¿Por qué la gente ha empezado a desobedecer a la clase política en el mundo?

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Según las cifras oficiales de la Dirección de Estadísticas, el índice de natalidad en Chile en estos momentos es de solo 1.1 hijos por persona. O sea, cada 10 mujeres chilenas de una misma generación, con sus maridos, entre todos, juntan 22 hijos. Y eso tomando en cuenta que algunas señoras muy conservadoras, como la esposa de don José Antonio Kast, se disparan teniendo ocho criaturas. Es decir, en cada generación 10 señoras Kast juntarían 80 hijos.

Bueno, ellas pueden hacerlo, pues sus familias no necesitan fijarse en gastos. Esa progenie podrá recibir todos los cuidados, la nutrición adecuada, la mejor educación y, en fin, las elegancias y las herramientas culturales propias de su status social.

Pero también hay otras damas que no disponen de esos recursos económicos y, sin embargo, casi sin saber cómo tienen tres, o cuatro, u ocho hijos, o más…

Esas criaturas se encontrarán en una situación económicamente precaria, en dolorosa desventaja. Y no solo esos hijos, sino además esas mamás se encuentran con que no han tenido ni el tiempo ni los medios para su propio avance personal, para capacitarse en algo que le permita progresar y sumar recursos a los que su compañero aporte para la casa.

Tomando en cuenta esos dos grupos de mujeres chilenas multifecundas, encontramos que ese promedio estadístico de 1,1 hijos por mujer implica que hay un número muy elevado de damas que simplemente se están negando a tener hijos. Sea porque no aceptan que un embarazo las haga interrumpir sus estudios o que la llegada de un bebé les estorbe en las exigencias de la actividad profesional que estén iniciando. O que los gastos de criar hijos se traduzcan en insolvencia para otras actividades necesarias para el progreso social… incluyendo, por ejemplo, viajes o participación en eventos, en fin…

Y, como detalle complementario, porque perciben que no es bueno depender por completo, económicamente, solo de lo que el marido pueda aportar…

En Chile hay un número cada vez mayor de mujeres que simplemente se niegan a tener más de un solo hijo.

En términos reales y bien comprobados, en prácticamente todos los países de mayor avance económico y cultural se está evidenciando una fuerte disminución de la natalidad que en muchos casos no solo detiene el crecimiento demográfico. Además está disminuyendo la población.

En los Estados Unidos se mantiene un crecimiento de la población bastante similar al de Chile, pero ese número de habitantes, ese crecimiento poblacional, no corresponde realmente a la natalidad. De hecho, en los Estados Unidos se ha detectado que la población tradicional norteamericana ha disminuido muy notoriamente, a la vez que las familias de inmigrantes africanos, árabes, asiáticos y latinoamericanos han aumentado exponencialmente su número.

Y en los países europeos, especialmente Italia, Alemania, Gran Bretaña y Rusia, la natalidad ya es claramente menor que la mortalidad, aunque también allí la inmigración ha sido grande.

En China, a pesar de que el Estado está incentivando la natalidad, en los últimos años su gigantesca población, de más de mil 400 millones de habitantes, no solo ha dejado de crecer. Además, está disminuyendo en varias regiones. De hecho, en cifras oficiales, el número de nacimientos en China, que fue un millón 412 mil en 2021, ya en 2022 había disminuido a 850 mil.

En Japón, durante el año 2022 nacieron 799 mil 728 guaguas, frente a un millón 600 mil fallecimientos.

En la India, en cambio, el crecimiento de la población se ha mantenido casi invariable, acercándose a los mil 400 millones de habitantes.  Y en otros países de Asia, de África y de la región tropical de Latinoamérica sigue produciéndose un fuerte crecimiento demográfico que mantiene el aumento de la población mundial a un ritmo de 10 mil nacimientos cada hora.

Así, aunque el crecimiento demográfico esté frenándose aceleradamente en prácticamente todos los países de mayor desarrollo cultural, ello, sin embargo, no alcanza a compensar la explosión demográfica que se está dando en el resto del mundo menos desarrollado.

De hecho, está bien demostrado que el control de la natalidad y la planificación familiar se producen en correlación con intereses familiares y personales que se desarrollan con la educación. Esto implica que sea el sector más desvalido de la Humanidad el que en menos de 50 años logró duplicar la población de nuestro planeta hasta superar los ocho mil millones de habitantes.

Hay un sector de los economistas tradicionales que afirma que la disminución de la población provocará empobrecimiento y debilitará la economía de los países. De hecho, en los Estados Unidos, Rusia, Japón y la China los gobiernos están tratando de estimular mediante premios un aumento de la natalidad, y no están obteniendo muchos resultados.  

Pero, a la vez, ha cobrado gran relevancia una nueva generación de economistas que, por el contrario, afirman, mediante teoremas matemáticos, que el éxito y el fracaso de las economías no dependen del tamaño de la población sino de la proporción en que el capital se relaciona con el factor humano de cada país.

Según estos economistas, el crecimiento de la riqueza de una nación se basa en el uso correcto y eficiente del llamado capital per cápita”, que se calcula dividiendo el Producto Interno Bruto del país por el número de sus habitantes.

O sea, en el caso de dos países con igual PIB pero con distinto número de habitantes, el país con menos habitantes tendrá más capital per cápita.  

De ahí puede desprenderse que la disminución de la natalidad unida a un aumento de la educación y la capacidad social sería un decisivo factor de enriquecimiento, como lo demuestran naciones prósperas y ricas, aunque tienen poquitos habitantes, como es el caso de Suiza, Holanda o Corea del Sur.

A la vez, ya resulta innegable el costo ruinoso del deterioro ecológico y social causado por la sobrepoblación unida al agotamiento de recursos naturales con procedimientos industriales altamente contaminantes.

En el desarrollo más reciente de los conflictivos enfrentamientos mundiales han comenzado a aparecer síntomas contradictorios respecto de aquello que la Humanidad llama “el progreso”. De hecho, en momentos en que la Inteligencia artificial, la tecnología y la explotación masiva de los recursos naturales han llegado a una cumbre de supuesta generación de riqueza, las noticias, en cambio, nos muestran que estamos entrando a una época cargada de calamidades.

Según los estudios dados a conocer por los principales organismos internacionales, se prevé un aumento de hambrunas que afectarán a más de mil millones de seres humanos en todo el planeta. Junto a ello, los principales organismos científicos internacionales están revelando la proliferación de enfermedades graves, incluyendo pandemias y la reaparición de enfermedades que se suponían eliminadas para siempre, como la sífilis, la lepra y la viruela.

En vastas zonas desde el oeste de los Estados Unidos hasta el Asia Central, la mayor parte de África y el sur de América, el cambio climático está teniendo efectos abrumadores para la agricultura. En Argentina, por ejemplo, una sequía sin precedentes está arruinando las cosechas de sorgo y de trigo.

Y, en medio de ese panorama desalentador, las grandes potencias se exhiben como cada vez más dispuestas al enfrentamiento armado, aun sabiendo que si se llegara a una Tercera Guerra Mundial el efecto inevitable sería solo un planeta destruido y envenenado, donde los restos de una Humanidad estupefacta, en actitud simiesca, buscarían a qué divinidad culpar del fracaso de todas las utopías y todas las promesas políticas.

Este domingo 12 de marzo, a través de la Televisión suiza RSI, se transmitió una entrevista al Papa Francisco centrada principalmente en la estúpida guerra de Ucrania en que los principales imperialismos político-económicos del mundo, todos poniendo sus caritas de santos bienintencionados, se acusan recíprocamente en términos injuriosos y llenos de ferocidad.

El Papa Francisco, en término clarísimos, enfatizó que en esta guerra los culpables están en ambos lados. De hecho, afirmó que “la guerra de Ucrania fue provocada por intereses imperialistas. Y a la vez otros intereses imperialistas no fueron capaces de evitarla”.

Implícitamente, el primer papa jesuita y primer papa latinoamericano de la historia del cristianismo reiteró las mismas declaraciones de su entrevista de diciembre pasado ante el diario ABC de España, en que acusó a los imperialistas de Occidente de recurrir a la ferocidad para esconder su debilitamiento. De hecho, aclaró que él no está defendiendo al liberal presidente ruso Vladímir Putin, ni al comunista presidente chino Xi Jinping. Lo que está defendiendo, dice, es la posibilidad de evitar el desastre de la Humanidad y del planeta entero.

Recordemos que ya en marzo de 2022, cuando recién comenzaba la guerra de Ucrania, el Papa Francisco denunció que las llamadas “narrativas” de los grandes medios periodísticos y las redes sociales se mostraban empeñadas en incitar a la gente a apoyar la guerra. De hecho, señaló entonces que Occidente está contando una especie de cuento de hadas, en que se muestra al presidente ruso como una especie de Lobo Feroz, y frente a él, el nada democrático jefe de gobierno ucraniano Volodímir Zelensky, como una especie de Caperucita Roja.

Eso, para que la gente opinara en favor de la guerra. En favor de morir y de matar.

En fin, en la actualidad se está haciendo evidente que la inmensa base social de la Humanidad, al menos en el mundo más próspero y más civilizado, está mostrándose cada vez más impaciente y rebelde ante eso que llamamos la “clase política”.

Pese a los estímulos de los gobiernos para evitar que haya disminución de la población, la gente de hecho está parando toda explosión demográfica.

Pese a las campañas periodísticas en favor de la guerra de Ucrania, el apoyo a Zelensky se está desvaneciendo. Ya le rechazaron sus intentos de participar en los principales eventos culturales de Occidente, incluyendo el Festival de San Remo, en Italia, y la entrega de los Oscar en los Estados Unidos, donde Zelensky estaba exigiendo ser invitado para promover la acción contra Rusia.

Está claro que, a nivel mundial, la gente más culta y exitosa ya no le está haciendo tanto caso a la clase política, y ya no está dispuesta a salir a matar seres humanos por supuestos “motivos patrióticos”. Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Hay peligro.

Y también hay cada vez más impaciencia y hambre de respuestas que realmente sean de buena fe.

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Ruperto Concha Chileno, analista internacional

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