Por Mariadela Villanueva
La concentración de riqueza en unas poquísimas familias, producto de la contradicción entre los amos del capital y quienes con su trabajo la generan, ha expuesto al escarnio público el carácter de un sistema depredador que, en un periodo histórico relativamente corto, ha explotado al hombre y a la naturaleza hasta el punto de poner en riesgo la vida sobre en la Tierra.
La falaz identificación del imperio estadounidense con la libertad y la democracia y la deseable universalidad de “civilización” occidental difundidas por el poder académico y mediático imperial ya no pueden esconder el caos económico, social, político y ecológico en el que se encuentran sumergidos la inmensa mayoría de los habitantes del planeta, afectados por omisiones y por agresiones o guerras, convencionales o no, provocadas por dicho poder, para tratar de mantener una hegemonía desde hace rato cuestionada y hoy en día disputada por nuevas potencias presentes en la geopolítica mundial.
Ante el caos, quienes no están luchando por su patria y su vida bajo fuego enemigo han reaccionado solidarizándose con ello, e iniciando, retomado y fortaleciendo las luchas reivindicativas, partidistas y grupales. Luchas que, especialmente en el caso de las grupales, han sido aprovechadas por el enemigo para dividir las fuerzas populares y desviarlas a su favor. Resultado: feministas de izquierda y de derecha, ecologistas convencionales y revolucionarios, teólogos de la liberación y fanáticos de la Biblia, entre otros.
Mas no han logrado impedir que quienes trabajan en pro de causas específicas se hayan dado cuenta que tienen que unirse en torno a una causa, la lucha contra el capitalismo y los capitalistas causantes de los distintos problemas que afrontan. De allí la importancia de aupar y dar continuidad militante a los compromisos que se toman en espacios de encuentro como el Foro de São Paulo.
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Mariadela Villanueva Periodista