EXCLUSIVO │ Aida Quilcué: “Lucharé hasta que se apague el Sol”

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Aida Quilcué Vivas es una destacada figura de la comunidad indígena Nasa en Colombia y acaba de recibir el Premio Nacional de Derechos Humanos Colombia 2021, en la categoría “reconocimiento a toda una vida”.

A fines de octubre estuvo de visita en La Paz, hasta donde llegó como invitada al VI Encuentro Internacional “Retos y desafíos en la construcción de Estados Plurinacionales”.  

Desde que tiene uso de razón –nos cuenta– ha estado dedicada a luchar por la defensa de la vida y la supervivencia de los pueblos indígenas del Valle del Cauca.

Quilcué nos concedió una entrevista exclusiva para Correo del Alba, en  la que ahonda en cómo la vida en comunidad, con unidad y objetivos como la defensa de la Madre Tierra, es la alternativa para salvar a la humanidad.

¿Cuántos años lleva como dirigenta por los derechos de los indígenas en Colombia  y cómo ha sido su labor en la lucha por la reivindicación de territorios ancestrales?

Llevo aproximadamente, en un proceso activo y comunitario, más de 27 años. Después de la tragedia de 1994, un fenómeno natural (un terremoto y avalancha) que arrasó con muchas comunidades, donde  murieron más de dos  mil personas. Mi familia y yo sobrevivimos con algunos compañeros. 

A raíz de eso nosotros nos desplazamos hacia otro lugar y empezamos a reconstruir esa vida familiar, comunitaria; pero también fue lo que nos ayudó para que surgieran muchos liderazgos jóvenes en  esa época.

Además, vengo de una cultura familiar comunitaria donde mi padre y mi madre siempre habían ejercido un rol de líderes comunitarios.

En septiembre fue nominada al Premio Nacional de Derechos Humanos Colombia 2021. ¿Qué significado le concede a ello?

Creo que es un reconocimiento al trabajo que hemos desarrollado –digo “hemos” porque ha sido en el marco de las organizaciones indígenas y sociales–, primero, en el departamento del Cauca, en el Huila, en el suroccidente colombiano; y luego en el país, donde he acompañado desde distintos espacios la defensa de los Derechos Humanos, la defensa a la vida, la dignidad y los derechos fundamentales de los pueblos indígenas.

Creo que es un espacio que, más allá de reconocer mi trabajo, visibiliza lo que está pasando en Colombia, porque la vulneración sistemática de la vida aún no para, al contrario, sigue siendo mucho más fuerte. Por eso consideramos que es un buen momento para poner en el escenario internacional lo que está pasando allá.

¿Qué es la Minga de resistencia indígena? ¿Cómo se organiza y qué rol cumple?

Bueno, la Minga es una práctica cultural que han venido ejerciendo las comunidades indígenas de Colombia en el marco de sus costumbres y su cultura, pero, más allá de eso, es un espacio de compartir, de dialogar, de construir, de trabajar juntos, de caminar juntos y juntas, también de celebrar, de reír, a veces de compartir muchas de nuestras tristezas de manera comunitaria.

La Minga ha sido todo un ejercicio, una práctica ancestral que, luego, en el marco de este proceso organizativo comunitario, se empezó a trabajar en el contexto de la movilización. En 2008, cuando me correspondió orientar este proceso, se llamó Minga de Resistencia Social y Comunitaria, y unió los grandes objetivos para el Cauca y el país, para que no nos quedáramos silenciados. Porque en ese entonces fue muy fuerte la política de seguridad promovida por el gobierno de Álvaro Uribe y se incrementaron los falsos positivos, los asesinatos, los desplazamientos, el confinamiento, el señalamiento y también la regresividad de derechos, porque tenemos una Constitución Política que  permitió a los pueblos indígenas participar con voz propia, pero se empezó a desdibujar parte de esa Constitución con otras normas que volvieron regresivos esos derechos.

La Minga es  juntarnos, caminar y fortalecer los procesos de manera colectiva para la vida, para la dignidad, pero igual para la defensa de la Madre Tierra.

“La Madre Tierra ha estado en riesgo permanente a raíz de la contaminación, del uso de la tierra como objeto al servicio del capitalismo”

Usted ha denunciado que existen dos problemas estructurales en el Cauca: 1) La desigual propiedad de la tierra, que favorece a los grandes empresarios del monocultivo del azúcar; y 2) El narcotráfico. ¿Qué papel juega el Consejo Regional Indígena del Cauca?

El Consejo Regional Indígena del Cauca, del cual hago parte, es una  organización histórica –que cumplió 50 años de vida de proceso organizativo– que tuvo una de las reivindicaciones más fuertes en su lucha por la tierra, porque nos arrebataron el territorio –lógicamente después de la colonización, pero posteriormente empezaron a desdibujar los títulos de origen colectivo–, por tanto se organiza para fortalecer lo que se denominó, en esa época, las “recuperaciones de tierra”.

Las recuperaciones consistían en  arrebatarles la tierra a los terratenientes, especialmente en el Cauca; después, en un proceso largo, ya no se habló solamente de la recuperación de la tierra, sino de la liberación de la Madre Tierra. Aquí yo diría “recuperar” esa tierra, que fue nuestra y fue ancestral, y “liberar”, porque la Madre Tierra ha estado en riesgo permanente a raíz de la contaminación, del uso de la tierra como objeto al servicio del capitalismo, por eso la presencia de las multinacionales para extraer el oro, el petróleo y varios de los elementos naturales que son vida para nosotros.

La  liberación de la Madre Tierra, que hasta ahora seguimos con distintos mecanismos, nos ha permitido, de alguna forma, proteger sus derechos.

¿En qué consiste la Guardia Indígena en la comunidad Nasa? ¿Cuál es la función que cumple?

La Guardia Indígena cumplió 30 años, pero es un proceso milenario, fue un apoyo al proceso de la gobernabilidad ancestral, para proteger la vida y el territorio, y eso se retoma en el Consejo Regional Indígena del Cauca para esos  mismos fines: defender la vida, la dignidad, hacer control territorial, que es como se protege el territorio cuando hacen presencia otros actores distintos a la comunidad.

No es la fuerza pública la que controla, sino que en nuestros territorios está la Guardia Indígena, que  son jóvenes que se han comprometido de alma, vida y corazón y que llevan el compromiso en la sangre y los principios. Son mujeres, pero también son niños y niñas. Esta Guardia Indígena no es un proceso armado, es un proceso civil que, con sus bastones de mando, con la fuerza y el arma de la convicción de la fuerza del pueblo, controla el territorio.

En Colombia se registran agresiones y asesinatos permanentes contra los pueblos indígenas y afrodescendientes, sobre todo contra los líderes sociales. ¿En qué consiste la propuesta de ustedes para hacer frente a esto y que tanto atemoriza al Estado? 

La forma y la sistematicidad de la represión que estamos viviendo en Colombia, de manera milenaria, es por el interés del territorio, y eso no es de hoy, viene desde la colonización. Ese interés por el territorio no ha parado ni en Colombia ni en Latinoamérica ni en el mundo porque: 1) Ahí está la riqueza natural; 2) Son territorios estratégicos, donde incluso está el agua, recurso que en el futuro será el oro más preciado y por el que habrá guerras; 3) En Colombia hay cultivos de narcotráficos promovidos por los gobiernos; y 4) Están las rutas del narcotráfico, o sea, son territorios estratégicamente transitables para los grupos armados como para el Estado.

Nosotros, en el ejercicio del gobierno propio, pero asimismo en el marco de nuestra cultura, autonomía y autodeterminación, cuidamos el territorio, entonces somos un problema. Como dijo varias veces el gobierno de Uribe, y ahora repite Duque: «Los indios son un problema para el desarrollo económico». Y a los campesinos también se les ve como un problema, porque somos los que históricamente hemos resistido para defender la vida y el territorio.

¿Siente miedo por ser una líder destacada a nivel nacional e internacional por los derechos de los pueblos indígenas?

Tuve miedo porque cuando empecé a liderar estos procesos, por decisión de mis autoridades y comunidades, lo hice con fuerza y convicción, porque la fuerza nos la dan las comunidades, la juventud, la Guardia Indígena, las autoridades y el propio proceso. Pero tuve miedo cuando asesinaron a mi esposo el año 2008, y lo hicieron con una emboscada del Ejército, con 116 tiros impactados en la camioneta.

En esa época tuve miedo porque la persecución duró más de 10 años, hasta ahora. En algún momento me vi en una situación muy fuerte, porque a las mujeres nos atacan por la moral, entonces los medios masivos colombianos decían que el Ejército había matado a mi esposo porque Aida Quilcué lo había mandado a matar por problemas sentimentales, y ese fue un ataque del cual me tocó defenderme.

Gracias a la fuerza de la gente, de mi familia en especial, de la juventud y de la comunidad internacional, logré salir adelante con este proceso. Después de cinco años se demostró, en un fallo judicial, que la fuerza pública fue responsable de la emboscada donde mataron a mi esposo. 

¿Cuál fue la razón para asesinarlo? 

Porque yo lideré la Minga de Resistencia en 2008, donde participaron más de 60 mil personas en el país por más de un mes, y en el marco de un debate público desenmascaramos al gobierno de Uribe a nivel  nacional e internacional, por eso me pasaron la cuenta.

“Se ha reactivado la guerra con mayor fuerza porque ya no son los grupos disidentes, sino el paramilitarismo y el Gobierno colombiano, a través de la legalidad, el que mata a la juventud en las ciudades y en las zonas rurales”

¿Qué cambió en Colombia con los Acuerdos de Paz, sobre todo para los pueblos indígenas? 

Lo que cambió fue muy importante por un tiempo, y hablamos de un lapso de un año en que los pueblos indígenas tuvimos tranquilidad, no se daban las confrontaciones, estuvimos tranquilos, y esa es la paz que queremos en nuestros territorios, que los niños no tengan riesgos y las niñas tampoco, que la gente pueda caminar tranquila. Eso lo vivimos en algunos territorios, porque en el Chocó y en el Pacífico nunca llegó la paz.

Hoy se ha reactivado la guerra con mayor fuerza porque ya no son los grupos disidentes, sino el paramilitarismo y el Gobierno colombiano, a través de la legalidad, el que mata a la juventud en las ciudades y en las zonas rurales. Los combates son permanentes, pero consideramos que algún día se verá la luz al final de túnel. 

¿Es posible en Colombia un gobierno progresista que reconozca a los pueblos indígenas?

Sí, hoy le estamos apostando a esos cambios. A mí me han puesto la responsabilidad de las comunidades indígenas de ser candidata al Senado de la República por la circunscripción especial, espero ganar esta candidatura con otros compañeros alternativos, porque nosotros somos conscientes de que tenemos que tener mayoría en el Congreso, pero igual un presidente que empiece a tejer un camino distinto, y me refiero a que nos empiece a devolver la tranquilidad en Colombia.

Usted acaba de participar en un encuentro sobre el Estado Plurinacional, ¿cuál es su opinión sobre este concepto nuevo manejado a partir del proceso boliviano? 

Me parece importante que la plurinacionalidad esté presente porque en todos los países hay diversidades, hay distintos mecanismos de participación, de construcción de procesos, de vidas, pero además de expresiones y de caminos que nos indiquen a juntarnos, y creo que Bolivia ha logrado esa plurinacionalidad en esas distintas miradas que hoy apuestan a seguir construyendo ese país distinto que hoy se refleja en Latinoamérica.

Este encuentro ha sido muy provechoso, primero, para juntarnos; segundo, para seguir con esta apuesta con mucha más fuerza en los diferentes países de Latinoamérica; y tercero, para mantener un relacionamiento y una comunicación permanente para seguir tejiendo juntos y juntas.

¿Cree que hay una política deliberada de exterminio contra los pueblos indígenas y el liderazgo social en Colombia?

Sí, hay una política que no es de ahora, es milenaria, pero, además, hoy es más sistemática porque las formas de asesinar son sediciosas. Hace dos días asesinaron a un gobernador, a una autoridad indígena, y lo degollaron, no bastó con dispararle. También mataron a una niña de tres años, es decir, el nivel de la guerra ha llegado a tal punto que no importa matar al que sea, y a los jóvenes en especial los están matando.

Entonces creo que es una oportunidad para visibilizar ese proceso, porque pienso que la juventud debe tener otras posibilidades de vida, no basta solamente con matarlos físicamente, hay muchos niños y jóvenes que se están muriendo de hambre,  especialmente en las ciudades, y ese es un tema estructural que tenemos que seguir trabajando en Colombia y seguir luchando para que algún día exista esa igualdad y esas otras formas de vida que queremos muchos y muchas.

¿Hasta cuándo va a luchar, a pesar del miedo y las agresiones?

Como dijeron los compañeros del Cauca, hasta que se apague el Sol.   

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Cris González Directora de Correo del Alba

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