De movimiento social a partido político, o viceversa

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La actual revolución digital impacta transversalmente la vida social, política y económica de la humanidad. La comunicación política y la forma de hacer política, no es excluyente a esto.

Con la erupción de los nuevos negocios digitales que las novedosas tecnologías proveen, han surgido múltiples empresas que ofrecen servicios que antes eran considerados actividades o dinámicas exclusivas para actores no económicos, como los partidos políticos. A manera de ejemplo, hace un tiempo tuve la oportunidad de conocer una empresa mexicana que vende una plataforma para la organización y movilización del voto territorial que, con un gran software de planificación, contacta la gente para llevarlas a votar.

Esta empresa combina recurso humano con un novedoso software de seguimiento del voto, para las actividades de campaña, movilización del voto e incluso registro de voto localizado. Entonces, surge una interrogante sobre ¿cuál es la vigencia de los partidos políticos en esta nueva dinámica social? De existir este tipo de empresas que venden estas plataformas que no solo hacen el trabajo de las campañas en aire (digitales), sino que incluso hacen el trabajo de las campañas en tierra, ¿dónde quedan los partidos políticos, su papel en el proceso de las campañas políticas, más aún cuando se sabe que desde hace décadas los propios partidos políticos han ido perdiendo la presencia en la sociedad?

Sobre todo cuando en esta dinámica identificamos otro elemento disruptivo presente en el contexto: la preponderancia e identificación de los tradicionales partidos políticos como ente político y social, en las demandas sociales, políticas y económicas de la sociedad actual en Sudamérica.

Nacimiento de los partidos políticos:

El primer paso en este análisis es retomar el por qué o para qué surgieron los partidos políticos. Los partidos políticos nacieron para promover la participación de la ciudadanía en la vida democrática y contribuir a la integración de la representación nacional. El politólogo Ramón Cotarelo lo define como “toda asociación voluntaria perdurable en el tiempo dotada de un programa de gobierno de la sociedad en su conjunto, que canaliza determinados intereses, y que aspira a ejercer el poder político o a participar en él mediante su presentación reiterada en los procesos electorales”.

La conformación de los partidos políticos surgió como una respuesta a las demandas de las sociedades y su necesidad de unificar sus voces en pro de una o varias “causas”. Ya sea la transformación del poder entre la monarquía y la nueva burguesía o los trabajadores durante el inicio de la Revolución Industrial, coincidimos que para ese entonces, los partidos políticos (inicialmente sindicatos o confederaciones), eran la herramienta disponible que permitía a las sociedades buscar satisfacer una “necesidad” o una “causa” de la sociedad.

La historia nos ha dicho que con el tiempo los partidos políticos evolucionaron a superestructuras, jerárquicas, organizadas, internacionales, con bases doctrinales definidos y establecidos. Este sistema de organización permitió que, de acuerdo a los sistemas democráticos existentes en cada país, pudiesen conquistar el poder político y alcanzar los objetivos planteados, cualquiera que hayan sido.

La mayoría de los partidos políticos hoy en día mantienen esos sistemas de gobernanza interna jerárquicos y tradicionales, donde existe un conjunto de personas de vieja data, con la “verdad histórica” o el conocimiento desde la fundación del partido. (El objetivo de esta descripción es simplemente explicar cómo surgen y han funcionado los partidos, sin que exista algún tipo de calificación al respecto,)

Se podría resumir, de acuerdo a la literatura consultada, que los partidos políticos tienen dos funciones o papeles en la sociedad democrática: el ser organizaciones de masa social; y estructuras electorales que tienen como fin la conquista del poder político.

Sin embargo, entendiendo que los partidos políticos hacen vida en las sociedad o están formados por las sociedades, y que esa sociedad ha evolucionado profundamente en los últimos 20 años, con la irrupción del Internet, de las redes sociales, en fin con la Revolución Digital, configurando nuevas formar de comunicación y organización. Me pregunto: ¿No requieren esos partidos políticos también evolucionar o transformarse de acuerdo a los cambios que están viviendo esa misma sociedad?

«El uso de la tecnología para la visualización de las causas ha generado una ‘democracia digital’ directa y pone en la mano de las personas la posibilidad de comunicar y expresar esas emociones»

La sociedad de los milenios

La población, generacionalmente definidos como milenios, se organiza mentalmente en redarquia[i] (sistema de red cooperativo), donde no está establecido un sistema de mando o de sumisión. Esta generación quiere ser escuchada y entendida por las estructuras sociales, políticas y gubernamentales, donde exista una interacción más igualitaria y directa.

Existen algunos analistas que concluyen que estamos en la era de la despolitización, que las nuevas generaciones no tienen interés en los asuntos políticos, en los grandes temas sociales. En mi opinión es todo lo opuesto, jamás hemos estado en presencia de una sociedad más informada e interesada en las grandes causas y temas que afectan a la sociedad. No solo hay un alto interés en saber, sino un gran interés en opinar, participar y ser parte activa de la solución.

Este comportamiento en red de la sociedad se ve exacerbado con la masificación de las redes sociales, que han creado un espacio de congregación y convergencia que permite una comunicación horizontal y libre entre la sociedad.

El sistema político sudamericano existente se caracteriza por mantener la superestructura jerárquica del Estado y los partidos sordos, cerrados en su verdad y su propia realidad. Con las características históricas de ser poderoso y que, en su mayoría, la principal interacción que tienen con los ciudadanos son durante los procesos electorales. Estas superestructuras se han divorciado de las sociedades y las brechas han sido cada vez más profundas, casi al punto de llegar a una ruptura comunicacional idiomática. Como si dos personas con diferentes idiomas, con el sistema de creencias y cultura de cada una, se pusieran a “conversar” o a “discutir” sobre el mismo punto o distintos puntos. El proceso de comunicación es definitivamente nulo. El resultado es que cada parte se termina escuchando a sí mismo y no existe una comunicación.

A raíz de esta ruptura, de esta desconexión entre estas dos partes (considerando partidos políticos e instituciones gubernamentales como una sola, ya que son similares en la definición aquí expresada sobre su relacionamiento con la sociedad), es que hemos visto las irrupciones de movimientos sociales que comenzaron en 2019 en países como Colombia, Chile y Ecuador, que han tenido gran expresión tanto en el mundo online como en las calles de estos países.

Los movimientos sociales surgidos en Sudamérica son definidos como genuinos y revolucionarios (por su característica de querer cambiar el sistema), impulsados por causas sociales. Crecen de manera anárquica, horizontal y no articulados, unidos por la causa común. Carecen de un solo líder u orientación específica. Se podría decir que son metapolíticos, que se encuentran por encima de los políticos. No controlados por el Estado.

El surgimiento de estos movimientos espontáneos tienen como raíz sentimientos de ira y desesperación por la falta de respuesta a sus demandas que tienen las sociedades, sensación de orfandad. Mediante el uso de la tecnología para la visualización de las causas ha generado una “democracia digital” directa y pone en la mano de las personas la posibilidad de comunicar y expresar esas emociones antes descritas.

Nuevas realidades, nuevos actores

Ante la realidad  descrita, considerando que la revolución digital está en su apogeo y que su expansión seguirá con el devenir de los años, y con ello el continuo cambio: ¿qué opciones tienen los partidos políticos, como organizaciones de masa, para estar conectadas con las nuevas sociedades, frente a sus reales exigencias y demandas y a una apertura entre lo ideológico y lo real? O en su lugar, ¿estamos en presencia de un momento histórico regional, del surgimiento de los movimientos sociales que darán lugar a las futuras estructuras políticas nacionales?

Estos movimientos que aglutinan un conjunto de temas sociales, que ideológicamente algunos hasta se contraponen, que son los demandados actualmente por las sociedades, podrán evolucionar y madurar, en el objetivo y la organización para pasar a ser verdaderos actores políticos con poderes reales en el accionar nacional. Pasar del deseo a la acción y de la acción al poder. Como sucedió con la evolución de las protestas en Chile.

Puntualmente en el caso de Chile, a pesar que las movilizaciones surgieron de manera espontánea, la constancia en la presión al Gobierno nacional logró la realización y posterior victoria del referendo consultivo para la reforma constitucional. La realización del referendo fue la materialización política, por la vía democrática, de las movilizaciones, y la victoria, el respaldo de la población nacional a las movilizaciones.

Evolucionar políticamente ese movimiento en una organización política, indudablemente, será necesario, más temprano que tarde, tomando en cuenta que en noviembre de este año 2021 hay elecciones presidenciales en Chile.

Entonces llegamos de nuevo al punto de partida, cerrando el círculo en el análisis. O los partidos políticos tradicionales se transforman profundamente para ser parte de esa demanda que la sociedad está gritando por todos los medios que tiene a su disposición, o están destinados a ser parte de la referencia histórica. Las consideraciones iniciales sobre esto, sean que quizás ambos procesos no son excluyentes y que, en algunos casos, surgirán nuevos actores desde los movimientos sociales y, en otros, los partidos políticos tradicionales resucitarán como aves fénix luego de fundirse en el fuego de la sociedad.

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Virginia Montilla Analista política


[i] La redarquía es un modelo organizativo emergente característico de las nuevas redes abiertas de colaboración -muy especialmente la Web 2.0- y está basado en las interacciones que múltiples agentes mantienen entre sí cuando comparten su talento y su conocimiento de forma abierta y transparente, en relaciones de igual a igual.

El concepto de redarquía fue definido por primera vez por el tecnólogo y emprendedor José Cabrera tomando como punto de partida el modelo organizativo de las comunidades de desarrolladores de software libre.

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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