El 14 de noviembre de 2024 descubrí en YouTube un documental del canal alemán Deutsche Welle (DW), publicado ese mismo día, titulado: De la reforestación a la compensación de CO2: los sucios trucos de las empresas[1]. Decidí compartirlo en mi página de Facebook para destacar la realidad sobre los bonos de carbono. Para mi sorpresa, justo después de publicar solamente el enlace del video, sin ningún comentario adicional, recibí una notificación que indicaba que había compartido contenido inapropiado y, por tanto, el post fue bloqueado casi al instante.
Es importante mencionar que cuando se publica en una red social contenido potencialmente ofensivo, sexual o violento que podría ser considerado inapropiado, este suele ser revisado por los “moderadores de contenido”: personas que monitorean para asegurarse de que cumplan con las políticas y normas de las plataformas. Sin embargo, en el caso de este documental no transcurrieron más de un par de segundos antes de que fuera bloqueado, lo que implica que ninguna persona tuvo tiempo de leer ni siquiera el título. Fue un algoritmo el que identificó el contenido como «inapropiado», según las políticas de Facebook, y decidió eliminarlo.
¿Por qué los algoritmos de Facebook consideran este documental como inapropiado? ¿A quién afecta el desprestigio de los bonos de carbono? ¿Por qué a Facebook le interesa preservar la reputación “ecológica” de dichos bonos?
¿Qué son los bonos de carbono?
Los bonos de carbono son equivalentes a las indulgencias que la Iglesia católica vendía en la Edad Media, para enmendar los pecados cometidos en la Tierra y así evitar el Infierno o el Purgatorio y permitir que el alma llegue directamente al cielo. Este sistema de bonos permite a los países industrializados invertir en proyectos que reducen las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en países en desarrollo y, a cambio, obtener créditos o bonos de emisión, conocidos como Certificados de Reducción de Emisiones (CERs). Estos certificados pueden ser comercializados, permitiendo a los países comprometidos a reducir sus emisiones, bajo el Protocolo de Kioto (firmado en 1997), comprar y vender unidades de reducción de emisión para cumplir con sus objetivos climáticos.
De esta forma, un país que emite mucho dióxido de carbono, debido a su elevado consumo de energía fósil destinada a hacer funcionar su industria, transporte, construcción de infraestructuras y generación de electricidad, puede seguir incentivando su crecimiento industrial y económico con tal de invertir en proyectos de captura de GEI para compensar sus emisiones. Además, pueden vender esos bonos a países que no hayan cumplido con sus objetivos de reducción de GEI. Con lo que obtienen ingresos extras y permiten que otros países sigan contaminando, sin remordimientos.
Este comercio de bonos no se limita a los países, sino que también se lleva a cabo entre empresas públicas como privadas. Este sistema permite a las empresas que emiten GEI por debajo de su límite obtener bonos de carbono que pueden vender a otras empresas que superen sus límites de emisión. El objetivo del comercio de estos bonos es proporcionar un incentivo económico para reducir las emisiones, ya que las empresas pueden adquirir ingresos adicionales vendiendo sus bonos excedentes.
En un afán por enverdecer las actividades económicas las grandes industrias, entre ellas las Big Tech –los gigantes teconológicoscomo Google, Amazon, Meta (anteriormente Facebook), Apple, Microsoft y Tesla–, buscan conseguir el rótulo de emisiones negativas de GEI. Esto adhiriéndose al compromiso de reducir sus emisiones netas a cero. Eso generalmente implica una combinación en la reducción de emisiones directas e indirectas mediante la implementación de tecnologías más limpias, mejorar la eficiencia energética, cambiar a fuentes de energía renovable y compensar cualquier emisión restante a través de mecanismos de compensación, como la compra de bonos de carbono.
Estos bonos forman parte de los mecanismos para combatir el cambio climático y alinearse con los objetivos del Acuerdo de París, firmado en la COP21 en diciembre de 2015, que busca limitar el aumento de la temperatura global. Al adoptar y promover un enfoque de cero emisiones de GEI las empresas pueden promocionarse como “verdes”, pretendiendo contribuir a la sostenibilidad del medio ambiente. De esta manera mejoran su reputación, cumpliendo con las expectativas de los consumidores que creen poner su grano de arena consumiendo “productos y servicios más ecológicos”.
¿Cuál es la realidad de los bonos de carbono y del consumo energético de las Big Tech?
En lugar de contribuir a la reducción de GEI, los bonos de carbono a menudo han sido utilizados para continuar permitiendo la emisión de estos gases, además de generar ganancias a través de su comercialización. Por lo tanto, están más relacionados con campañas de greenwashing, promovidas por empresas que buscan mejorar su imagen y presentarse como defensoras del medio ambiente sin hacer cambios significativos en sus prácticas productivas ni en sus impactos ambientales.
Las empresas tecnológicas suelen percibirse como poco contaminantes, porque sus servicios son digitales y se entregan mediante Internet. Sin embargo, al no recibir algo tangible los usuarios suelen ignorar la inversión de energía, recursos naturales (como las materias primas) y las industrias necesarias para sostener el mundo digital.
Los efectos negativos de la tecnología no suelen difundirse en los medios de comunicación masivos, que tienden a resaltar más sus beneficios y a entusiasmarnos con las novedades que podremos disfrutar en el futuro cercano.
En eso profundiza Riccardo Piccolo en un artículo publicado en Wired el 16 de julio de 2024, titulado: “Los centros de datos de todo el mundo consumen más energía que Francia”[2]. Allí destaca que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) alerta sobre el temible consumo de recursos como agua y electricidad por parte de los centros de datos, lo que amenaza con agotar las materias primas. El “Informe sobre la Economía Digital” de la organización aborda las repercusiones de la expansión global de infraestructuras que soportan servicios de nueva generación, incluyendo la Inteligencia Artificial (IA). Según el informe, el consumo de electricidad de los principales operadores de centros de datos, como Amazon, Alphabet, Microsoft y Meta, se duplicó entre 2018 y 2022.
En cuanto al consumo estimado y futuro, la Agencia Internacional de la Energía indica que el consumo global de electricidad por los centros de datos alcanzó aproximadamente 460 teravatios-hora (TWh) en 2022, y podría superar los mil TWh en 2026. Para ilustrar, el consumo total de electricidad en Francia en 2022 fue cercano a 459 TWh. Irlanda, por ejemplo, vio cuadruplicarse el consumo eléctrico de centros de datos de 2015 a 2022, llegando a representar el 18% de su consumo nacional, con proyecciones de alcanzar el 28% en 2031. En Singapur los centros de datos eran responsables de cerca del 7% de la demanda eléctrica en 2020, lo que llevó al Gobierno a imponer restricciones a nuevas instalaciones. Además de la electricidad el consumo de agua para refrigeración en centros de datos es significativo, aunque la información sobre su impacto es limitada y depende del contexto local.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) enfatiza la necesidad de “políticas sólidas para mejorar la sostenibilidad del crecimiento digital”, advirtiendo que los países en desarrollo sufren más los daños medioambientales. Según su secretario general, António Guterres, la expansión sin control de la economía digital podría aumentar las desigualdades sociales y los problemas ambientales, especialmente con tecnologías emergentes como la IA. En 2020 el sector de las TIC generó entre el 1.5% y el 3.2% de las emisiones globales de GEI, comparable a la aviación o el transporte marítimo. La fabricación de una computadora requiere alrededor de 400 veces su peso en materias primas, y se prevé que la demanda de minerales esenciales para la digitalización podría quintuplicarse para 2050.
Pese a los compromisos para alcanzar la neutralidad en carbono, empresas como Google y Microsoft han incrementado sus emisiones de GEI, impulsadas por la demanda de IA. El auge de las tecnologías basadas en IA está llevando a fuertes inversiones en centros de datos, con un gasto previsto de cerca de mil millones de dólares en los próximos años, aunque hay dudas sobre la viabilidad económica y ambiental de estas inversiones.
¿A quién benefician los algoritmos?
El hecho de que un algoritmo haya bloqueado y eliminado una publicación que denuncia las malas prácticas asociadas con los bonos de carbono podría explicarse a partir de que en 2020 Facebook logró alcanzar emisiones “netas cero” en sus operaciones, un logro considerado significativo en el sector tecnológico. Además de haber anunciado, el 18 de septiembre de 2024, que “Meta acordó comprar hasta 3.9 millones de créditos de compensación de carbono de la rama forestal del banco de inversión brasileño BTG Pactual hasta el años 2038 (el precio promedio de los créditos de carbono forestales es de 4.22 dólares por crédito)”[3], como uno de sus proyectos de compensación de emisiones de CO2.
Es pertinente mencionar que entre sus proyectos de “cero emisiones” están los de impulsar sus centros de datos y servicios de IA mediante energía nuclear (neutra en emisiones de carbono), donde se han posicionado como pioneros entre las Big Tech en la construcción de sus propias centrales nucleares.
Otras grandes empresas tecnológicas, como Google, también han manifestado su intención de construir centrales nucleares, las cuales se espera que entren en operación entre 2030 y 2035, con una capacidad de 500 MW, suficiente para abastecer de electricidad a unos 360 mil hogares al año[4].
Lo alarmante e indignante en esta situación radica en que, por un lado, se evidencia el uso de la IA para bloquear publicaciones que no son inapropiadas, sino consideradas como no alineadas a sus intereses, yendo en contra de la libertad de expresión y del derecho a la información. Resguardando en este caso la noción de que los bonos de carbono son positivos para el medio ambiente y que el mercado de compensación de emisiones de GEI restringe estas emisiones, cuando en realidad es una forma más de captar recursos y de “lavar la cara” a las empresas que contaminan.
Por otro lado, considerando las circunstancias actuales de la Humanidad, en las que se intensifican los efectos de la crisis climática y se prevé una escasez de combustibles fósiles en los próximos 20 años, lo que disminuirá considerablemente la cantidad de energía disponible a nivel global, se constata que las potencias tecnológicas priorizarán el funcionamiento de sus sistemas de “inteligencia” artificial en la búsqueda de incrementar sus ingresos, en lugar de utilizar la energía y la tecnología disponibles de manera más inteligente y solidaria con el 99% restante de la población mundial.
__________________________
Carlos Bonadona Vargas Boliviano, ingeniero de sistemas, con maestrías en Telecomunicaciones y Energías Renovables
[1] Ver en https://youtu.be/3mOuVzKXpPU
[2] Consultar en https://es.wired.com/articulos/centros-de-datos-todo-el-mundo-consumen-mas-energia-que-francia
[3] Consultar en https://www.eleconomista.com.mx/empresas/Meta-compra-3.9-millones-de-bonos-de-carbono-en-America-Latina-a-BTG-Pactual-20240918-0043.html
[4] Consultar en https://es.euronews.com/business/2024/10/18/google-alimentara-sus-centros-de-datos-de-inteligencia-artificial-con-minirreactores-nucle