El 12 de enero, finalmente se lograron exhibir 15 de las 45 piezas de una ofrenda ceremonial de la civilización Tiwanaku, en un importante acto celebrado en el Complejo Arqueológico de Tiwanaku en el Altiplano boliviano. Dichas piezas fueron descubiertas en 2019, entre septiembre y octubre, por arqueólogos locales. La muestra consta de piezas que datan entre los años 100 y 400 años dC; entre ellas destaca un cuchillo de piedra pizarra, piezas de cerámica, cuencos sobre trípodes, restos óseos de pescado. A la ceremonia oficial, que unió la ritualidad espiritual y la investigación científico-cultural, asistieron el presidente Luis Arce y el vicepresidente David Choquehuanca. El primer mandatario expresó: “Revalorizamos nuestros orígenes para proyectar el futuro. Llegamos a esta tierra sagrada para presentar las piezas arqueológicas descubiertas”.
Una civilización más antigua que los Incas
Tiwanaku se encuentra al sudeste del lago Titicaca y a una altitud de 4.000 msnm, este es un sitio arqueológico que ha sido definido como uno de los más importantes de América Latina y que albergó a una de las civilizaciones más antiguas de Sudamérica. Solo recientemente la arqueología moderna ha sido capaz de reconocer el papel del imperio Tiwanaku, el primero que estableció su dominio sobre una región que se extiende desde el norte del Ecuador hasta las tierras altas de Bolivia y Chile.
Tiwanaku fue el primer verdadero imperio andino, una civilización comparable en fuerza y extensión al de los Incas, que, sin embargo, surgió solo siglos más tarde. A pesar de la enorme importancia de Tiwanaku como cuna de la civilización andina, más de un siglo de investigaciones arqueológicas apenas han podido levantar el velo de una civilización que sigue estando en gran parte envuelta en el misterio, llegando incluso a desconocer las verdaderas causas de su desaparición.
Una ciudad bajo el barro
Esta civilización prehispánica fue una de las más evolucionadas del pasado. Científicos e investigadores coinciden en que la ciudad que se encuentra en el Complejo Arqueológico de Tiwanaku había sido el centro del imperio, pero la misma fue devastada por un cataclismo de indescriptible poder, que arrancó los palacios y redujo los grandes templos, las calles y las plazas a un inmenso cementerio. Todo el esplendor de este imperio está enterrado bajo un manto de barro, con un espesor en algunos puntos de 21 metros.
Durante la conquista española Tiwanaku continuó a sufrir un proceso de gran destrucción, los invasores la convirtieron en una interminable cantera de piedras. A mediados del 1800 el saqueo procedió a tal ritmo que una línea de ferrocarril tuvo que ser construida a propósito para conectar Tiwanaku con La Paz. A principios del siglo XX, el ingeniero y arqueólogo austriaco Arthur Posnansky fue el primero en realizar excavaciones científicas en Tiwanaku, dibujando así por primera vez una imagen más clara de esta antigua civilización.
Arquitectura de una ciudad ceremonial
Entre las principales obras arquitectónicas ceremoniales del Complejo Arqueológico de Tiwanaku se encuentra la famosa Puerta del Sol, que de acuerdo a análisis científicos se trata de un único bloque de piedra cortada sin dividirla en partes cuyo peso es de 100 toneladas. Asimismo, otras obras monumentales que desafían a la ingeniería moderna como portales de tres metros de alto, cuatro metros de ancho y medio metro de grosor, con puertas talladas y ventanas falsas. Se pueden admirar las paredes de los restos de los edificios, las cuales fueron hechas con piedras y cuyos cimientos enterrados debajo de los edificios tienen un peso de más de 100 toneladas.
Escultura abstracta
Pero no menos asombrosas son las estatuas hechas por esta civilización, que se caracterizan igualmente por ser talladas en una sola piedra, y cuyas alturas no bajan de los 8 o 5 m, con pesos que van desde las 20 toneladas. Un trabajo de escultura inmenso, que sería difícil realizarlo incluso hoy en día con todos los medios que tenemos a disposición.
Especial mención merece el monolito de Ponce, una escultura que expresa una armonía total del ser, donde las manos y el cuerpo están en completo equilibrio simbolizando una cualidad moral. Si pensamos que este es un arte que no imita a la naturaleza, que raya en lo abstracto, podemos ver que su rostro está conformado solo por líneas geométricas donde nada de la forma humana permanece en ningún órgano: los ojos son rectángulos redondeados, la nariz una pirámide, la boca un óvalo, y la frente un rectángulo.
Canales y un calendario
Además de la monumentalidad de sus obras arquitectónicas, los investigadores han dado a conocer el desarrollo a nivel intelectual de esta civilización. La planimetría parcial de la ciudad de Tiwanaku realizada por Posnansky, sacó a la luz la complejidad y singularidad de su sistema hídrico. Todo el subsuelo parece estar surcado por un inextricable laberinto de tuberías, canales y cañerías, que se encuentran en gran número que llevan a pensar que eran utilizados para realizar algún ritual desconocido.
Además, sobre el valor intelectual de esta civilización tenemos un precioso testimonio que parece irrefutable: un calendario tallado en piedra. Posnansky fue el primero en descubrir que era un calendario y fue capaz de determinar los signos de los solsticios y equinoccios.
Hay mucho que descubrir aún de Tiwanaku y su civilización, una historia que en definitiva nos habla de lo que somos y de lo que fuimos. Un inconmensurable valor patrimonial que es necesario conocer y proteger como legado a las generaciones actuales y las venideras.
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Yoselina Guevara López Corresponsal en Italia