Por primera vez en el Carnaval de Oruro

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Este año el Carnaval de Oruro fue el más visitados de los últimos tiempos, 300 mil visitantes nacionales y extranjeros, más del doble de los que vinieron el año pasado. Reunió a 52 conjuntos folklóricos, 65 mil danzarines y 15 mil músicos, además de generar 235 millones de bolivianos, también más del doble de lo generado en 2022, y duró más de 20 horas seguidas. Pero, ¿cuál es motivo de la gran atracción que ejerce este ritual pagano cristiano en propios y extraños?

Por primera vez en mi vida tomé mi cámara y me dispuse a fotografiar el Carnaval de Oruro. Mi intención era capturar ese sincretismo entre la herencia precolombina y la tradición cristina, a la que todos hacen referencia, pero acabé envuelto en una atmósfera onírica de música, fuego, humo, velos seductores y atrapantes, máscaras de seres espectrales, algo para lo que no estaba preparado y que me resulta difícil de describir, aunque lo intentaré.

Me aposté en la avenida Cívica, una de las vías por donde pasa el Carnaval. De repente comienzan a sentirse los acordes de una banda que hace retumbar el suelo, explosiones de fuegos pirotécnicos, un humo que nubla el horizonte y en medio de esta densidad aparece el primer bailarín como salido de otro mundo, como si hubiera abierto la puerta de otra realidad.

Mientras disparaba mi cámara, los bailarines imparables se acercan cercando mi espacio, envolviéndome con sus movimientos. No sabía dónde enfocar, eran tantos los danzarines que parecía que se multiplicaban a medida que la gente los imaginaba. Realmente no sabía de donde surgían, simplemente iban emergiendo en el horizonte, y cuando iba recuperándome de la aparición de una danza surgía otra y así sucesivamente cada una sumergía mi mente en un espiral sinfín de fantasía. 

La mujer en el carnaval

Todas las danzas de este carnaval, como todo en el mundo andino, tiene un espacio masculino y un espacio femenino que se complementan, pero al mismo tiempo se enfrenta, provocando una dialéctica permanente. Claro que como observador es inevitable acabar seducido por el lado femenino, es una atracción irresistible.

Así siguen en mis retinas y en los lentes de mi cámara los saltos de las morenas (danza de orígenes coloniales, alegoría del sufrimiento de los esclavos), los giros de las caporales (danza que representa al mulato que reniega contra su raza), los bamboleos de las danzarinas en el Pujllay (danza de la cultura Yampara, originaria de la región de Tarabuco, Chuquisaca).

China Supay

Pero si existe una danza donde el antagonismo de sus personajes es su eje estructurante es la Diablada. En este baile ritual el Arcángel San Miguel guía a los ángeles para que combatan con los diablos liderados por Lucifer en su perenne lucha entre el bien y el mal.

En esa batalla mítica aparece la China Supay, el diablo hembra (en idioma quechua), que tienta a todos con sus movimientos. Es tan seductor este personaje que es inevitable acabar siguiéndola, primero con la mirada y luego con el cuerpo, hasta el mismo infierno del amor.

Bañados por una lluvia de fuego vi aparecer a estos personajes, zigzagueando entre fuego y pañuelos que hacían bailar mis sentidos. Y, por si eso fuera poco, en medio de esta vorágine de máscaras y saltos aparecen bailando el cóndor y el jucumari, lo que hace de esta experiencia algo totalmente surrealista y hasta psicodélico, rozando los bordes de la locura.

Lo onírico

Mi experiencia en el Carnaval de Oruro fue muy distinta de la que imaginé. Sabía que habría máscaras, música, fuegos artificiales y trajes de lentejuelas, pero jamás que acabaría envuelto en este sueño del que no acabo de despertar.

Esta festividad no solo te atrapa por la fuerza del retumbar de sus bandas que hace temblar tu cuerpo, o por la visión de trajes luminosos de todos los colores imaginables, o por los movimientos sincronizados de cientos de bailarines, o por el humo que a momentos ciega tus sentidos, o el fuego que los exalta… el Carnaval de Oruro es lo que es porque abre la posibilidad de imaginar lo inimaginable, de soñar lo impensable, de vivir fuera de esta realidad por un instante que se hace eterno.

Me preguntan si volvería el próximo año, yo ya estoy preparando las cámaras.

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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