Hoy se cumplen 50 años del cruento asesinato del gran cantautor chileno, compositor, entre otros temas, de Te recuerdo Amanda. Pero también es autor de la canción que dice A Cochabamba me voy: «A Cochabamba señores, cantarán los ruiseñores, a Cochabamba me voy, Inti…Inti pa’llá Coco eco”, que relata una parte de la historia de la guerrilla del Che en Bolivia y de los hermanos Peredo, entre cientos de composiciones más creadas por esta mente brillante y alma infinita de amor por el pueblo que fue Víctor Jara.
Sus canciones reflejan su militancia, pero también el sentimiento de un hombre de fe en la Humanidad, de quien fija su interés en los detalles simples, se detiene en los personajes del pueblo, siendo él un niño campesino hijo de un inquilino de fundo y de una madre cantora, Amanda… a quien inmortaliza en ese tema maravilloso que he mencionado al principio.
En Plegaria de un labrador vemos a un Víctor que ha dejado de creer en el dios de la religión, iba a ser sacerdote, pero renuncia porque la injusticia no da cuenta de ese ser supremo que está venerado en espacios eclesiásticos: “Líbranos de aquel que nos domina en la miseria/ Tráenos tu reino de justicia e igualdad/Sopla como el viento la flor de la quebrada/Limpia como el fuego el cañón de mi fusil».
Su sensibilidad extraordinaria, su capacidad de sentir la tierra, la pobreza, la injusticia, fueron su fuente de inspiración para canciones que han permanecido y permanecerán en el campo de la música, composiciones únicas y fabulosas en acordes y mezclas, pero también en el ámbito político como denuncia y capacidad de dar protagonismo a personajes como Luchín, un niño como millones de los que existían en Chile en los años 70: “frágil como un volantín”.
Hasta antes de morir, de la peor manera que un ser humano podría imaginar, en manos de militares, escribió sus últimos versos, visionarios y de una profundidad que reflejan su extraordinaria sensibilidad en momentos de tanto inimaginable dolor. Como un homenaje humilde de una artista que lo admira y para que nunca más en Chile ni en ninguna parte del mundo, dejo acá aquellas palabras escritas:
Somos cinco mil aquí
en esta pequeña parte la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos somos en total
en las ciudades y en todo el país?
Sólo aquí,
diez mil manos que siembran
y hacen andar las fábricas.
Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura.
Seis de los nuestros se perdieron
en el espacio de las estrellas.
Uno muerto, un golpeado como jamás creí
se podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron quitarse
todos los temores,
uno saltando al vacío,
otro golpeándose la cabeza contra un muro
pero todos con la mirada fija en la muerte.
¡Qué espanto produce el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión artera
sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es un acto de heroísmo.
¿Es este el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de asombro y de trabajo?
En estas cuatro murallas sólo existe un número
que no progresa.
Que lentamente querrá más la muerte.
Pero de pronto me golpea la consciencia
y veo esta marea sin latido
y veo el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su rostro de matrona
llena de dulzura.
¿Y México, Cuba y el mundo?
¡Qué griten esta ignominia!
Somos diez mil manos
menos que no producen.
¿Cuántos somos en toda la patria?
La sangre del compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas.
Así golpeará nuestro puño nuevamente.
__________________________
Cris González Directora
Pintura de entrada: «Víctor Jara», por Cris González
Inolvidable Victor Jara.
Siempre estarás en la memoria de los grandes héroes.