Las mujeres, el soporte invisible de las políticas patriarcales neoliberales

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La incorporación de la perspectiva de género y de equidad en la agenda pública de los países de América Latina y el Caribe implica largos procesos  de rebelión, luchas, movimientos sociales y desobediencia de mujeres con el propósito de romper con el enfoque estructural patriarcal excluyente establecido históricamente y reforzado por el capitalismo neoliberal donde las mujeres ejemplares, como señalara Eduardo Galeano, han vivido obedeciendo el mandato bíblico y la tradición histórica.

El neoliberalismo, como una forma moderna de relaciones patriarcales, apertura espacios de participación de las mujeres que no se traduce en la construcción de una agenda marcada por temas de género, sino que continúan presentes las estructuras y lógicas que encubren las contradicciones y las relaciones de poder a través de la institucionalización del feminismo como discurso político a favor de los derechos de las mujeres.

En la razón neoliberal se desvaloriza el trabajo doméstico y se condiciona el trabajo reproductivo como destino natural, connotando términos de actividades “menores” que no generan ningún valor económico, vulnerando condiciones y favoreciendo la acumulación del capital y la división sexual del trabajo establecidas por políticas estatales patriarcales y discriminatorias, como indican Romero y Lanza. La mayoría de las mujeres se mantienen invisibilizadas en actividades más estables y bien remuneradas.

Las mujeres como soporte invisible de las políticas neoliberales patriarcales reforzaron sus responsabilidades de atención a las necesidades básicas de sus familias, se intensificó la reproducción del rol doméstico tradicional, una “condición natural” de trabajo no remunerado, reproducción del valor de uso de la fuerza de trabajo que profundiza los impactos sobre sus condiciones de vida. La disminución y el deterioro de los servicios sociales y la reducción del gasto público mermó sus oportunidades, negando incluso su acceso a la capacitación y el uso de tecnologías. Las mujeres, sobre todo las indígenas y las de estratos populares, resultaron fuertemente afectadas en una especie de “feminización de la pobreza”.

El neoliberalismo en ningún momento pensó en ampliar las oportunidades de empleos bien remunerados para las mujeres y más bien profundizó la discriminación salarial; los costos de acceso a distintos ámbitos laborales ha implicado salarios precarios y flexibilización laboral, el desempleo o la incorporación al sector informal; así como el incremento del subempleo y la migración.

Todas las políticas emanadas desde el patrón neoliberal se impusieron de forma automática sobre los derechos de las mujeres, sin discusión ideológica, sin consciencia política, donde lo femenino se convirtió en un aditamento de la visión neoliberal para la formulación de leyes, políticas y programas, como indica Galindo, dejando en las mismas condiciones las estructuras políticas, culturales, económicas y sociales de reproducción de las desigualdades de género.

Los nudos estructurales de la inequidad de género no se han modificado, la pandemia ocasionada por del Covid-19 ha evidenciado con mayor fuerza esta situación, las mujeres  no solo continúan siendo la fuerza motora de las tareas de cuidados sino que forman parte de la primera línea de respuesta  en sectores como la salud y la educación, espacios económicos con drásticos impactos en las cargas de trabajo y en las condiciones laborales.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ha enfatizado sobre los efectos de la pandemia en los ingresos de las mujeres, los cuales se han visto drásticamente afectados. La tasa de desocupación de las mujeres cerró en 2020 con 22.2%, una variación interanual de casi 13% en relación al 2019, lo que implica impactos en las tasas de desocupación y participación de las mujeres en el mercado laboral (véase Tabla 1).

Por tanto, se ha intensificado la precarización de las condiciones laborales, se ha incrementado la carga de trabajo de cuidados, así como la profundización en el deterioro de los niveles de bienestar   de las mujeres en una región donde la Cepal pronostica que aproximadamente 118 millones de mujeres vivirán en situación de pobreza.

A más de cinco décadas de la imposición del neoliberalismo y de los pactos para la igualdad de género, las desigualdades estructurales de género siguen latentes en la participación de las mujeres en el trabajo remunerado. Más allá de una presencia cuantitativamente importante la intervención de las mujeres sigue concentrada en sectores y ocupaciones de menor productividad, sus niveles de ingreso son menores al igual que el  acceso a la seguridad y la protección social, la sobrerrepresentación en el empleo informal así como la sobrecarga de trabajo no remunerado y de cuidados son condiciones que se agudizaron con el Covid-19.

Aunado a lo anterior la violencia contra las mujeres y las niñas se ha acrecentado en todos espacios del mundo. Como ha señalado Boaventura de Sousa Santos, la cuarentena es difícil para las mujeres y en algunos casos incluso peligrosa, las tareas de casa no quedaron mejor distribuidas y, por el contrario, el machismo prevalece y se ha reforzado en momentos de crisis y confinamiento familiar.

Así, la persistencia de políticas y los discursos sobre equidad de género, sin cuestionar el orden patriarcal y colonial que mantiene las estructuras de dominio, responden fundamentalmente a los proyectos de cumplimiento de metas globales más que al compromiso de construir caminos a partir de las voces y las utopías de las mujeres.

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Ximena Roncal Vattuone Doctora en Economía Política del Desarrollo

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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