La reactivación de la Cátedra Simón Bolívar en Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) sido un momento preciso para conversar con el filósofo venezolano Josu Landa, profesor de dicha casa de estudios, quién conjuntamente con el Dr. Ambrosio Velasco, académico mexicano de dilatada trayectoria, se han dado a la tarea de retomar el estudio del pensamiento del Libertador Simón Bolívar y su tiempo.
¿Cómo surge la Cátedra Extraordinaria Simón Bolívar en la Universidad Nacional Autónoma de México y cuál ha sido el motivo por el cual la reactivando?
La Cátedra Extraordinaria Simón Bolívar de la Facultad de Filosofía de la UNAM se funda en julio de 1987. Ha sido una ventana de diálogo con Venezuela, que ha sufrido muchísimos altibajos; ha tenido momentos de actividad importante y otros en los cuáles ha disminuido su dinámica. Las razones de esos vaivenes han sido muy diversas, tanto exógenas como endógenas. Es decir, razones que tienen que ver con la situación política venezolana, por un lado, y con la situación de los recursos económicos de la Universidad e inclusive con la mayor o menor importancia que le otorguen las autoridades universitarias a la Cátedra, por el otro. En los últimos años, hemos pasado por una etapa bastante larga de inactividad, por la confluencia de situaciones bastante difíciles, tanto en Venezuela como en México. El detonante de la reactivación de la Cátedra, por parte del Dr. Ambrosio Velasco y mi persona, fueron el reciente cambio de autoridades y la conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlan, hecho que dio pie a tres siglos de dominación colonial de lo que terminó siendo México. Esto motivó una reflexión sobre los procesos de emancipación en América, incluyendo Estados Unidos, el Caribe y por supuesto Centro y Sur América. El Dr. Velasco es una de las figuras más importantes en lo que hace a pensamiento político en la facultad y juntos llegamos al acuerdo de recurrir a la Cátedra Simón Bolívar, para reactivarla y suscitar una reflexión y un diálogo sobre esos procesos. Por supuesto, cubrir todo ese espacio, todo el ámbito continental en un semestre es imposible, pero de todas maneras la aproximación que hemos hecho es bastante amplia. Hemos abarcado la independencia norteamericana y las de Haití, México, Argentina, Uruguay, Perú, Brasil, Cuba y los territorios de la llamada Gran Colombia (es decir, Venezuela, la actual Colombia, y Ecuador). No es el 100 por ciento de los países; aunque es obvio que se trata de una revisión representativa. No contamos con un presupuesto asignado específicamente para la Cátedra, no tenemos recursos; sin embargo, todos los académicos participantes lo hemos hecho con mucha dedicación.
¿A quién está dirigida, quiénes son los docentes que participaron y cuál es el sentido de la Cátedra Simón Bolívar?
La Cátedra Simón Bolívar está formalmente dirigida a los y las estudiantes que cursan las carreras de Filosofía, Historia, Estudios Latinoamericanos, Letras Hispánicas, Gestión y Desarrollo Cultural, de la Facultad de Filosofía y Letras, quienes podrán acreditar las asignaturas correspondientes a los temas impartidos. Pero también es una Cátedra abierta para quien no tenga compromisos institucionales, es decir, hay entrada libre. A las personas que han estado asistiendo y se demuestre que han participado en un 90 por ciento de las sesiones se les va a conceder una constancia de asistencia. Ahora estamos pensando muy seriamente en una proyección de esta iniciativa un poco más ambiciosa, como por ejemplo la edición de un libro, lo cual es un poco más difícil, porque requiere ordenar y transcribir en el papel todo lo que se ha dicho en las sesiones, que como sabes son de cuatro horas. Es mucho material. Los docentes que nos están acompañando en este proyecto son los doctores y las doctoras Alicia Mayer, María del Rayo Ramírez, Verónica Sánchez, Liliana Weinberg, Johanna von Grafenstein, Miguel Soto, Ignacio Díaz de la Serna, Horacio Crespo, Alan Pisconte, Hernán Taboada, Lucio Oliver y José Ramón Fabelo,
En cuanto a cuál es el sentido de la Cátedra, considero que tanto el Dr. Velasco como los y las colegas que nos acompañan y mi propia persona, implícitamente compartimos la sensación de que hemos emprendido una lectura propia de esos procesos; obviamente, sustentada en lo que otros colegas exponen en una cantidad inconmensurable de libros. Pero estamos en la vía de una interpretación nuestra y eso es lo que, desde el punto de vista teórico, resulta más importante y justifica una iniciativa como esta, porque finalmente todos estos procesos históricos no son nada sino hasta el momento en que son interpretados. No hay nada incuestionable en la realidad histórica, todo ahí está sujeto a interpretación. Entonces, lograr las interpretaciones mejor fundadas posibles de ese pasado es nuestro propósito, para de esa manera poder responder al presente, No es solo una lectura erudita lo que está planteado; al contrario, al menos desde mi punto de vista personal, es más importante como planteaba Nietzsche considerar los beneficios y prejuicios de la historia, de cara a nuestras necesidades del presente. Así que esta iniciativa está marcada por el hecho de que nos juntamos, para examinar acontecimientos históricos tratados en su mayor parte por historiadores, pero también por teóricos sociales y filósofos. Entonces, es una interpretación desde la filosofía y las ciencias sociales, a partir de antecedentes y herramientas que ofrecen esas disciplinas, para poder entender y enfrentar de mejor manera el presente.
¿Esta lectura de los procesos independentistas está insertada dentro de la corriente que algunos analistas han llamado “filosofía nuestra americana”?
Ese es un planteamiento muy polémico; además, es de vieja data. No es de ahora. Es muy difícil llegar a acuerdos en este punto, porque no faltan razones que justifican posturas contrapuestas. Eso es normal en la filosofía, no debe extrañarnos. Responder a cabalidad tu pregunta requeriría un análisis mucho más amplio. En primer lugar, como filosofo que soy, someto a crítica todo lo que venga, como venga y de donde venga, sin piedad, sin conmiseración. Siempre tengo como lema el punto de que “Soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad”, una frase de Aristóteles (“Amicus Platonis, sed amicior veritatis”, traducida al latín). Hay que preguntarse hoy en día, cosas como ¿qué son los Estados nacionales?, ¿qué significa hoy en día la configuración de una región cultural y civilizatoria como la que convencionalmente llamamos América Latina?, ¿qué significa filosofía? ¿es pertinente hablar de filosofías regionales y locales? Estas últimas son probablemente las más polémicas de todas esas preguntas: Una vez que tenemos una respuesta estimable y compartible sobre eso, pasamos a ver si sucede que tenemos un ámbito de producción teórica que alcance los niveles de una exigencia filosófica rigurosa, conforme con lo que han sido miles de años de historia de la filosofía, que no se pueden negar. Y, sobre esa base, determinar si tenemos una filosofía específica de América Latina. Todo eso me resulta complicado. Para mí, los modelos de actitud filosófica, no de doctrinas precisas, siguen siendo los modelos antiguos, no solamente occidentales, sino también el de Mesoamérica, el de India, el de China. En todas esas partes tenemos expresiones de filosofía rigurosa y profunda; algo más exigente que algunas muestras de producción teórica, por muy sugestivas que sean. En esto, como puedes ver, soy muy radical. Soy muy exigente en ese aspecto y asumo la filosofía como una forma de vida inserta en una tradición plural y universal. Reconozco y reivindico a figuras como Sor Juana Inés de la Cruz, que era una poeta, pero también era una pensadora extraordinaria y puede decirse que era una filósofa. Lo mismo digo de alguien como Simón Rodríguez o incluso Andrés Bello, con todo y que este encauzó su pensamiento hacia posturas conservadoras. La actitud de esta clase de pensadores –insisto, no necesariamente sus doctrinas precisas– se inscribe, con sus especificidades, en una comunidad universal de pensamiento. Entonces, lo que plantean es atendible más allá de los linderos de América Latina
Volviendo a la Cátedra Extraordinaria Simón Bolívar, la pandemia nos ha empujado a todos y todas a entrar y manejar las plataformas educacionales online. ¿Cuál ha sido la respuesta de los y las participantes a la duración de cuatro horas de las sesiones?
Buena parte de quienes aceptaron participar en esta cátedra extraordinaria colectiva, al principio, nos llamaron la atención sobre el problema que sería sostener una clase en línea durante cuatro horas. Pero el Dr. Velasco y yo, en todo momento, sostuvimos que había que jugársela, porque de otra manera no íbamos a poder abarcar todo el enorme temario que teníamos que cubrir. Lo cierto es que la gente permanece durante las cuatro horas con nosotros. Además, son cuatro horas verdaderamente exigentes, porque apenas damos 10 minutos de tolerancia, antes de comenzar, y 5 minutos de receso a mitad de la sesión y la gente en general resiste. Por ese lado, la experiencia es muy llamativa. Veo que hay ahí muestras del gran interés del alumnado en lo que se está viendo en la Cátedra. Hasta parece que se ha despertado una especie de pasión por los temas que estamos abordando. Son gente todavía muy joven. La pandemia ha golpeado severamente toda la dinámica universitaria. El Dr. Velasco y yo estamos convencidos de que, si la cátedra hubiese sido presencial, habría habido mucho más concurrencia. La pandemia nos ha puesto un límite. Tenemos un núcleo duro de entre 20 y 25 alumnos y alumnas que están permanentemente ahí. De todos modos, la repercusión de una actividad como esta, aparte de que no se puede medir con facilidad, creo que se notará tiempo después. Es decir, de aquí a unos cinco años, calculo yo, cuando aparezcan tesistas y aparezcan grupos de investigación y muestras de actividad académica, que continúen lo que estamos iniciando .
¿Cree o considera que en el caso de la figura de Simón Bolívar aun quedan ámbitos que deben ser investigados y cuáles son?
Las personalidades con carácter tan significativo y relevante como Simón Bolívar o José María Morelos, en México, o José de San Martín, en Argentina, o el de Francisco de Miranda, José Martí, ofrecen una riqueza humana inagotable. Lo mismo pasa con varios personajes que destacaron por sus contribuciones con la pluma, no con la espada, como Alonso de la Veracruz, Simón Rodríguez, el propio Andrés Bello con todo lo que tiene de controvertible, o Servando Teresa de Mier -aunque este también tuvo su faceta de hombre de acción–, Domingo Faustino Sarmiento y otros. Estas personalidades llegan a nosotros por vía de registros, de documentos que no tienen significación hasta que son interpretados y ahí entramos, entonces, en la diversidad de interpretaciones e incluso en el conflicto de las interpretaciones, algo que por sí solo, nos guste o no, tiene comienzo pero no tiene fin. Hay que tener en cuenta, además, que las interpretaciones también están condicionadas por criterios y perspectivas que en otros tiempos no contaban, como la perspectiva de género, por ejemplo. Bolívar, me parece a mí –y no lo digo porque yo sea venezolano– un personaje con la estatura histórica de un clásico, precisamente porque siempre está abierto a nuevas interpretaciones. Cuando alguien se convierte en una referencia viva para la posteridad estamos ante un clásico. Es lo que sucede con Bolívar, con Miranda, con Martí y algunos otros en América. En el caso de Bolívar, la relevancia de su actuación histórica es tal que, mientras el mundo sea mundo y haya gente con disposición a una lectura honesta de sus ejecutorias y su pensamiento, siempre podrá decirnos algo nuevo.
Las interpretaciones que modestamente pueda hacer yo son distintas a muchas y además son opuestas a otras. En lo personal, para empezar, tomo en cuenta que Bolívar es un gran héroe –cosa que, en estos tiempos de supuesto anti-heroísmo, molesta a algunos– y las figuras heroicas siempre son polifacéticas. Es decir tienen varias caras, tienen muchas dimensiones y algunas de esas dimensiones son positivas y otras son negativas. En casos como el de Bolívar, todo lo negativo es completamente absorbido, aniquilado y superado por lo que fue su contribución histórica francamente sin parangón. Además, en casos de clásicos como Bolívar, sucede que sus actuaciones, sus vidas, siempre conforme con las interpretaciones del caso, se convierten en referencias éticas, en ejemplos a tener en cuenta por la posteridad. Al margen de la postura específica que tengamos en el plano ideológico, nadie puede negar que la figura de Bolívar esta nimbada de grandeza. Se trata de alguien que consagró su vida a la suerte de su comunidad venezolana de referencia y a la una amplia comunidad internacional. Con el impulso de esa entrega incondicional a una causa noble, Bolívar trató de definir nuevas opciones de configuración cultural identitaria, civilizatoria, ética, política, etc. Ahí están las bases de lo que podemos caracterizar, sin ningún problema, como la grandeza del Libertador. Bolívar no era un dios, era un ser humano y, como todo ser humano, tenía sus defectos. Los desatinos que en algún momento cometió, los errores que perpetró, son por completo absorbidos, anulados y superados por la magnitud de su grandeza. Entonces, esto significa que siempre habrá muchos Bolívar que aparecerán frente a nosotros como referencias ético-políticas. En la Cátedra, además de Bolívar, hemos estudiado varios personajes de suma importancia para la emancipación americana, pero Bolívar destaca con respecto a los demás por varios aspectos. Uno de ellos, creo yo que el que condensa todo lo que representa Bolívar, aunque no fuera del todo original de él (ya Miranda había mostrado en sus escritos su conciencia del carácter continental de los procesos de independencia), fue el perseverante afán de organizar el Congreso Anfictiónico. Ya sabemos que la iniciativa terminó siendo fallida, por varias causas que no viene al caso mencionar aquí. Pero el hecho de concebirlo, de promoverlo, de intentarlo en serio y de avanzar considerablemente en ese plan, nos habla de una personalidad con una perspectiva de totalidad, que pocos patriotas insurgentes tenían en su tiempo. Por ejemplo, San Martín fue un militar eficaz, valeroso, un estratego de gran mérito, pero no demostró haber alcanzado la visión global, la perspectiva geopolítica y la creatividad político-estratégica que Bolívar ya evidencia cuando organiza y pone en marcha el Congreso de Angostura. Basta con leer la Carta de Jamaica, para darnos cuenta de la amplitud de miras que, desde temprano, caracteriza al proyecto de Bolívar. Por otro lado, me parece altamente positivo, aunque muy polémico, la disposición de Bolívar a configurar un orden político revolucionario, en el sentido de transformar las relaciones políticas existentes en la América de su tiempo. La alternativa política ideada por Bolívar responde a un republicanismo radical, que no se sustenta en modelos preelaborados y asumidos de manera dogmática. Bolívar me parece un creador en el terreno de la definición de nuevas estructuras políticas. Es alguien abierto a la innovación sin renunciar al examen y a las lecciones del pasado, porque era conocedor de las tradiciones culturales del pasado. Todo eso, a mi modo de ver, hace de Bolívar una persona verdaderamente excepcional y, por lo mismo, siempre será un libro abierto a la posteridad.
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Yoselina Guevara Corresponsal venezolana de Correo del Alba en Italia