Por Yoselina Guevara López
Inesperadamente Bielorrusia se ha convertido en el centro de atención del tablero geopolítico mundial luego de los resultados de las elecciones presidenciales celebradas el día 9 de agosto y en las cuales la Comisión Electoral Central proclamó al actual presidente Lukashenko como ganador absoluto de los comicios, con el 80.23% de los votos, lo que le da derecho a ejercer un sexto mandato. La principal candidata de la oposición, Svletana Tijanóvskaya, obtuvó solo el 9.9%, un resultado inesperado para ella y sus partidarios, por lo cual súbitamente declararon que hubo fraude sosteniendo y que las autoridades le robaron la victoria, ofreciendo como pruebas el recuento paralelo efectuado por dicho partido y el cual consiste en un programa informático en el que los electores enviaban una foto de su papeleta electoral.
Desatar la violencia para la dimisión
La violencia se ha desatado en la última semana en el país con múltiples manifestaciones que piden la dimisión de Lukashenko. No obstante que los llamados de la oposición sean bajo la consigna del “cambio pacífico” e incluyan manifestaciones y huelgas que de manera casi inmediata se vuelven violentas.
Por su parte, Lukashenko, cuya victoria ha sido reconocida por su par ruso, Vladimir Putin, y el líder chino, Xi Jinping, denunció que las protestas no son espontáneas y están orquestadas por países como la República Checa, Polonia y Ucrania. En declaraciones a la prensa señaló: «Por lo que dicen, vemos quiénes son los que manejan los hilos. Una de las líneas (de investigación) nos lleva a la República Checa. De Polonia ya ni hablo. En resumen, intentan controlar la situación desde el exterior… es decir, Lukashenko, que se encuentra en la cúspide del poder, al frente del Estado debe cederles el poder tras lograr un 80% de los votos».
A pesar de los intentos de movilizaciones y disturbios la oposición bielorrusa no ha logrado abrirse paso porque no representa un verdadero movimiento de masas capaz de movilizar a la opinión pública nacional. Además, el Gobierno mantiene un apoyo sustancial de la población, sobre todo en los centros más periféricos de las ciudades y en las regiones del campo. Evidentemente la carta que desea jugar la oposición bielorrusa es seguir el guión de la violencia para propiciar un cambio de Gobierno a través de que la Policía y el Ejército se rebelen abriendo paso así a una crisis más profunda.
La posible autoproclamada Svletana
Svletana Tijanóvskaya, tras huir intespectivamente a Lituania, aseveró a través de sus portavoz oficial que «está preparando un comunicado especial en el que declarará su victoria en las elecciones presidenciales que se celebraron el 9 de agosto”. Es decir, se trataría de una nueva autoproclamación como Presidente, con grandes similitudes a lo que ocurrió en Venezuela con Juan Guaidó.
Al igual que en el país caribeño, en lo que aparenta ser el mismo formato, se difunden las voces de los opositores dentro y fuera de Bielorrusia en declaraciones a la prensa mundial: «Esperamos que Occidente acepte la elección del pueblo belaruso y reconozca la victoria de Tijanóvskaya»; «Pedimos la liberación de todos los prisioneros políticos, así como de los detenidos por acciones pacíficas y acciones de disidencia”; “Pedimos la renuncia del expresidente Alexander Lukashenko”; «Lukashenko no solo es la principal amenaza para el pueblo belaruso, sino también para la independencia del país. Sabemos que el régimen está dispuesto a hacer cualquier cosa para mantener el poder».
La política norteamericana del “cambio de régimen”
Para la hegemonía absoluta del imperialismo norteamericano-sionista el principal obstáculo en Europa es ahora la Bielorrusia de Alexander Lukashenko, un país socialista y uno de los último Estados soberanos que queda en el Viejo Continente. En este sentido, se evidencia que cualquier candidato que gane la presidencia de los Estados Unidos dará continuidad a la política exterior de la Casa Blanca, es decir, seguirá asfixiando con sus intervenciones en todo el mundo, y propiciando sus esfuerzos para el «cambio de régimen».
En las dos últimas década ese ha sido el leitmotiv norteamericano, teniendo como objetivo cambios de gobiernos en Afganistán, Irán, Irak, Libia, Siria, Ucrania y Venezuela, agregándole ahora Bielorrusia a la lista. Es bien conocido que Estados Unidos tiene una larga y continua historia de perseguir, y a menudo lograr, el derrocamiento de gobiernos mediante acciones que incluyen invasiones, asesinatos, sanciones, interferencias electorales, financiamiento e instigación de golpes de Estado. La prolongación de esta política parece estar garantizada; el día lunes 10 de agosto el actual Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, y el candidato presidencial Demócrata, Joe Biden, hicieron declaraciones a la prensa en las que coincidieron en condenar al gobierno de Bielorrusia, calificandolo de fraudulento. Las razones para no apoyar a Lukashenko le sobran a la cúpula del poder político norteamericano, el líder bieloruso nunca ha mostrado el nivel de deferencia requerido a sus supuestos señores occidentales en comparación, por ejemplo, con los de los países bálticos, quienes se pliegan a las órdenes de la Casa Blanca. Una vez más, aunque de forma no oficial, se presume que Estados Unidos canalizó millones de dólares a la oposición política bielorrusa vía ONG, con la esperanza de fomentar el “cambio de régimen”.
Posible llegada de sanciones a Bielorrusia
La Unión Europea (UE) también entra en el baile y arremete contra Lukashenko; en la última reunión de Ministros de la UE, acordaron elaborar una lista de funcionarios del actual gobierno bielorruso que serían sancionados con la prohibición a entrar en el territorio de la comunidad europea y con la congelación de sus activos allí. Los representantes de Polonia, República Checa, Estonia, Letonia, Lituania y Dinamarca solicitaron en un documento conjunto explícitamente «medidas restrictivas contra las autoridades» responsables del resultado de las elecciones en Bielorrusia que le dieron la victoria al presidente Lukashenko, así como a los encargados de ordenar los ataques de las fuerzas de seguridad bielorrusas contra los manifestantes. Los diplomáticos de Alemania, Austria y Suecia ya han pedido que se impongan sanciones de inmediato; hasta ahora el gobierno de Hungría es el único que había pedido el levantamiento de todas las sanciones de la UE a Minsk.
Las razones del éxito de Alexander Lukashenko
En un artículo de 2011, el académico Matthew Raphael Johnson, experto en historia y teología rusa, analizó las razones por las cuales se ha calumniado a Lukashenko tildandolo de dictador, tirano, las cuales atribuye al éxito en la gestión de su gobierno. De acuerdo a Johnson, Lukashenko es atacado por el éxito del modelo económico social nacionalista, o lo que él llama el modelo de «mercado social», en oposición al capitalismo neoliberal. No hay duda de que este modelo tiene fuertes connotaciones nacionales, es generalmente proruso y su futuro económico mira hacia el Este y no al Oeste, es decir, hay un fuerte componente de alianza con la Rusia de Putin.
Bielorrusia fue una de las repúblicas esenciales de la antigua Unión Soviética, especializada en la electrónica, los medios de transporte y los combustibles, lo que la hace altamente estratégica y una amenaza a la hegemonía de Occidente. Además se observa que las continuas amenazas a este pequeño país sirven como medio para atacar a Moscú. En este sentido, Minsk cuenta con el apoyo de Putin, de modo que el lunes 17 de agosto el Kremlin anunció que «estaba listo para ofrecer ayuda militar si fuera necesaria,de acuerdo con un pacto militar colectivo” y que «el país estaba siendo sometido a presiones externas». La situación en Bielorrusia sigue siendo peligrosamente incierta y solo las próximas horas arrojarán luz sobre lo que sucederá en los márgenes de Europa.
__________________________________________________________________
Yoselina Guevara López Corresponsal en Italia
