En la vida de todos nosotros se dieron, en algún momento, episodios durante los cuales conciliar el sueño o tener un sueño reparador resulta imposible, afectando directamente nuestras emociones, el desenvolvimiento con los círculos cercanos, el desempeño laboral e incluso la salud.
Nuestro cuerpo nos da diferentes tipos de señales de alerta, y una de las alarmas más importantes para la salud mental es el sueño, tema que muchas veces pasa desapercibido.
Los trastornos del sueño no solamente se presentan con insomnio (falta de sueño, sueño intermitente), otras formas pueden ser la hipersomnia (sueño excesivo), el sonambulismo, la apnea obstructiva del sueño. Cualquiera de estos repercuten en nuestra vida diaria, causando alteraciones tanto emocionales como físicas, como cambios de humor bruscos, irritabilidad o fragilidad emocional, pensamiento acelerado, ideas paranoicas, confabulaciones, alteración en la alimentación, pérdida de concentración, caída de cabello, deterioro del sistema circulatorio, aceleración del envejecimiento, dolor de cabeza, aumento de la presión arterial, taquicardia, contracturas musculares, entre otros.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que, en lo referido a la edad de formación de cada individuo, entre los 13 y 18 años lo ideal son ocho a 10 horas de sueño. Por otro lado, un adulto de entre 18 y 64 años debe dormir de siete a ocho horas diarias para conservar su salud; y los adultos mayores, de más de 65 años, deben dormir de cinco a siete horas. Sin embargo, el 40% de la población mundial sufre de trastornos del sueño.
Entre las causas para los trastornos descritos anteriormente está una mala “higiene del sueño”, que se traduce en hábitos que deterioran la salud mental de las personas. En ese sentido se recomienda:
-Establecer un horario regular de acostarse y levantarse;
-Si se toman siestas, que no duren más de 45 minutos;
-Evitar tomar alcohol y fumar cuatro horas antes de acostarse;
-Evitar tomar cafeína seis horas antes de acostarse (esto incluye café, té, colas y chocolate);
-Evitar las comidas picantes, pesadas o con mucho azúcar cuatro horas antes de acostarse. Un pequeño tentempié sí es recomendable;
-Realizar ejercicio regular, pero nunca justo antes de acostarse;
-Dormir en una cama confortable;
-Utilizar una temperatura adecuada para dormir y mantener la habitación bien ventilada;
-Eliminar al máximo el ruido y la luz de la habitación;
-Reservar la habitación solo para el sueño y para el sexo. No utilizar la habitación como espacio de trabajo o como sala de recreo;
-Evitar el uso de estímulos visuales y/o auditivos antes de dormir (celulares, computadoras y televisión).
Al estar en una situación extrema por la pandemia, nuestro ciclo circadiano (día/noche) se ha visto muy afectado, al encontrarnos en un estado de alerta frente a una amenaza invisible a la que jamás nos habíamos enfrentado en la actualidad, como también al estar en confinamiento y las consecuencias accesorias a toda la inestabilidad económica causada por esta, incrementando nuestros niveles de estrés, que derivan en otras patologías de salud mental.
Lamentablemente en varias ocasiones las personas que se enfrentan a la falta de sueño recurren a prácticas populares no profesionales, agravando los síntomas ya que no se trata el problema de origen de esta patología.
Por estas razones, cuidar nuestro sueño resulta primordial, hoy más que nunca, y acudir a un profesional especializado en asuntos psiquiátricos es esencial, dejando de lado los estigmas relacionados al tema, desde tener la apertura para buscar un profesional en salud mental, acudir a una consulta, ser responsables en la toma de medicamentos y asistir a los controles periódicos que establezca el psiquiatra, según el tratamiento indicado.
Recuerda que cuidar de tu propia salud es lo más importante, y empezar a hablar del tema es el primer paso.
_______________________________________________
Yesenia Molleda Boliviana, psiquiatra