Especie en revolución: de virus y vacunación (primera parte)

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Por Milthon J. Chávez

Al cierre del aleccionador 2020, cuando se anuncian las primeras vacunas emergen nuevos nodos de acción y de ellos emanan también nuevas tensiones individuales, sociales, políticas, económicas y hasta geopolíticas.

La primera tensión es de carácter científico/tecnológico y se refiere a la seguridad y eficacia de las vacunas. En este caso, el término seguridad significa la menor o mayor posibilidad de efectos colaterales. Si consideramos que las distintas vacunas se han desarrollado en meses, el conocimiento cierto de los riesgos a mediano o largo plazo no existe, más allá de las proyecciones que se pueden hacer a partir de cada una de las tecnologías de desarrollo.  

En cuanto a eficacia, otra tensión de carácter científico es el porcentaje de receptores que quedan inmunizados y los que no. Si hablamos de vacunas con 95% de efectividad, se deduce que el 5% restante no queda inmunizados, lo que se podrá determinar en pruebas clínicas posteriores… o de lo contrario, en contagios. La tecnología tiene el reto logístico de conducir el proceso masivo manteniendo la vacuna a temperaturas muy bajas, que es un requisito de las pioneras, hasta ahora.         

Una tercera área de tensión es de carácter político-social. Cada Estado tiene criterios particulares de priorizar a las personas de acuerdo a complejos entramados de factores, que no siempre se declaran. Ante la gestión de un recurso escaso, como la vacuna, los gobernantes establecen políticas de acceso y prioridad y, cual escenario nietszcheriano, queda al desnudo la verdadera visión estadal (es difícil esconder la vacunación de pequeños grupos priorizados), en cuanto a categorías de ciudadanos.

También hay factores individuales de tensión sobre la decisión de vacunarse o no de cada ciudadano. En los casos que la ley permita establecer la obligatoriedad, no habrá mucha polémica, excepto las individualidades que intenten burlar la norma. En países donde la vacunación es una decisión personal, habrá confrontación entre el Estado y grupos divergentes, que incidiría en la velocidad de inmunización societal, a menos que la coartación normalizadora se imponga. Las posiciones individuales estarán transversalizadas por el manejo político y posiciones dogmáticas. Sería hasta difícil diferenciar cuando un jerarca reposa brevemente por estar contagiado o si está vacunándose con un protocolo de cuidado especial.    

En Estados Unidos ya han surgido posiciones enfrentadas, a favor o en contra de medidas de prevención, polarizadas conforme a las dos tendencias políticas dominantes y con escaso criterio sanitario. Sus líderes han conducido esa sociedad a la cresta del contagio en el planeta. Cada estado aplicará criterios de seguridad nacional, seguridad pública, salud pública, roles en procesos estratégicos (sociales, económicos y políticos), conveniencias y regionalización. Otras naciones se debatirán en cómo transferir el costo económico de la vacunación a la gente, de forma explícita o implícita, de acuerdo a su vocación política.  

Quizás luego de las celebraciones de fin de año, a nivel mundial, la población asimile la realidad sobre los lapsos del proceso de vacunación. Hasta ahora las vacunas adelantadas se aplican en dos dosis separadas por un lapso de dos a tres semanas, luego del cual se obtendría la inmunización; lo justo es entonces concebir el proceso de vacunación como un periodo de al menos un mes, incluyendo las pruebas de confirmación de inmunidad.

Los científicos aún no tienen respuestas definitivas para dos temas adicionales. La capacidad del vacunado de contagiar a otros vulnerables, lo cual obligaría a períodos adicionales de medidas de prevención y de conciencia solidaria, y la duración de la inmunización. Los especialistas hablan de un lapso de seis meses, lo que obligaría a procesos sucesivos de vacunación mientras no se disponga de mejor solución. 

Todo ocurre en un escenario muy especial, el invierno en el hemisferio norte se avizora como uno de los más fríos de los últimos años, las grandes economías liberales están golpeadas, la  llegada de una recesión  mundial (que hace inminente la transformación del sistema monetario global usado durante casi un siglo) y la nueva guerra fría, son factores con los que humanidad tendrá que lidiar en una época donde el Derecho y la institucionalidad internacional ha sido pisoteados y el pragmatismo parece ser la visión dominante en algunos centros globales de poder.

«El modelo occidental de sociedad construido en el siglo XIX, y remodelado y maquillado a lo largo del siglo XX, se muestra frágil frente al primer gran reto del tercer milenio, un microorganismo»

La globalización ha mostrado sus debilidades y, en lugar de favorecer la acción coordinada de las naciones frente a un enemigo común, (al estilo de Hollywood) hemos visto desde piratería de cargamentos de tapabocas hasta amenazas contra farmacéuticas para alterar el orden de los pedidos de vacunas. Aun a la Unión Europea (UE) le ha costado aplicar políticas conjuntas y el «sálvese quien pueda» es la divisa. La América Latina, dividida, en la mayoría de los países, la influencia de centros de poder global, el trabajo informal, la política intestina y econocentristas y la corrupción, han contribuido a elevadas cifras de contagio pues la prevención es un lujo a medida que se desciende en las clases sociales. Solo Venezuela mantiene cifras bajas de contagio y decesos, producto de políticas consecuentes. Hasta la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sufrido ataques y coartación por recomendar la activación de políticas de prevención y solicitar la publicación de las estadísticas necesarias para enfrentar la pandemia.

En la escena de las superpotencias, China y Rusia ya disponen de vacunas noveles que han comenzado a aplicar y siguen una estrategia de Estado, obteniendo una ventaja relevante sobre Estados Unidos y sus aliados de Europa Occidental que marchan atrás, siendo el peor espectáculo el estadounidense, cuya política frente a la pandemia ha sido errática desde la prevención hasta la producción de fármacos. Se muestra como un gigante con pies de barro, incapaz de convocar a su pueblo en pos de un objetivo común y, por el contrario, la emergencia sanitaria se utiliza como elemento de confrontación electoral. También ha demostrado que la supuesta ayuda a gobiernos satélites (la esperanza del esclavo) era una historieta de fantasía, los superhéroes están de cuarentena y sus superpoderes son inútiles frente al virus.  

En este escenario, propio de la complejidad transversalizado por la revolución digital, se ha contado con las infotecnologías para operar en pandemia, pero a la vez vemos el abismo de exposición y riesgo entre labores de contacto (procesos de materiales) y labores de relación (procesos de información). Son inmensas las tareas pendientes. Los modos y relaciones de conocimientos, trabajo y gestión deben cuestionarse. Los centros de pensamiento, los dirigentes públicos y privados, los colectivos de toda índole y las personas con capacidad de influir están convocados a ir más allá del relato, de la divulgación y el diagnóstico.

Para las inmensas mayorías excluidas en todo el planeta es un tiempo de reclamar la autentificación de su inclusión como parte de esta humanidad o caer más en el abismo fáctico como una subespecie global. La pandemia en el centro imperial y satélites de reflejo, nos muestra la cara de un sistema donde la muerte y la agonía son menos “esenciales” que la entrega de una pizza, que las ciudades no sustentables pletóricas de tecnología son incapaces de manejar los ciclos abiertos de la recolección de desechos, que el «negocio de la salud» poco tiene que ver con salud, que las PyMEs cierran pero mega corporaciones incrementan su ganancia, que los índices bursátiles suben aún ahora pero no tiene nada que ver con la economía del ciudadano, que estamos lejos del salario universal, que no hay tregua para bombardear ciudades, intentar invasiones, derrocar gobiernos legítimos o bloquear naciones soberanas. La unión fantástica de Estados contra extraterrestres, meteoritos, vampiros y cataclismos no incluye el combate real de la especie “más evolucionada” contra un virus. Así como el sistema monárquico no sirvió para mantener la paz siglos atrás, en el 2020 se ratifica que el sistema neoliberal es incapaz para atender ni siquiera el derecho a la vida y la salud.  La crueldad de invisibilizar a los vivos, ahora amplificada con la negación de los muertos.     

Estamos persuadidos de la necesidad de asumir la llegada (tardía) de un nuevo siglo y nuevo milenio donde como individuos y como sociedades debemos reinventarnos para trascender, en medio de capacidades destructoras y creadoras muy superiores a la de cualquier momento pasado en la historia humana. Es necesario perseverar para ser los mejores nacidos de la especie hasta ahora, sino, al menos, no ser los peores. El modelo occidental de sociedad construido en el siglo XIX, y remodelado y maquillado a lo largo del siglo XX, se muestra frágil frente al primer gran reto del tercer milenio, un microorganismo. Es perentorio convocar a las mayorías a  la construcción de otro mundo posible, solo factible en auténtica revolución, frente al orden mundial actual que luce caduco.   

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Milthon J. Chávez Postdoctorado en Seguridad de la Nación

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