KALA MARKA: canto a los pueblos de piedra (+ video)

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Por Cris González /

Hugo Gutiérrez, fundador de Kala Marka, irrumpe puntual, sereno y sonriente en el lugar acordado para la cita. Se presenta afectuosamente al equipo de Correo del Alba y de inmediato tiende los puentes para que preguntemos todo cuanto queramos de su vida y la banda.

Nos advierte que está con tiempo, que la tarde es larga, y hasta se muestra presto a interpretar en guitarra algunas de sus canciones. Nos interesa viajar a la semilla, que nos transporte en tiempo y espacio a su Achacachi natal, a sus primeros jugueteos con el charango, a los viajes por el Lago Titicaca junto a sus padres, al mundo que forjó a uno de los músicos más trascendentes de Bolivia.   

¿Qué significado tiene el nombre Kala Marka?

Kala Marka está en aymara y su traducción literal es «ciudad de piedra». Sin embargo, para nosotros el mensaje es más profundo que esa traducción, pues vendría siendo «pueblos eternos».

Durante la invasión incaica, los aymaras han resistido con su cultura, por eso aquel  nombre de pueblos eternos, pues transmiten futuros.

¿A quién se le ocurrió ese nombre? 

A mí, justamente porque cuando empezamos a hacer esta música la inspiración que teníamos era dedicar canciones a los pueblos de América Latina.

¿Cómo te iniciaste en la música?  

Digamos que a los 12 años, en mi pueblo, Achacachi. Nunca fui a una escuela de música, sino que mi hermano, que era profesor de aymara y había estudiado veterinaria, y viajaba bastante por toda Bolivia, en una de sus idas a Cochabamba compró un charango. Él se iba a dar sus clases a los pueblos y llegaba por la noche, mientras buscaba métodos de cómo aprender el charango. Como yo llegaba un poco temprano de la escuela, empecé a tocar su charango y me enamoré totalmente del instrumento. Casi no tuve ni niñez ni juventud, porque mi vida ha sido el charango.

¿Eres autodidacta?

Totalmente autodidacta. Todos los días yo tocaba un poco. Pasaron como tres meses y mi hermano no podía aprender; mientras, yo le veía desde la ventana y cuando él llegaba yo dejaba el charango. Hasta que un día me sorprendió, yo estaba tocando y escuché que él entró y me preguntó: ¿quién estaba tocando? Como tenía miedo de decirle que era yo, le dije que nadie. Él insistió en que había escuchado una melodía y, bueno, le confesé que había sido yo. En seguida me preguntó quién me había enseñado y le respondí que aprendí solo. Quedó admirado y sorprendido, porque no entendía cómo había aprendido.

¿Esas primeras melodías eran cositas tuyas, que te nacían?

Eran cosas mías, incluso eran acordes que había inventado de acuerdo a mi oído. Con ese charango aprendí a tocar. Yo había escuchado ya el disco de la Misa criolla.

¿En tu familia había otros músicos?

Sí, mi papá, Gregorio Gutiérrez, estaba en la música y el arte. Hoy en día existen bordadores en el Carnaval de Oruro, pero fue mi papá el que ha empezado, él y mi mamá eran bordadores, en la calle Los Andes, fueron los primeros. Si el folklore, o lo que es la morenada y la diablada, se fueron al Perú, es porque mi padre viajaba por todos los pueblos mostrando su arte; él llevó esos bailes hasta Puno. 

¿Lo acompañabas en esos viajes?

De niño viajaba con él, y lo esperaban como a un artista, porque traía sus bordados para cada comparsa y estaban allí los músicos. Siempre he vivido en el mundo de la música.

En mi época, en mi pueblo, estaba mi padre, que era el bordador, y un gran compositor que ha muerto recién, Andrés Rojas, quien compuso la Mariposa. Andrés fue mi profesor de música, tocaba el acordeón y componía; hasta llegaban las bandas como Pagador o Poopó de Oruro, para comprarle partituras.

¿Cuánto de esa mezcla de expresiones artísticas de música, bailes y bordados está presente en Kala Marka? Porque suelen subirse a los escenarios acompañados por fantásticos cuerpos de baile.

Cada música que escribimos prácticamente la hacemos con la coreografía de la danza, por eso tiene cortes, paros. La composición está desde mi niñez en mi corazón y en mi cabeza, y cuando les digo a mis músicos de reunirnos para componer, decimos esta melodía es así, así y así y empezamos a tejer. Al final del día ya vemos una maqueta y después nos inspiramos para enriquecer aún más la canción.

¿La melodía precede la letra en tus canciones?

Muchas veces la letra va antes y otras va después. Cada vez que los periodistas me preguntan como he escrito los temas de, por ejemplo, Ama Amazonas –que ha sido el disco más vendido y publicitado–, digo que todo ha sido fruto de  mis sueños. Digamos que despertaba a las tres de la mañana y en mis sueños sentía una melodía que me hacía llorar; me levantaba llorando y en ese momento agarraba el charango y lo grababa. Al día siguiente, nos reuníamos con los músicos y todo eso que tenía todavía en la cabeza, esas melodías, empezábamos a trabajarlas.  

¿Cuáles son los orígenes de Kala Marka?

Yo llegué de Achacahi a La Paz a los 14 años. Aquí, en el colegio, conocí a Rodolfo, el compañero que toca los vientos y que todo el mundo dice que es mi hermano. Ambos veníamos del campo, él vivía en Puerto Pérez, en el Lago Titicaca, cerca de Batallas, y yo del otro lado del lago. Entonces llegamos a La Paz y nos juntamos justamente en la Peña Naira.

“En Bolivia ya no hay mucho que hablar, el indígena ha tomado sus riendas y tiene un lugar donde debe estar”

¿Por qué dejaron el campo?

Por los estudios. Porque en el pueblo teníamos la primaria, pero la secundaría debíamos  hacerla en La Paz.

¿Al llegar a La Paz hablabas aymara?

Sí, solo hablaba Aymará. En el primer día de clases llegué atrasado, porque vivía lejos, y cuando me abrió el profesor lo saludé en aymara y todos los niños se reían.

¿Y qué sentiste?

Para mí era natural saludar en mi idioma, entonces empecé a tener un choque cultural con la ciudad, porque yo pienso que en esa época de la dictadura estabas obligado a olvidar tu lengua, etcétera.

Eso también me ha incentivado para hacer música, deseaba transmitir un mensaje. Cuando comenzamos, no se escuchaba folklore, era totalmente marginal, de hecho, cuando ensayábamos teníamos que ocultar los instrumentos, porque si te veían con un zampoña automáticamente te asimilaban como un guerrillero, como es el caso de Chile con los mapuches.

Lo que te describo es lo que se vivía acá. Cuando nos reuníamos con mi compañero Rodolfo, él llevaba la quena debajo de las medias y yo el charango escondido. Eso lo vivimos en los años 70 o 75 casi todos los músicos.

Una vez me comentaste del canto del charango en la montaña, ¿cómo era eso?

Eso se llama el «serenado». Es una ceremonia donde llevas el instrumento a la una de la mañana al cerro; a veces vas con un chamán. Entonces es el viento el que tiene que tocar el instrumento.

¿Cómo ocurre eso?

Llegaba la ceremonia y colocábamos el instrumento al viento para que salieran melodías, y al escucharlas empezabas a entrar en trance. Son melodías que te hacían llorar y te robaban el espíritu, recién ahí ya estaba serenado.

Concretamente, ¿qué quiere decir serenado?

Listo para ser tocado. Es como si el instrumento ya tuviese un espíritu que transmite melodías.

¿Has vuelto a realizar esa ceremonia?

No, no lo he vuelto a hacer. Suele pasar que cuando encuentras un instrumento con melodías muy perfectas, lindas, es cuando tienes que ir a hacer serenadas al cerro.

Siendo adolescente te acusaron de rayar un Cuartel Militar en rechazo de la dictadura, ¿cómo fue eso?

Yo andaba en eso de serenar el instrumento y caminaba, porque buscaba siempre un lugar de buena acústica para tocar. Me iba a una especie de iglesia que tenía una cúpula, porque me nacían melodías muy lindas; eso tipo una o dos de la mañana. 

Un día apareció una escritura que decía: «Muera Banzer». Y lo primero que hicieron los militares, a las diez de la mañana, fue sacarme de la escuela como un preso. Pregunte porqué, pero solo me llevaron e hicieron preguntas como: ¿dónde estabas anoche? Y les dije: en tal y tal lugar. Después me trasladaron, me mostraron la escritura y me preguntaron si lo había pintado yo; respondí que no. Seguidamente me hicieron escribir lo mismo para ver la letra e insistían que era la misma. Inmediatamente aclaré que no, porque yo la «b» la hago de una manera muy distinta a la del rayado. Eso los hizo reflexionar un poco, pero ellos automáticamente decían que era yo el que había escrito eso.

¿Pero tú querías que se fuera la dictadura?

Claro, mi papá estaba detenido en ese momento. Pero, más allá de la dictadura, era el racismo, porque veías una casa de un blanco y no podías pasar, porque decían: ¿qué está haciendo este indio? Tampoco podías jugar con un niño blanco, porque llegaba la mamá y le decía que no jugara con un indio. Era muy fuerte, una discriminación total. 

¿Sientes que la situación que describes ha terminado?

Después que he viajado por todo el mundo, pienso que el país más racista es Bolivia. Hay mucha gente que vive entre cuatro paredes, no abre los ojos. Es el único país donde el pobre es de derecha.

¿Por qué se fueron del país?

Nos fuimos porque teníamos ganas de escribir canciones en defensa de la Amazonía y otras cosas, y porque si las escribíamos acá podíamos ser considerados guerrilleros y quizás nos metían a la cárcel.

¿Solo por ser indígena?

Al tener un poncho ya eras un guerrillero en Bolivia, y si hubiésemos escrito en esa época aquí, de seguro nos hubiesen metido a la cárcel. Por eso, la invitación de Francia, donde se hablaba de igualdad y fraternidad, nos hizo pensar que allí íbamos a hacer lo que sentíamos.

¿Y fue así?

Sí. Francia nos abrió las puertas. A veces llegábamos tres músicos y los franceses trabajaban tres o cuatro noches para armar un escenario gigante, para  5 mil personas.

¿Cómo fue regresar a Bolivia?

Nos han abierto las puertas de todos lados. La gente pensaba que no podíamos volver a sus tierras, porque habíamos cambiado de mentalidad, que habíamos ya vivido en Europa y teníamos otra forma de pensar. Y no, hemos aprendido varios idiomas en Europa, pero nuestro acento siempre será boliviano y aymara.

¿Sigues hablando aymara?

Sigo hablando aymara, con mi madre todo el tiempo.

¿Qué representa para ti el Lago Titicaca?

Un lugar espiritual al que respeto mucho. Mis padres y abuelos me dicen que si no hay respeto al lago, te puede comer. Así hay quien navegando ha muerto, porque dentro del lago hay remolinos que succionan. En todo caso, cuando me acerco al lago siento que la piel se me pone como de gallina.

“Tal vez haya que retroceder para poder salvar el planeta, tener otra forma de vida, una de tipo ancestral”

¿De dónde surge la idea de fusionar instrumentos tradicionales con otros eléctricos? ¿Cuál fue su efecto?

Surge cuando hemos encontrado los insumos electrónicos. Al hacer nuestro primer disco en París, editado por Sony Music, nos llamaron y dijeron: “qué han hecho, esto es algo nuevo”.

Cuando Gipsy Kings escuchó nuestra música ha comenzado a incorporar batería, bajo eléctrico, por ejemplo. Y es que la música en Europa se escuchaba por barrios, o sea, si querías árabe tal barrio, lo mismo con la música de los países del Este. En cambio, la música folklórica de Bolivia se oía en todo el continente; de ahí que esa fusión que dices ha influenciado a grupos africanos, quienes a partir de eso tuvieron mayor alcance.

¿Nunca los acusaron de extranjerizantes a causa de esas experimentaciones?

Claro, en Europa misma hay gente muy purista, que no quieren que toquemos con micrófono. Sin embargo, no es lo mismo un violín tocado por un alemán que por un boliviano, porque un instrumento es un ente transmisor, pero el que le da el alma es la persona.

¿Cuál es tu canción preferida?

Mamita.

¿Qué otro grupo musical local te gusta?

Me gusta la música étnica, voy bastante a escucharla. Por ejemplo, el 3 de mayo en Potosí voy a oír charangos. También hay música en el norte de La Paz el 16 de julio, una sinfonía donde tocan más de 200 vientos y bombos.

De los ritmos bolivianos, ¿cuál es el que más te inspira?

Pese a que soy del Altiplano y normalmente no debería tocar música del valle, me inspira el tinku.

Si se escucha el tinku hoy, se debe en parte a que en nuestro primer disco, Aguas claras,  grabamos tinku. A partir de eso otros han empezado a grabarlo y hoy  es una gran moda.

En Ama Sua, Ama Llulla, Ama Quella rescatan los valores aymaras, ¿por qué esa necesidad?

Porque cuando éramos niños nos han enseñado un valor moral, un compromiso de nuestros pueblos. No necesitábamos firmar documentos, bastaba dar la mano y eso quería decir que estaba hecho. Entonces, cuando hemos escrito esa canción, hemos visto que Bolivia ya andaba sin principios y sin valores humanos.

A modo de anécdota, en una ocasión, Felipe Quispe, que es de mi pueblo, se enojó y me dijo que no tenía que decir “Bolivia”, que la canción debía ser aymara, porque él es muy radical y purista. Nos dijo que cambiáramos la letra, porque él ha empezado a salir a la vida política con esa canción.

¿Y ustedes qué le dijeron?

Que estaba escrita y la gente la tenía ya en la cabeza, que no podíamos cambiarla.  

Entre sus composiciones, destaca Amazonas. ¿Cómo ves lo que ocurre allí actualmente? Puede ser un mal por un bien, porque va a concientizar a la gente, servirá para que tengan respeto. No solo en Bolivia y América Latina se ha ignorado a la Amazonía, sino en todo el mundo.

¿A qué se debe eso? 

A que en el último tiempo la gente se ha plastificado. Si hasta un plátano que se cultiva en las Antillas tiene que recorrer 10 o 15 mil km hasta llegar a la mesa de un japonés. Todo eso hace parte de la contaminación. Si queremos cuidar el medio ambiente, tenemos que cultivar cada cual su papa.  

Tal vez haya que retroceder para poder salvar el planeta, tener otra forma de vida, una de tipo ancestral.  

Hablando de los sueños, ¿qué tiene en agenda la agrupación?

En estos momentos tenemos una propuesta, la banda militar de Rusia quiere que toquemos con ellos, lo que sería un regalo muy grande para nosotros. Imagínate esa banda tocando una morenada.

Entiendo que tienen un proyecto de reeditar su obra en discos de vinilo.

Eso es a pedido del público, porque como Kala Marka al principio hemos sacado en disco de vinilo Isla del Sol.  Si bien llegamos rápido a la era del disco compacto, a la era digital.

Con todo, desde hace tiempo nos piden en vinilo y queremos lanzarlos, ya tenemos todo listo, hemos recuperado de las cintas antiguas el audio para traspasarlo al disco.

¿Qué los detiene?

El que, para su fabricación, estamos en una lista de espera en Brasil desde hace tres años y en Alemania desde hace otros dos.

¿La reedición sería un disco de antología o la discografía íntegra?

Es la discografía completa.

Y, ¿hasta cuándo dura Kala Marka?

Hasta que podamos tocar las últimas notas, las que nos permita la vida. Aunque advierto que tenemos mucha energía y soñamos bastante.

Los 35 años de la agrupación me dan más fuerza, me siento más joven, con más ideas, y lo que digo es que el futuro de Kala Marka me da un poco de pena, porque quisiéramos producir más discos, pero acá en Bolivia ya no hay mucho que hablar, el indígena ha tomado sus riendas y tiene un lugar donde debe estar.

Para finalizar, queríamos pedirte que enviaras un mensaje a la juventud boliviana y latinoamericana.

El mensaje para todos los jóvenes es que es muy importante saber de dónde vienes y cuáles son tus orígenes. No saber, o carecer de una lengua, es como ser huérfano, no tener padre ni madre; y sin ese principio nunca vas a tener una buena vida. Para ser feliz se requiere de una raíz y estar orgulloso de dónde vienes.

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Cris González Periodista

José Lazo Fotografías

VIDEO: Mamita

Mamita, versión en vivo
Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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