Cómo se perfila el año 2023

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En su última sesión de 2022, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó, por abrumadora mayoría, solicitar un fallo judicial de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) sobre la invasión militar, la ocupación ilegal y la anexión territorial, por parte de Israel, del territorio de la Cisjordania, que está habitado por el pueblo palestino con la legalidad del mismo acuerdo de las Naciones Unidas que creó el Estado de Israel, en 1948.

En su calidad de Tribunal Supremo, la CIJ emite veredictos inapelables y obligatorios en los conflictos jurídicos entre naciones, aunque no tiene a su disposición fuerzas policiales o militares para imponer la aplicación de la justicia.

En aquella sesión final de 2022 participó también la misma delegación de Israel que solo dos meses antes, el 12 de octubre pasado, había aprobado una condena total contra Rusia por la ocupación de las provincias de mayoría rusa, y de habla rusa, en el oriente de Ucrania.

En fin, en este caso el punto no es tratar de entender las veleidades jurídicas de Israel, sino las palabras insultantes con que el embajador de Israel ante las Naciones Unidas, don Gilad Erdan, se refirió a la propia Asamblea General y a la inmensa mayoría de las  naciones que aprobaron recurrir a la justicia en defensa del pueblo palestino.

Según el informe de la agencia británica Reuters, Erdan dijo: “Declararemos ilegítimo y despreciable cualquiera que sea el fallo de un tribunal que recibe su mandato de las Naciones Unidas que están moralmente en bancarrota, completamente corrompidas y politizadas”.

Oiga, ¿esa es la opinión de Israel sobre las Naciones Unidas?… ¿Acaso olvidó que el propio Estado de Israel le debe su existencia a un acuerdo de la Asamblea General de las Naciones Unidas? ¿No implicaría eso opinar que la unión de todas las naciones del mundo, la Humanidad entera, está corrompida y politizada hasta un extremo que hace imposible la democracia y el derecho a la justicia?

El 25 de diciembre de 1991, hace ya 31 años, en el edificio del Parlamento de Moscú, fue arriada la bandera roja con la Hoz y el Martillo, de la Unión Soviética, y en su reemplazo fue izada la bandera tricolor de Rusia.

La Unión Soviética había desaparecido. La Guerra Fría había terminado, y para el grupo de los grandes multimillonarios occidentales y sus entusiastas empleados operadores de las finanzas mundiales eso había que entenderlo como la victoria absoluta del capitalismo absoluto. ¡Un portentoso regalo de Navidad!

En realidad se contaron el cuento de que ellos habían derrotado a la Unión Soviética. No fueron capaces de entender que el comunismo soviético se había destruido a sí mismo, que había sido una más de la serie de utopías que trataron de crear un mundo feliz, pero terminaron infelizmente enfermas por sus propias contradicciones que, como los virus, fueron desintegrándolas desde adentro.

Un modesto sociólogo nacido en Chicago, don Francis Fukuyama, tuvo la agudeza de sumarse al jolgorio neoliberal y publicó un folleto titulado: El fin de la Historia y el Último Hombre, en el que le daba forma al mito de una victoria absoluta y definitiva del sistema político occidental.

Según él, ya no habría más procesos de transformación históricas. Solo una sucesión de más y más descubrimientos tecnológicos que generarían más y más riqueza con más y más puestos de trabajo bien remunerado.

Pero ese final feliz de la Historia de la Humanidad tendría que ser defendido por un gobierno global encabezado por los Estados Unidos, cuya responsabilidad imperial exigiría disponer de un poderío militar absolutamente irresistible con alcance sobre la totalidad del planeta.

Y, bueno, siguiendo ese discurso sobre los conceptos del Nuevo Siglo Americano, que Fukuyama había redactado tan bonito, se inició el sangriento proceso de la militarización del planeta, con intervenciones sangrientas justificadas con el lema de “hacer una guerra permanente para preservar la paz”.

Estados Unidos había sufrido dos humillantes derrotas en las dos únicas grandes guerras tras la Segunda Guerra Mundial. Primero, el sangriento fracaso de la invasión lanzada por el general Douglas Mac Arthur contra Corea del Norte con la intención de reunificar la península coreana, pero que culminó en una retirada ignominiosa.

Luego, la Guerra de Vietnam, en que, tras 10 años de intervención, en que murieron 57 mil soldados estadounidenses y 500 mil civiles vietnamitas, los Estados Unidos tuvieron que retirarse y aceptar la victoria de Vietnam del Norte que unificó el país bajo un gobierno socialista.

«En la perspectiva del Fin de la Historia contada por Francis Fukuyama, se hacía indispensable parar el creciente poderío independiente que estaban alcanzando, sobre todo, la China, Rusia y la India»

Era obvio que ahora, ante el mundo, y sobre todo ante la propia nación estadounidense, Washington no podría sufrir ni una sola derrota más. Y así comenzó un período de gigantesca inversión en el campo militar, que fue desde la instalación de nuevas bases militares hasta superar un centenar de ellas en todo el planeta, más la inversión de cientos de miles de millones de dólares en el desarrollo de armamento de alta tecnología.

Tras ocho años de preparativos, durante el gobierno del demócrata Bill Clinton, Washington asestó su primer golpe victorioso para iniciar el Nuevo Siglo Americano. Fue la destrucción de la pujante república federativa de Yugoslavia, que culminó con el bombardeo de Serbia y la ocupación de la provincia serbia de Kosovo, convertida en una mini república ocupada por inmigrantes de Albania.

Por supuesto, de inmediato los Estados Unidos instalaron en la flamante República de Kosovo una poderosa base militar.

Todo ello, contraviniendo absolutamente el Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas.

Tras el gobierno del demócrata Bill Clinton, el gobierno del republicano George W. Bush aceleró la nueva estrategia imperial, bajo la dramática justificación del ataque del 11 de setiembre contra las Torrres Gemelas de Nueva York y el Pentágono de Washington, perpetrado supuestamente por terroristas del movimiento islámico wahabita, financiado y dirigido por el súpermillonario árabe saudita Osama bin Laden.

Este grupo terrorista wahabita ya había actuado con éxito tomándose sangrientamente el poder en la república de Chechenia, que había aprobado por plebiscito mantenerse unida a la Federación Rusa postsoviética; pero los terroristas islámico fueron expulsados cuando el nuevo presidente de Rusia, Vladímir Putin, asumió el poder.

Osama bin Laden y su estado mayor supuestamente se habían refugiado en Afganistán después del atentado contra las Torres Gemelas. George Bush exigió al gobierno afgano de los islámicos fundamentalistas talibanes la entrega inmediata de Bin Laden.

El gobierno afgano respondió que, conforme a derecho, los Estados Unidos tendrían que pedir la extradición del cabecilla wahabita. Pero Washington simplemente optó por invadir Afganistán, a sangre y fuego, iniciando una guerra que costaría más de 500 mil millones de dólares y tardaría 20 años hasta finalizar en una vergonzosa retirada durante el gobierno del demócrata Joseph Biden.

El resto está en la memoria de casi todo el mundo. La invasión contra Irak y la captura del antiguo aliado de Washington, Saddam Hussein, que terminó ahorcado. Y luego, bajo el gobierno del demócrata Barack Obama, la seguidilla de operaciones sangrientas sobre el mundo árabe rico en petróleo.

Las operaciones brutales contra Libia, contra Egipto, contra Yemen y Somalía, contra Siria y el Líbano, y las operaciones golpistas orquestadas en Georgia, contra Osetia del Sur, y en Ucrania directamente para derrocar al gobierno prorruso en 2014.

Según las asombrosas confesiones de personajes como Angela Merkel, exjefa de gobierno de Alemania, Francois Hollande y Emmanuel Macron, de Francia, y el expresidente de Ucrania, Petro Poroschenko, los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) planearon el acuerdo de Paz de Minsk entre el gobierno de Ucrania y Moscú, sobre las provincias del oriente ucraniano, solo como un engaño contra Rusia para darse tiempo de aumentar el poderío militar ucraniano, y provocar luego una guerra frontal contra Rusia.

En la perspectiva del Fin de la Historia contada por Francis Fukuyama, se hacía indispensable parar el creciente poderío independiente que estaban alcanzando, sobre todo, la China, Rusia y la India.

Destruir a Rusia había pasado a ser el objetivo primero e inmediato para eliminar toda posibilidad de insurrección contra el dominio planetario de los Estados Unidos.

Vemos así que estaban evolucionando velozmente dos fenómenos mundiales extremadamente peligrosos. Uno, la priorización del control militar por encima de las prioridades netas propias de la legalidad democrática; y dos, supeditar las leyes propias de la economía a las exigencias de una estrategia de dominio mundial.

Más allá de la aplicación de sanciones antirrusas y antichinas que han descalabrado la economía mundial, en estos momentos, en los Estados Unidos, ya se están aplicando tecnologías y disposiciones legales que permiten controlar las opiniones de las personas, las informaciones que reciben, sus movimientos financieros, e incluso, mediante miles de cámaras de vigilancia en las calles y centros comerciales, dotadas de sistemas de reconocimiento facial, las autoridades pueden controlar también sus movimientos físicos dentro y fuera del lugar en que viven.

«¿Por qué Estados Unidos insiste en imponer su dominio militarizado sobre el resto del mundo? ¿Será que en noviembre de este año Estados Unidos preferirá la colaboración y no el enfrentamiento con China? ¿Aceptará Joseph Biden que la Historia de la Humanidad no ha terminado, y que el Último Hombre puede que nazca en un futuro muy lejano?»

De hecho, los aparatos de vigilancia dotados de inteligencia artificial permiten conocer con exactitud el lugar en que cada persona realiza, por ejemplo, una llamada con su teléfono celular. Por ejemplo, en Ucrania el uso de celulares por jóvenes soldados rusos permitió guiar los misiles teledirigidos que hicieron una matanza de ellos en Donetsk.

Asimismo, ya se ha permitido en los Estados Unidos la vigilancia directa y detallada sobre todas las operaciones bancarias de la gente e incluso se permite en ciertos casos el acceso directo al dinero que las personas tienen en sus cuentas.

Toda esta gama de intervenciones político-policiales sobre la vida privada de la gente, bajo el pretexto de defender la seguridad, se ha sumado a las medidas autoritarias impuestas sobre la actividad económica mundial a través de sanciones y fijación de precios. Con ello, durante el año 2022 el sistema imperial de occidente llevó a un estado de crisis económica generalizada a nivel mundial.

En estos momentos, la mayoría de los más importantes economista y operadores financieros del mundo considera que la crisis económica mundial puede agravarse todavía más en 2023.

Economistas de primer orden y de alta influencia, como la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, admiten abiertamente que las tres economías más grandes del mundo, las de los Estados Unidos, China y la Unión Europea (UE), están debilitándose y frenando su crecimiento.

De esas tres, solo China tendrá todavía un crecimiento significativo, del orden del 3% al 5%, mientras que los Estados Unidos y Europa estarán en recesión o muy cerca de ella.

Otro fenómeno terriblemente peligroso es el de una inesperada desvalorización del dólar, que inicialmente se había sobrevalorado en 2022, pero que ahora está cotizándose cada vez más bajo frente a monedas como el yuan chino e incluso el debilitado euro. Eso para el Japón es algo desastroso, pues sus reservas se basan sobre todo en bonos por más de dos millones de millones de dólares.

Igualmente, las más grandes empresas de los Estados Unidos y Europa ya han anunciado que durante el año comenzarán a despedir a decenas de miles de trabajadores que actualmente tienen sueldos medianos o altos.

Otro de los grandes personajes de las finanzas es el economista Ian Bremmer, presidente del grupo financiero Eurasia, quien agrega a los sombríos augurios para este 2023 la transformación de los Estados Unidos de América en los Estados Divididos de América, por la ferocidad injuriosa del antagonismo entre demócratas y republicanos, que parecen incapaces ya de alcanzar consensos útiles para su propio país y menos para el resto del mundo.

Pero, en medio del consenso pesimista sobre el año que estamos comenzando, dos de los más prestigiosos economistas de la Universidad Nacional de Australia, Ryan Hass y Cecilia Yen Koo, fijan sus esperanzas en el fortalecimiento del Foro  de Cooperación Económica de Asia-Pacífico, que reunirá a los líderes de los países integrados, incluyendo a Chile, en la ciudad de San Francisco, en noviembre de este año.

China al parecer no solo participará en ese Foro. Además se espera que el presidente de China, Xi Jinping, aprovechará la ocasión para extender su visita en términos de un encuentro realmente directo con el presidente Joseph Biden.

El sentido de ese encuentro, se espera, podría ser procurar que ambas potencias puedan afinar y empoderar sus capacidades de encontrar manera de conciliar sus intereses nacionales en forma coherente y no como un enfrentamiento irreconciliable.

Xi Jinping ya ha reiterado muchas veces que su país se niega a intervenir en las políticas internas de las demás naciones, destacando cómo en más de dos mil años de poderosa presencia en el sudeste asiático China jamás ha invadido a otro país y jamás ha utilizado la fuerza militar para obtener ventajas fuera de sus propias fronteras.

¿Por qué los Estados Unidos insisten en imponer su dominio militarizado sobre el resto del mundo? ¿Será que en noviembre de este año los Estados Unidos preferirán la colaboración y no el enfrentamiento con China? ¿Aceptará Joseph Biden que la Historia de la Humanidad no ha terminado, y que el Último Hombre puede que nazca en un futuro muy lejano?

Y, por su parte, ¿aceptará la China aprender a escribir con las 27 letras de nuestro alfabeto y no con los siete mil signos básicos que tienen que aprender los chinitos chicos para poder leer su silabario?

Hasta la próxima gente amiga. Cuídense. Donde hay esperanza siempre además hay peligro.

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Ruperto Concha Chileno, analista internacional

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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