Ecuador volverá a abrazar la democracia con justicia social el 20A

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El miedo e inseguridad vuelven a drenar la paz del pueblo ecuatoriano, evidenciando todas las características de un Estado fallido. Mientras tanto, las bandas de delincuencia organizada son el detonante que ahonda la inseguridad y la violencia.

A propósito, una de las bandas exige el retorno de su máximo líder de la denominada cárcel de alta seguridad “La Roca” a la Penitenciaría del Litoral, ubicada en Guayaquil, que hoy se posiciona como una de las ciudades más violentas de Latinoamérica y el mundo. Matizada, además, por una marcha de protesta conformada por decenas de motorizados que realizaron una manifestación exigiendo al Presidente de la República, Guillermo Lasso, para que  su líder sea trasladado de nuevo o retorne a a la Penitenciaría del Litoral, desde donde presuntamente orquesta y dirige un sinnúmero de crímenes violentos, que ha ido naturalizando y llenando de total hartazgo a la ciudadanía, privada de derechos fundamentales y humanos, que demanda el ejercicio del derecho humano y principio constitucional de vivir en paz.

Constitucionalmente, el Estado es garantista del monopolio de la fuerza y de los derechos del Buen Vivir, que ha sido penetrado por estructuras narco-delictivas que todo lo resuelven mediante actos violentos e índices de letalidad que están provocando estupor y miedo.

Ecuador, tras haber sido el segundo país más seguro de Latinoamérica, hace más de seis años, no escapa a la inseguridad y violencia que está presente en la Región mundo global.

Si no se planifica mediante políticas desde una mirada integral, regional y global, va a ser muy infructuosa cualquier acción individual. Ya lo expresa un refrán muy popular: «con compresas y paños de agua tibia» no se cura una crisis sistémica y estructural, que cada vez incrementa el índice de letalidad y tácitamente de inseguridad y violencia, con más víctimas mortales.

Ergo, no faltan los pseudofuturólogos de la estructura massmediática corporativa, disfrazados de actores políticos, acostumbrados/as a elucubrar, a leer en la bolita de cristal; y es que todo lo endosan a la pandemia y postpandemia del Covid-19.

Nada más abrupto, risible y carente de un análisis desde una mirada dialéctica, y de las contradicciones subjetivas generadas por el neoliberalismo autoritario, que disemina las inequidades y ahonda la pobreza multidimensional, que tiene  impactos socioeconómicos, socio antropológicos en los sectores denominados subalternos, que son los más excluidos de las necesidades básicas insatisfechas, como carencias de agua potable apta para el consumo humano, alcantarillado, inadecuados y deficientes servicios de educación, salud, que además se materializan en la desnutrición y malnutrición infantil, sin ningún viso de solución, porque el desempleo golpea a las familias ecuatorianas empobreciéndolas.

Es el modelo neoliberal, tortuoso, decadente, empobrecedor, injusto, precarizante, que ya no da más y que desnuda una crisis sistémica que ha terminado caotizando el ejercicio de derechos económicos, sociales, políticos y culturales, con la penetración de la trillada Doctrina de la Seguridad Continental, es decir, Plan Cóndor versión 2.0, regido por el hegemón norteamericano, para impedir que el progresismo retorne a Carondelet, que crea problemas y pretende resolverlos con el uso de armamento letal y guerra total al narcotráfico, lo que en los años 80 fue de un rotundo fracaso en el hermano país de Colombia, cuyo tenaz desenlace eclosionó en altas tasas y datas de víctimas de la guerra, en donde se produjeron tenaces violaciones de los Derechos Humanos, con secuelas todavía no resueltas.

Ya no es sorprendente que la Policía Nacional, que debería dedicarse a la protección de la ciudadanía ecuatoriana, haya escoltado el mitin o protesta a una estructura delincuencial que amenaza con recrudecer las acciones y hechos violentos. Es inverosímil que decenas de policías motorizados hayan protegido y secundado la marcha.

El Sistema Penitenciario del Ecuador está dirigido y controlado por las mafias, que usan armamento de grueso calibre, que no han dejado de sembrar temor y miedo al pueblo, que se acostumbró a vivir en paz, con justicia social y políticas públicas, construidas desde las necesidades concretas de los seres humanos, las miradas, los saberes, oralidades, cosmovisiones que cohesionan a los sectores populares en la urgente necesidad de justicia social.

Al parecer, el Ecuador está en manos de mafias que cometen crímenes violentos, que evidencia la continuidad de un Estado fallido, con un régimen que cumple a rajatabla la agenda y narrativas del narcotráfico presente en Ecuador y la región latinoamericana.

Ya no es novedad que el narcotráfico esté permeando la arena política en la Región.

Esperamos y anhelamos que el estado de excepción impuesto en Ecuador no se convierta en un muro que produzca ausentismo al ejercicio del sufragio, derecho constitucional del pueblo.

A tres días de que termine la campaña de proselitismo electoral y acuda el pueblo ecuatoriano a elegir Presidenta/e, Vicepresidente/a, de la República, 137 asambleístas, dos consultas populares, abrigamos la esperanza que recupere la senda de la democracia, y le permita construir justicia social con políticas públicas.

Hay que decantar la improvisación y elegir un gobierno que venga de la experiencia de gobernar, que deberá implementar los cimientos para garantizar el retorno al desarrollo soberano y en donde los seres humanos se conviertan en el fin en mente y objetivo en la construcción de los derechos del Buen Vivir, en paz y armonía con la vida. Que retorne al camino de la integración regional, de la solidaridad, de la cooperación, de la unidad en la diversidad sociocultural, sexogenérica, que plasme en los territorios, circunscripciones geográficas y territoriales el Estado Plurinacional e Intercultural, porque Ecuador ama la vida.

Por lo tanto, es urgente y necesario sufragar pensando en la construcción, sostenibilidad de un presente digno con desarrollo soberano, y proyección de un futuro del tamaño de los sueños de todas y todos con justicia social.

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Luis Ernesto Guerra Ecuatoriano, analista político y activista de Derechos Humanos

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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