Por Correo del Alba
Pese a las amenazas del Estado de Israel de fijar como fecha clave el 1 de julio de 2020 para la anexión de Cisjordania, ya se conocía de antemano, a través de diversas fuentes de la prensa de aquel país, que el gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu no iniciaría a extender su soberanía de manera ilegal sobre el 30% de la ribera oriental.
Al parecer el Estado sionista no cuenta con el apoyo pleno de la administración Trump para llevar a cabo sus planes colonialistas; además causan suspicacia las declaraciones del titular de Defensa israelí, Benny Gantz, quien señaló que «hay otras prioridades a la anexión de Cisjordania». Lo cual no significa que el premier Netanyahu haya desistido de su proyecto, siendo muy probable que la máquina de ocupación se ponga en marcha aunque sea simbólicamente, creando el terror y el desasosiego en el pueblo palestino.
Raíces neocoloniales
El Estado de Israel mantiene su estratagema de llevar a cabo un proyecto colonialista, con un rostro actual, aunque no diferente del accionar colonialista de Europa desde tiempos pretéritos. Es un plan bien ejecutado y respaldado por Washington, cuyo fin es someter al pueblo palestino a la ocupación militar, la expropiación de tierras y la pérdida de cualquier Derecho Humano.
Israel prohíbe el regreso de más de cinco millone de refugiados palestinos, mientras que a 72 años de la ocupación las heridas de la Nakba siguen abiertas, produciendo un dolor incesante a miles de ciudadanos y ciudadanas inocentes.
En el libro Conversaciones sobre Palestina, publicado en 2015 por el historiador israelí Ilan Pappé y el escritor norteamericano Noam Chomsky, aquel señala que el desplazamiento forzado de los palestinos equivale a una limpieza étnica: «la historia de Palestina desde el principio hasta hoy es una simple historia de colonialismo y expropiación, pero el mundo la trata como una historia compleja y multifacética, difícil de entender y aún más difícil de resolver».
La insistencia en no estudiar a fondo el tema, y en tratarlo como un conflicto lejano a las fronteras de América Latina ha determinado que no se vaya más allá de las consignas y las manifestaciones de solidaridad, que son valiosas pero insuficientes para generar un pensamiento crítico y reflexivo en la población de habla hispana.
Te puede interesar: «Alwani: ‘El problema palestino es colonial, nunca fue religioso y menos político’”.