Mujeres de fuego

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Por Jorge Luis Ubertalli O.

«Mire compañero, la verdad es que no se puede hacer la revolución sin la participación de las mujeres…”

Comandante Doris Tijerino Haslam, FSLN

I

Amanece soleado en Cerros de San Pedro. El comandante platica conmigo sobre las tareas a realizar en el día, también está Joaquín, responsable de propaganda del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) – Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), con el cual ya habíamos diseñado las charlas de rigor en los cantones. Hoy, luego de una breve reunión, me toca en Los Tilos, un cantón de la periferia de nuestro Campamento General. Cuando nos preparamos a salir se acerca Amanda, enfermera francesa internacionalista, nos alerta que están bombardeando el cantón con morteros desde la zona que ocupan los cuilios.

Bueno… ¿y la gente?, pregunto.

Está allí, seguramente en los refugios.

Si está la gente vamos igual, no se suspende la charla.

Consulto con mis compañeros de viaje, un compa del partido y Marlena, una muchacha veintiañera que milita en al Partido Comunista Salvadoreño (PCS), cuyo brazo armado son las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL). Vamos en dos caballos, porque no queremos utilizar los pingos más de lo que se necesita, hay mucho que hacer en el Frente Paracentral Anastasio Aquino y el PRTC, que hegemoniza la militancia y el trabajo político en esa zona, no cuenta con mucha infraestructura, hay que darse maña para contener a todos los campesinos , los y las combatientes, los niños, los ancianos…

A media mañana partimos para Los Tilos, el compa en un caballo, Marlena y yo en otro, la muchacha, como una china gaucha o una donmó mapuche, se ubica en las ancas. Llevamos tres fusiles M1, pistolas, machetes, papas monimbó colgando de una chamarra bien empaquetada con bolsas de mecate que lograrán impedir que estallen ante cualquier fricción. Nos largamos a campo traviesa, dos o tres horas de viaje, de pronto desde la radio a transistores que lleva el compa se cuela un tema conocido, es la marcha peronista en guitarra… ¡mi Dios!, ¡escuchar aquí, a tantos kilómetros de mi Argentina, la marcha peronista!

Oye, de donde salió eso, que radio es?

Noticias del continente, compa, la escuchamos siempre…

Emocionado, ahora caigo de donde brota la marchita… es una radio que instaló Montoneros en Costa Rica, conocí a algunos de los que trabajaban allí, luego se vinieron a Nicaragua, pero en ese tiempo de Costa Rica no me daban bolilla, en fin.

Seguimos andando rumbo a Los Tilos, y mientras tranqueábamos yo le contaba a Marlene lo que significaba esa marcha en Argentina, le hablaba de las FAP, de las FAR y Montoneros, organizaciones peronistas revolucionarias, del PRT-ERP, organización marxista-leninista-guevarista, del papel de Perón, de Evita, de mi visita a la CGT con mamá y papá cuando allí la velaron, de los altares en mi barrio de Alsina.

Casi no nos dimos cuenta cuando llegamos a Los Tilos, se escuchaba algún morterazo por allá, otro por acá, pero el bombardeo había disminuido… atamos los caballos en una zona segura y rumbeamos, en compañía de varios compañeros del cantón, para el albergue que servía de ámbito de reunión. La bandera del FMLN, hechiza a puro huevo, flameaba de un mástil de palo…

Los compas me presentaron, la gente me agradeció la militancia en pos de la Revolución salvadoreña, nos sentamos todos y di la charla sobre el FMLN, su accionar, sus logros, la situación de Nicaragua, El Salvador y Centroamérica en general, el papel de la lucha armada en la revolución, el juego del imperialismo yanqui, la resistencia y la liberación de las zonas…estuvimos como tres horas entre charla, preguntas, brindis, almuerzo frugal con pan de maíz, tortillas de maíz y no recuerdo qué más, y regresamos.

A poco de andar se hizo noche. Los caballos sabían por dónde rumbear, no era la primera vez que llevaban a distintos compañeros hasta ese cantón, las estrellas brillaban pero no había luna, la oscuridad era total… en un momento me puse a tararear un loncomeo de Carlos Di Fulvio.

…Dale tero, pero dale tero,

que tu cuerpo se doble en el loncomeo.

Dale tero-tero dale, tero,

hasta mirar de frente la puesta de sol…

La noche me encendió la voz, los recuerdos trepaban hasta mi garganta haciéndose canción.

¿Qué cantas?, preguntó Marlena.

Una canción de la Patagonia, queda al sur de mi país, es una canción de los indios que viven allí, el tero es un animal sagrado.

Marlena quedó escuchando detrás mío lo que yo desgranaba en mi voz, era como andar por Esquel, Bajo La Cancha, Facundo, parajes de Rio Senguer, del Chubut paisano que había recorrido previa salida de Argentina, estepa ventosa, cuna de neneos, de mamuel choike, árbol del avestruz, que aguanta los vientos de las estepas y en donde se aguaridan los charabones con sus madres, de los paisanos mapuche arrancados de su tierra por patrones venidos de fuera… Hablé de mi Patagonia y la sentí más mía que nunca.

En todo el viaje, entre canciones, le conté a Marlena sobre esa tierra, su gente, los ritos paisanos, el baile del tero o del avestruz, choique purrum, que enciende los nguillatunes o camarucos, el puel purrum, o Baile del Este, de donde viene el sol, la vida mapuche… gente de la tierra… del porqué del loncomeo, canción acriollada tomada del rito mapuche… cuando los danzantes bailan una rogativa a nguenechén para que haya lluvia, buen pasto, buena crianza para sus animales, imitando al avestruz o al tero, pintado el cuerpo, emplumados y al ritmo del cultrún, tamborcito redondo que golpea la machi, la sacerdotisa del rito y la única que puede golpear su parche, acompañada por pifulcas y trutrucas y cascabeles… cuando los paisanos danzan, el cacique grita loncomeo, loncomeo, loncomeuuu, que significa muevan la cabeza, de arriba abajo, como hacen los avestruces.

No pude, claro está, advertir el interés de Marlena ante mi relato, pero creo que estaba interesada y emocionada, era de origen campesino, con paletas dentales de oro, como se estila entre los centroamericanos, posiblemente de origen nonualco, como don Anastasio Aquino.

Cuando llegamos guardamos los caballos, comimos algo en el campamento central y seguimos charlando, seguí contando sobre mi Patagonia y sus ritmos, su gente, la paisanada sin tierra a merced de los huincas locales y extranjeros, ladrones de tierras, exterminadores de gente.

Marlena luego se marchó hacia el rancho donde se habían establecido los compas del PCS-FAL, y no la volví a ver hasta un par de días más tarde.

Ya habíamos evaluado la charla, el recibimiento, hecho balance de la jornada en unidad, hasta que comenzó la jodedera. Una orquesta de campesinos, no recuerdo su nombre pero que incluía violín, requinto, guitarra, guitarrón, contrabajo y hasta marimba si no me equivoco, comenzó a emitir los sones que convocan a la danza. Invité enseguida a bailar a Marlena y allí comenzamos a movernos y a sudar, tal como en aquella fiesta mapuche en Facundo, donde bailaban viejos y viejas, jóvenes, niños, perros, muchachos, en tanto saboreábamos carne de yegua, plato mapuche por excelencia.

Bailamos un rato hasta aquel grito

¡El avión, viene el avión!

Enseguida se escuchó el rugido de un motor, tomamos las armas del arsenal y nos lanzamos organizadamente hacia los refugios, yo seguí al compañero que me indicó adonde íbamos, ante nosotros, luego de correr unos metros, se abrió la tierra y entramos por una escalera a un refugio subterráneo, a un tatú, como se les llama, con capacidad para unas veinte personas, donde había comestibles, faroles de querosén, velas, mesitas y hasta espacio para dormir, eso sí, en el suelo…carecíamos de armas antiaéreas y debimos entonces escondernos como peludos esperando que el avión no nos detectara y lanzara bombas, como solían hacerlo.

Pasaron unos minutos, el avión se alejó, salimos de las cuevas subterráneas, la orquesta se reconcentró y volvió a tocar, bailamos hasta la tarde con Marlena.

Nunca más, desde que partí de Cerros de San Pedro, la volví a ver… quiero creer que está viva, con su compa y sus niños, luchando y soñando siempre con liberar al Pulgarcito.

II

Mónica era de familia comunista, por lo que sé de ella. Nos conocimos cuando estudiábamos Sociología, ella noviaba con Edi, recuerdo que ya me había casado con Marta. Estudiamos juntos varias veces, nos hicimos muy amigos, fuimos a su casamiento judío, a la fiesta que se hizo en casa de Edi y a la que concurrieron varios compañeros de facultad. Con el tiempo nos fuimos haciendo más compinches, Edi tenía un hermano menor, Quique, que comenzó a militar en la UES del Colegio Nacional Buenos Aires, adonde concurría. Hasta ese momento era el único familiar de Edi que militaba, pero con Mónica era distinto… sus primos militaban en las FAR y alguien de su familia, cuyo apellido coincidía con el de sus primos, había sido uno de los fundadores del Partido Comunista (PC) en la Argentina.

Al fín ambos se integraron a las FAR y Quique siguió militando en la UES, era joven, muy bueno e inteligente, una vez, a mi pedido, me hizo un contraseguimiento porsi… yo trabajaba en la Aduana y allí capeaba la Armada, que dos veces me echó del trabajo por comunista, y tenía una ficha según me anoticiaron en ese lugar de trabajo. Mónica, por su parte, siempre sonreía, nunca la noté de mal humor, tenía una sonrisa que atrapaba, siempre dispuesta, luego del casamiento se fue a vivir con Edi a un departamento de Ramos Mejía. En esos momentos yo comencé a militar en una Unidad Básica de las FAR, en Caballito, pero teniendo contradicciones con la táctica que asumía esta organización, luego fusionada con Montoneros, me vinculé con el Peronismo de Base-Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) de la Regional Buenos Aires y no los volví a ver, o por lo menos los vi muy pocas veces. Pasaron los años y las críticas de Perón hacia las «formaciones especiales», la creación de la Triple A y la muerte de Perón, la asunción de Isabel Perón y López Rega, el rodrigazo y el golpe cívico-militar de 1976 signaron esos tiempos. A poco de consumado el golpe una patota, creo que de la Armada, secuestró a Quique, que continúa desaparecido. Mónica y Edi se hallaban semiclandestinos o clandestinos, Mónica había sido detenida antes del golpe por la Policía de la Provincia de Buenos Aires, que la secuestró herida de un tiroteo que había iniciado un burócrata de Ramos Mejía a quien un comando montonero había ido a escrachar. De ahí la llevaron a un hospital de la zona, le vendaron una pierna y la trasladaron a la Brigada de Investigaciones de San Justo, donde la tuvieron como 15 o más días dándole picana, golpes y otras barbaridades. Pudo salir porque todavía no se había producido el golpe, pero desde ahí andaba a salto de mata. En tiempos de la dictadura nosotros nos habíamos mudado a La Matanza, la responsable de Marta, y compañera de trabajo, había caído cuando le detonó una bomba lanzapanfletos en la mano en el Teatro Colón, adonde concurrió Videla y su cría.

Edi y Mónica no conocían ese lugar, solo el departamento de Caballito que habíamos abandonado presurosamente. Un día hallé en la calle a un compañero, responsable sindical de la organización, Montoneros, tomamos un café cerca de la cancha de San Lorenzo, le conté sobre nuestra nueva vivienda, que no estaba quemada, que podía funcionar como casa de seguridad. El compa se marchó y no pude concretar una segunda cita, pero a los pocos días nos encontramos con Edi y Mónica y le propusimos comer un asado en la nueva vivienda, eso sí, tabicados, para no quemar el lugar. Al día siguiente los pasamos a buscar y los llevamos a la nueva vivienda, ya había nacido su pequeña hija, nos dijeron que estaban mal, sin poder establecerse en ninguna parte, que habían tenido que levantar su vivienda, que andaban de mal en peor.

No les propusimos alojarlos en casa puesto que esperaba hallar nuevamente al compañero sindical a fin de que él designara quien o quienes compartirían nuestra vivienda, pero no lo volvimos a hallar… dejamos a la pareja y la niña en algún lugar y nos regresamos a la casa. A los dos o tres días aparecieron Edi y Mónica con la niña, habían violado la tabicación, nos dijeron que no tenían refugio y los alojamos en nuestra vivienda, cuyos papeles de dominio y demás los hizo una escribana platense, montonera, pariente de un compañero que luego fue secuestrado, desaparecido.

Compartimos la vivienda con los tres durante un tiempo. Nosotros teníamos trabajos legales, por lo menos hasta ese momento, Marta había sido trasladada de una villa donde ejercía como asistente social a un asilo de minusválidos; yo, luego de ser echado de la Aduana por segunda vez y de haber conseguido un trabajo pasajero con una Despachante de Aduana, había logrado obtener un trabajo de visitador médico, primero en Capital Federal y luego, una vez levantada la vivienda capitalina y mudados a La Matanza, en la zona donde vivíamos. Nuestros compañeros se quedaban en la casa, no podían salir, sobre todo Mónica, por temor a ser reconocida por las patotas policiales de la Brigada de Investigaciones que pasaban frente a nuestra vivienda, tampoco podían trabajar, ocupaban la habitación del fondo y se quedaban en el terreno trasero con la niña hasta que nosotros regresábamos de trabajar y preparábamos el almuerzo y luego la cena para todos. Cuando la situación económica se hizo insostenible, Mónica comenzó a vender ropa interior femenina que fabricaba un tío. Yo la llevaba a Capital Federal con mi Citroen, se tapaba el rostro cuando salíamos, por suerte ningún retén nos detuvo en ese tiempo. Mónica, siempre sonriente, actitud que hasta ahora recuerdo con ternura, se apeaba en Capital y salía a vender, a mi vuelta del Hospital Salaberry, donde tenía mi asiento mañanero de visitador médico, la pasaba a buscar y regresábamos a la vivienda… allí esperaba Edi con la niña y así pasamos esos días.

Un compañero, que a veces venía a visitarlos, les indicó un día que saldrían del país; ese día llegó y se marcharon, la niña ya tenía un año si mal no recuerdo.

Al poco tiempo nosotros nos marchamos al sur con un carromato que hacía de casa rodante, propiedad de un tío de Marta; regresamos a Buenos Aires, en Bariloche tuve problemas con el propietario de un diario debido a una nota que escribí, con otro nombre y apellido, sobre la masacre de mapuches en Lonco Luan, Neuquén; al poco tiempo, luego de guardarnos en una casa, salimos del país. Nunca volvimos a ver a Mónica, a Edi y a la niña.

Estando ya en Nicaragua Libre me enteré, en 1980, que Mónica había sido secuestrada por una patota conjunta argentino-brasileña en Río de Janeiro cuando regresaba clandestina a Argentina con un miembro de la conducción nacional montonera. Según supimos después, le dio varios carterazos a sus captores antes de que la llevaran a rastras, fue como la Evita que golpeó varias veces con su cartera a «su» médico personal, Ivan Ivanisevich, un croata nazifascista que la quería operar luego de que la metástasis de su cáncer de útero, que Ivanisevich podría haber evitado, había enroscado su cuerpo; ustedes quieren sacarme de la política, dijo Evita, y no lo van a lograr, y sin embargo lo lograron, murió al año siguiente de ese episodio.

Según me informaron, a Mónica la trasladaron a Campo de Mayo y allí la asesinaron. La quisieron sacar también de la política y de la vida los mercenarios homólogos de Ivanisevich, pero no pudieron.

Vive en Anita, en Edi que sobrevivió, en sus otros hijos y fundamentalmente en mí, que conservo su semblante, su sonrisa siempre dispuesta, su capacidad combatiente y su entereza en todos los órdenes de su vida.

Después de tantos años la recuerdo y la rescato del olvido en estos tiempos de pandemia biológica, ideológico-política, entreguista y letal. Y, al igual que a Evita, esa Negrita de ovarios de oro, la llevo a Mónica, la hacedetodo y aguantadetodo sin quejarse, valiente muchacha judía y argentina como todos nosotros, como bandera a la victoria.

III

Tomábamos mate en lo de Cacho cuando ella llegó. Morena, con algunas marquitas en el rostro, agraciada sin ser enteramente bella, no tan menuda, simpática a más no poder. Nos presentamos

Margarita, soy salvadoreña… se presentó.

En ese momento seguimos tomando mate y creo que se prendió, charlamos sobre la situación en El Salvador, en Nicaragua, donde todavía no había triunfado la revolución, de Argentina y el cono sur.

Algo me dijeron cuando se fue y desde ese día creí que era la actual compañera de un compa argentino, tucumano como Cacho, que había salido al exilio en Costa Rica luego de estar chupado en su provincia un tiempo y colgado de los pies; cuando contaba su odisea, como buen tucumano, sin hacer mucho espamento y pausadamente, se le notaba un dejo de tensión que no podía reprimir. Pero resultó que Marga no era la compañera de este muchacho, sino de otro argentino que no llegué a conocer, o si lo vi alguna vez no lo recuerdo.

La cosa fue que nosotros, luego de una fallida incorporación al grupo tercerista del FSLN, reiniciamos el viaje hasta Vancouver, Canadá, donde me habían prometido un trabajo de leñador en los bosques de la zona. Pasó el tiempo, en Vancouver nos incorporamos a la solidaridad con Cuba y Nicaragua Libre, con Chile, con Argentina aunque allí no había argentinos viviendo prácticamente y con los originarios canadienses, que sobrevivían en chozas en la periferia de British Columbia o deambulaban sin rumbo por las calles del downtown de Vancouver como parias entre los parias de distintas nacionalidades. Los originarios, blackfoot y creek, mayoritarios en esa zona, eran el último orejón del tarro en la escala social, y se hallaban más abajo que los hindúes y pakistaníes, ni que decir de los indolatinoamericanos y caribeños.

Cundo regresamos a Nicaragua Libre en diciembre de 1979 la Revolución había iniciado su marcha triunfante y se reconstruía el país. Luego de varias peripecias, de una internación en un hospital, de nuestra separación como pareja y de sufrir la pérdida de todos nuestros bienes, me incorporé a la vida revolucionaria nicaragüense como miliciano, instructor de las Milicias Populares Sandinistas y como periodista. En una radio local comencé a armar los noticieros y, como andaba bien en el trabajo, el responsable de la emisora me permitió hacer una saga de explicaciones sobre la teoría marxista y un programa político-cultural, Tawanthinsuyu, que a riesgo de equivocarme se emitía los sábados. A través de este programa, donde se ejercía la solidaridad con la Argentina violada por la dictadura, con Chile y con toda Nuestra América, me incorporé a la lucha de El Salvador. Luego de un encuentro con el responsable de Prensa y Propaganda del PRTC en Nicaragua Libre, que ya estaba incorporándose al FMLN, incluí en la programación a las tiras de propaganda del Frente Democrático Revolucionario (FDR) de ese país, grabadas previamente por compañeros guanacos. Una vez que pasó un tiempo me incorporé al PRTC y me propusieron ir al Pulgarcito a rodar un filme, junto a dos compas venezolanos que eran cineastas, y estaban a mi cargo. Mi tarea era hacer la grabación del filme y las entrevistas, aunque en realidad, una vez allí, fueron muchas las que realicé y no precisamente periodísticas o fílmicas. Pero bueno, antes de arreglar mi partida me dirigí a Costa Rica, donde se hallaba la dirección del PRTC, a fin de incorporarme formalmente a la organización y platicar sobre mis funciones a llevar a cabo.

¿Y quien fue mi contacto en tierra tica? Margarita, aquella guanaquita que había conocido en lo de Cacho.

Nos juntamos en algún lugar a poco de arribar desde Managua, platicamos sobre cosas inherentes a la militancia y luego me llevó a un salón de baile repleto. Allí, entre música y tragos, conocí a la dirección del PRTC, cuyo comandante general, Roberto, había sido compañero de vida de Margarita. Marga estuvo un tiempo con nosotros y se marchó, dejándome con Roberto, Jaime, Venancio y algún otro, todos de la dirección del Partido.

Creo que antes de regresar a Nicaragua Libre me volví a encontrar con Marga para despedirnos. Esa sería mi última vez.

Viajé a El Salvador en enero de 1981, día de la Ofensiva General del FMLN, cumplí varis funciones, cuando regresé me designaron responsable político del partido en Nicaragua, debía formar cuadros políticos y producir el Boletín Interno, tenía dos compas a mi cargo, una salvadoreña y un boliviano. Mis tareas al interior habían sido muy apreciadas por la dirección del partido, según los informes recibidos de la dirección interna, entre los que se contaba el compañero Jaime.

Un año más tarde, ya conformado definitivamente el FMLN y habiéndose ampliado el partido, con sus pros y sus contras, supe que Margarita había caído en combate en el interior de su país, como dirigente del PRTC-FAR-LP, brazo armado del partido.

En un recorrido por internet que hice hace un par de años, hallé fotos que habíamos tomado cuando estuvimos en Cerros de San Pedro, en una de ellas, que no pertenecía a nuestras tomas, estaba Margarita de pié, pistola al cinto y flanqueada por una bandera del Movimiento de Liberación Popular (MLP), organización de masas del PRTC desde su fundación.

Allí lucía ella, como una amazonas, guanaquita querida, que había regado con su sangre la amada tierra de Farabundo Martí.

Cuando la vi, grité para mis adentros: mujeres, mujeres, mujeres son las nuestras/ mujeres combatientes las demás están de muestra.

Y tuve deseos de abrazar a esta hermosa compañera de lucha, ideales y unidad internacionalista. Y gritarle: ¡Unidos Para Combatir Hasta la Victoria Final, Revolución o Muerte, Venceremos!

IV

Me incorporé a la escuela secundaria como todo hijo de familia de clase media baja. ¿ Y adonde fui a parar? A la Escuela Nacional de Comercio de Avellaneda; nada tenía que ver yo con comercio alguno, más bien con lo humanístico, las letras, la música pero, bien, duré ahí hasta cuarto año, iba de mañana, en primer año me llevé matemáticas, en segundo tuve que dar todas las materias porque me enfermé de hepatitis, por suerte las pude dar regular y las aprobé todas, en tercero me llevé varias a diciembre y marzo y en cuarto fue el punto de inflexión, me llevé todas menos historia y higiene, dada mi vocación por la historia y la medicina, y repetí el año. De ahí me fui a trabajar a la librería que un tío político regenteaba en Constitución y allí duré un tiempo, entre la sección libros, donde me la pasaba leyendo, e imprenta, donde me la pasaba escribiendo poesía. Al fin, con mis 18 años y queriendo formar allí delegados y repartir periódicos anarquistas fui a parar a la calle, mi tío me blableó ese día pero bue…

De allí, entonces, decidí terminar cuarto año en el mismo comercial de Avellaneda pero de noche, y terminé. Inmediatamente me anoté para terminar quinto año en el Colegio Nacional Sarmiento, de Capital, rendí equivalencias, terminé quinto sin llévame materias y entré a estudiar sociología a la Facultad de Filosofía y Letras. Tenía 24 años, ya a punto de casarme, había militado en grupos foquistas cuando salí de la colimba, mi entrada a la facultad coincidió con el inicio de mi militancia en un grupo que venía del PRT, y que había conformado una fracción.

Me incorporé a estudiar sociología porque quería estudiar el marxismo con método y militar en la universidad, en ese entonces cantera de cuadros revolucionarios o que pretendían serlo. Me anoté en la primer materia, Introducción a la Filosofía, el titular era hegeliano, no recuerdo el nombre, creo que Klein, la otra materia era de un tal Fernández Pereiro, y cursando mi primera materia conocí a Laura.

Mis dos compañeras de estudio, menos doctas que yo en esto de la filosofía hegeliana aunque no era un sabihondo ya había leído La Esencia del Cristianismo, de L. Feuerbach, uno de los «maestros» de C. Marx junto a Hegel me tomaron un poco como un pequeño líder, estas dos muchachas pasaban las horas junto a mí estudiando en bares o en casa de Norma. Laura era menudita pero alta, usaba unos sobretodos o sacos más grandes que ella, era bella, dulce, tenía un aire melancólico que me atraía, trabajaba en esa época en el departamento de Sociología de la Universidad del Salvador, según recuerdo. De tanto vernos y estudiar y de acuerdo con el papel de celestina de Norma, que era muy buena compañera también, nos enamoramos con Laura. Yo estaba de novio, a punto de casarme, ella también tenía un compañero que militaba en JP-Montoneros, discutíamos bastante con Laura sobre el peronismo, el marxismo, la revolución socialista, el llamado socialismo nacional, el Che, Trotsky, etc, etc. Pero el ratoncito erótico pasó a nuestro lado y nos envió sus efluvios. Visité a Laura en su casa creo que en dos oportunidades, en una estaba con su hermana, su mamá y varios muchachos jotapeístas montos, creo que les habló de mí porque sabían que no era de ese palo y me observaban de reojo. Otro día fuimos los dos solos, Laura andaba mal de guita, no comía bien, la invité a comer

No, me dijo, acá tengo huevos.

Abrió la heladera y un tufo a podrido me indicó cual eran las viandas de ese día, deseché la oferta y me marché, no sin antes comernos a besos.

En las mañanas nos encontrábamos y la invité varias veces a desayunar, yo había sido echado de la Aduana por primera vez por militancia política y sindical y logré, con antecedentes falsos, ingresar a una empresa importadora-exportadora cercana a Plaza de Mayo, Laura vino una o dos veces a visitarme allí, fuimos a comer algo a la plaza, estábamos perdidos, parecíamos dos palomitas.

Al fin me fui a vivir solo al departamento que habíamos comprado con la que luego sería mi esposa y Laura vino allí, comimos, nos besamos, nos arrullamos, pero no hicimos el amor, no queríamos ser desleales a nuestros compañeros, nos privamos de anclar en la pasión y el amor carnal. No nos volvimos a ver luego de eso, yo aprobé la materia, creo que ellas también, Norma me dijo una vez que Laura estaba enamorada y yo también lo estaba pero todo quedó allí.

Cuando regresé de Nicaragua Libre alguien me dio una lista de los que eran buscados en Brasil para detenerlos, y en ella figuraba Laura. Siempre pensé que alguna vez nos volveríamos a encontrar, hasta que un día, leyendo un matutino, hallé en una página un homenaje que su madre y sus hermanos le hacían. Como era miembro de la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires logré en la CONADEP acceder a su legajo. Según se informaba, vivía en Olivos con su compañero y otro compa cuando en junio de 1976 una patota de esbirros militares y policiales los sorprendió. Eran montoneros y como tal se batieron, murieron en un tiroteo que duró 6 horas, su cadáver no fue hallado, se lo llevaron los esbirros; según un compañero que historió a los peronistas montoneros y de las FAP-PB muertos y secuestrados desaparecidos, Laura trabajaba en el momento de su muerte como obrera en una fábrica de la provincia de Buenos Aires, tenía veintiséis años.

Mujeres, mujeres, mujeres son las nuestras…

Su nombre de guerra, Soledad, la pintó de cuerpo entero a esta muchacha melancólica, dulce, cuya sonrisa inunda los avisos de secuestrados-desaparecidos, caídos pero no rendidos, combatientes por una patria libre y socialista. El mismo día en que la mataron, tiempo atrás, había nacido Carlos Fonseca Amador, fundador del FSLN de Nicaragua, a quien los esbirros somocistas asesinaron el 6 de noviembre de 1976. Dedicado a Laura, hace unos años, escribí un poema, que dice.

…cuarenta años más tarde del nacimiento de Carlos aunque en el mismo año de su muerte

Cayó Laura Soledad, mariposa de noches clandestinas un 23 de junio de 1976

Soledad

nombre que había elegido para paliar tempestades enfrentar dictaduras amar a sus hermanos…

y que culmina así…

…Laura tan lejos de Carlos nació con él en alguna casa montonera matagalpina

y él murió con ella en una selva de Vicente López

y hoy

día de nacimientos muertes de mis hermanos compas de mis amores truncos

de jóvenes empedernidamente enamorados de la revolución

 les rindo mi homenaje

beso una vez más a mi pequeña Laura abrazo a su compañero de vida muerte que seguro la defendió a balazos cuando la patota abrió fuego

todavía la amo en nuestro tiempo de mañanas estudiantiles cuando rozábamos nuestras manos mientras estudiábamos a Hegel

abrazo a Carlos a quien no conocí sino por su obra que a pesar de tormentas agresiones calumnias

sigue irguiéndose en esta Nicaragua libre que no tiene revés

Laura sin soledad 

desde alguna rama del árbol mas frondoso y florido de Vicente López

siempre montonera, carajo, acompañada por mi recuerdo el de los suyos el de miles y miles

gorjea la buena nueva

cuenta que está con Carlos con su compañero que junto a ella retoza todavía en alguna parte e imagino con cuantos más

y me anuncia que la oscuridad se ha borrado de sus vidas

que ella siempre estará en mi corazón libre como la patria que soñó construir y por la cual cayó

y que ya nos encontraremos en una montaña inexpugnable para los malandras de cualquier signo

desde donde brota un manantial

que inunda los corazones de los justos

Mujeres de fuego, nunca de nieve, las nuestras…

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Jorge Luis Ubertalli O. Periodista, poeta, músico y escritor

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