jordania, con Qatar, con Egipto y con Turquía, declinando las invitaciones a reunirse con el ministro de Exteriores de los Estados Unidos, Antony Blinken, quien también es judío.

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Asimismo, los países islámicos más execrados por los Estados Unidos, Irán y Siria, han restablecido sólidamente su posición de alianza en todo el Oriente Medio.

Más aún, las dos principales corrientes religiosas del Islam, los shiítas y los sunnitas, han logrado dejar de lado sus diferencias teológicas para unirse en defensa del pueblo palestino.Eso implica la movilización de millones y millones de creyentes uniendo a los musulmanes desde el Cáucaso y Asia Central, hasta Paquistán y todo el norte de África.

En forma espontánea se produjeron al menos 114 ataques con armas livianas y drones contra las bases militares ilegalmente instaladas por los Estados Unidos en Irak y en Siria, donde controlan la extracción y venta del petróleo que luego exportan quedándose con todas las ganancias.

Según los Estados Unidos, en esos ataques resultaron heridos algo más de 20 militares estadounidenses y otros tantos colaboradores kurdos.

Por cierto, Estados Unidos e Israel acusaron a Irán de estar financiando y dirigiendo aquellas acciones y proporcionando armas y recursos a los movimientos terroristas Hamás y Hezbollah, de Palestina y el Líbano.

Ese panorama en términos estratégicos es desastroso para los Estados Unidos, en una coyuntura en que Rusia y China aparecen consolidando sus vínculos económicos, políticos y militares en prácticamente toda el Asia y en África.

A su vez, tres muy importantes potencias secundarias, todas ya dotadas de tecnología de punta en términos de producción industrial y militar, se han declarado indiferentes a las exigencias estratégicas formuladas por los Estados Unidos.

Turquía, la India e Irán están en condiciones de elegir libremente a quién apoyarán si el enfrentamiento de Oriente y Occidente se hace tan violento como es necesario creer.

Y tengámoslo claro: la India e Irán ya tienen su propia capacidad de dotar a sus ejércitos de armamento nuclear. O sea, de bombas atómicas.

En medio de estos terremotos geopolíticos y estratégicos, el presidente Joseph Biden se sintió inspirado para adherir a la idea de que es inminente el surgimiento de un nuevo orden mundial, basado en un acuerdo democrático de todas las naciones para enfrentar los desafíos de un peligroso futuro planetario.

Y, bueno, según sus palabras, Biden daba a entender que aquel nuevo orden mundial estaría encabezado, paternalmente, por los Estados Unidos.

El problema es que sus beatíficas propuestas de nuevo orden mundial las estaba haciendo en momentos en que las Naciones Unidas están quedando como un penoso, desfalleciente y envejecido organismo al que ya casi ningún gobierno se lo toma en serio, y al que un ministro israelí puede injuriar públicamente y groseramente.

De hecho, las Naciones Unidas han emitido más de 20 resoluciones, tanto del Consejo de Seguridad como de la Asamblea General, ordenándole a Israel devolver los territorios palestinos ocupados ilegalmente en 1973, y las Alturas del Golán pertenecientes a Siria.

Israel ha despreciado estrepitosamente todos esos fallos. Y el martes de la semana pasada, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el secretario general de la ONU, António Guterres, emitió una declaración en la que, tras condenar el brutal ataque terrorista de Hamás, señaló que aquella horrible acción no se produjo en el vacío y que el pueblo palestino ha sido sometido año tras año a un régimen de ocupación asfixiante y desesperante.

Guterres hizo un llamado conmovedor a que el Consejo de Seguridad imponga una orden humanitaria de cese al fuego y el ataque israelí contra la población civil de Palestina, que ya ha dejado un saldo de casi ocho mil muertos por las bombas israelíes, incluyendo a dos mil 704 niños y 17 mil heridos de gravedad.

El Secretario General mencionó también la muerte de 35 trabajadores de la ONU, que se desempeñaban en socorro de la población palestina sometida al bombardeo israelí, y señaló que el Gobierno de Israel había ordenado a la población civil de Palestina evacuar toda la zona norte de Gaza y concentrarse en el sur… Pero en seguida Israel comenzó… ¡a bombardear el sur!

La respuesta del gobierno de Israel al Secretario General de las Naciones Unidas, a través de su embajador, fue insultante y exigió que António Guterres renuncie de inmediato a su cargo, por ser incapaz de desempeñarse bien en él. Además, el embajador anunció que no daría nuevas visas a funcionarios de las Naciones Unidas para entrar a Gaza.

Es difícil prever si las Naciones Unidas podrán sobrevivir a la casi obscena mutilación de sus atribuciones reales, que la han reducido prácticamente a la impotencia mientras sus decisiones, incluso las de la Asamblea General en que participan prácticamente todas las naciones del mundo, no valen más que un pedazo de papel.

Pero la muerte, casi el suicidio de las Naciones Unidas, tendría que dar paso a una nueva organización de las naciones del planeta en términos de un gobierno mundial que no permita la deformidad que son esas súper-potencias con capacidad militar y financiera para imponer sus intereses por encima del interés mundial de la humanidad.

Algo así como una Constitución Política del Planeta Tierra.

Si no somos capaces de lograr eso, tampoco seremos capaces de sobrevivir a nuestra propia tontería.

¿O será que de algún modo tenemos vocación de suicidas?

¿Será necesario recordar una vez más que estamos en peligro de muerte… nosotros, nuestros hijos, nuestros nietos y el hermoso planeta en que vivimos y que al parecer no merecemos?

Preferimos enfurecernos en vez de calmarnos, recordar que el sufrimiento puede que nos vuelva astutos y ocurrentes, pero que la felicidad es la que nos puede volver sabios.

Hasta la próxima, gente amiga. ¡Cuídense!

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Ruperto Concha Chileno, analista internacional

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