Por Tony González
Hace varios meses, un grupo de investigadores del Colegio Universitario de Londres (UCL) llegó a Venezuela para seguir “descubriéndonos”. Ahora somos poseedores de los petroglifos más grandes del mundo. Según su investigación, fueron esculpidos hace más de dos mil años. Les causó asombro cómo es que nativos, antes de la llegada de los españoles, hayan podido hacer dibujos a escalas tan grandes, tanto que para entenderlos debieron usar drones y elevarlos más de 30 metros para poder distinguir las más de cien figuras que cubren una extensión de aproximadamente tres campos de fútbol, donde sobresale la figura de una serpiente que mide más de treinta metros de largo.
Si pensamos en el hecho de que entre los pilares de la humanidad: Mesopotamia, Egipto, China, India, se hallan los incas del Perú y los aztecas de México, como civilizaciones desarrolladas, ¿por qué todavía no aparecemos en la periodización de la historia?
Cómo dice el maestro Enrique Dussel: «Los americanos no existimos en la Edad Antigua ni en la Edad Media, y en la Edad Moderna nos conocen como los conquistados o descubiertos», porque la cultura universal es sólo europea.
En el llamado Viejo Continente durante años se han hecho subastas con el patrimonio cultural de América, como parte de la apropiación con la que han mantenido su predominio por encima nuestro, con esto lograron ampliar la desigualdad al hacernos sentir que su historia es la que importa y así obligar a los pueblos oprimidos a renunciar a sus culturas con la devastación de sus recursos, sea esto mediante guerra tradicional o por invasión de quinta generación.
Al iniciar este siglo y milenio, los nativos originarios norteamericanos navajos introdujeron una demanda contra varias casas de moda internacionales importantes por haber utilizado sus trajes tradicionales como base para diseños de vestuario y titular la colección con el nombre de navajo. Pero este pueblo indígena pudo no sólo ganar la demanda, sino que además logró un hecho nunca antes visto en el mundo, como lo es registrar el patrimonio cultural intangible de pueblo alguno. Así que en la actualidad cualquiera que pretenda utilizar la palabra navajo, debe pagar por ello.
Nos han saqueado las riquezas materiales como el oro, la plata, las perlas, desde hace más de quinientos años, además de habernos despojado de nuestra identidad –base del desarrollo cultural y social de popular–, quienes no se ven reflejados ni identificados cuando se exhiben un sinfín de creaciones de nuestra América en museos de Europa, para asombrar al público, sin darnos por lo menos la posibilidad que el mundo sepa que tuvimos una cultura que evolucionó a niveles iguales o superiores a las que ellos exponen como “avanzadas”. Ese no existir de América, que esconden y niegan, es la peor despropiación que hemos sufrido.

El Ekeko (escultura miniatura) fue comprado por el Museo de Historia de Berna, en 1929, a descendientes de Jakob Von Tschudi, naturalista e investigador suizo que se hizo de esta pieza arqueológica en dudosas circunstancias.
La ancestral pieza fue extraída de un lugar patrimonial de Bolivia. En Europa no es más que una escultura para rotarla en museos. Sin embargo, para el pueblo boliviano el Ekeko simboliza la fertilidad, la abundancia, la energía positiva, “es el Dios de dioses”, lo cual representa un patrimonio intangible de alto valor.
Tras ser declarado Tiwanaku como Patrimonio Cultural de la Humanidad de la Unesco el año 2000, el Gobierno de Evo Morales gestionó ante su par suizo y convinieron en colaborar para la repatriación del Ekeko.
Asimismo, cuando Jamaica alcanzó su independencia, Inglaterra ya se había apropiado de muchas de sus cosas. Vimos cómo la influencia del reggae en grupos británicos los llevó a la fama mundial, aunque no se reconoce que la raíz de este ritmo es jamaiquino. Tanto es así que la casa disquera más importante del reggae es británica y a nivel mundial los que cultivan este género en Jamaica son considerados y etiquetados hasta por sus tradicionales dreadlocks como borrachos y drogadictos, no como artistas que honran su identidad. Con esto se desconoce que culturas como los maoríes de Nueva Zelanda, los masáis en África Oriental y los semitas del Oriente próximo, entre otros, usaban este tipo de peinados.
Nos han impuesto su imaginario, sus formas, su estética y hasta sus comidas a tal punto que hay pueblos en nuestro continente que consumen más trigo que maíz, sin tener siquiera el clima apropiado para el cultivo de este cereal.
Nos toca apropiarnos, conocernos y mirarnos, aceptar que tenemos que romper con la aculturación. Descolonizarnos empieza por aprender que no fuimos descubiertos, al contrario, hemos sido escondidos hasta el sol de hoy por quienes se creen superiores.
Los pueblos debemos empezar a apropiarnos de lo propio, superar el eurocentrismo, primer paso para descolonizarnos y para aprender de nuestra Edad Antigua, nuestra Edad Media, para dejar de ser en la Edad Moderna los seres inferiores que nos creen los grandes centros de poder.
No se trata de monopolizar los valores culturales, pero sí debemos procurar el reconocimiento desde adentro, de dónde venimos, de las creaciones originarias, de nuestros antepasados, para demarcar finalmente quiénes somos, y así evitar que vengan nuevos conquistadores como Colón, quien partió hacia la India y llegó al hoy continente americano, para apropiarse de todo cuanto somos y tenemos.