En su última declaración, vía redes sociales, María Corina Machado volvió a presentar un mensaje que “solo va dirigido a los ciudadanos de bien”, como ella califica a esa clase opulenta que quiere el poder a la fuerza de guarimbas y amenazas. El gobierno, dijo que tiene dos opciones: facilitar una transición negociada o deciden arrebatarla. Ni el país ni el mundo lo aceptaremos, amenazó. Pueden demorar la transición, pero no impedirla. Es decir, es una declaración de guerra que se desinfló cuando despertó de ese sueño “candidatural” y entendió que está inhabilitada. Sin embargo, continúa utilizando ese verbo impositivo que según ella, es un mandato que el pueblo venezolano le dio el 22 de octubre del año pasado, con la famosa elección primaria que no alcanza en números relativos, el tres por ciento del total del padrón electoral de Venezuela.
María Machado, expresivamente, con un cuadro psicótico que afecta su mente y hace que pierda contacto con la realidad, ha pedido al reino de Noruega, mediador en el diálogo entre el gobierno venezolano y la oposición, que presione al presidente Nicolás Maduro para que admita la candidatura de su sucesora, Corina Yoris. Será porque Noruega es un país monárquico, y la representante de la oligarquía nacional espera que el Rey de Noruega, Harald V, al ostentar una autoridad absoluta que concentra todos los poderes para gobernar, legislar y hacer justicia en su país, emita un decreto real ordenándole a Venezuela inscribir a doña Corina Yoris y Villasana, duquesa y filósofa de Baruta, como su candidata.
Estamos claros en Venezuela que dejamos de ser colonia hace 208 años cuando el Libertador Simón Bolívar se declaró antiimperialista. El siete de octubre de 1818, Bolívar ratificó ese carácter con su contundente respuesta al agente diplomático estadounidense Juan Bautista Irvine, con la Carta de la Dignidad: “Parece que el intento de usted es forzarme a que alterne los insultos: No lo haré; pero si protesto a usted, que no permitiré se ultraje ni desprecie al gobierno y los derechos de Venezuela”. De tal manera que el reino de Noruega, como mediador entre el gobierno y la oposición, tiene sus límites, a pesar de que la heredera de la Electricidad de Caracas, ha utilizado los más infundados argumentos para descalificar al gobierno bolivariano de Nicolás Maduro, entre ellos, alertar a Noruega que “corre el riesgo de ser víctima de una próxima desaparición forzada”. Es decir, concurre a la megalomanía como arma, para generar en la comunidad internacional serios cuestionamientos sobre los derechos humanos en Venezuela.
Los observadores internacionales -en las elecciones del 28 de julio- tienen claro las condiciones de participación como testigos de este proceso: Siempre que cumplan con los requisitos y la normativa constitucional y legal del país. No somos ni súbditos ni lacayos del Reino de Noruega, ni de la Unión Europea, ni de Naciones Unidas.
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William Gómez García Venezolano, periodista
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