Bajo la sombra de Monroe: OEA y Cepal

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Dólar y cañoneras

El diluvio de intervenciones de Estados Unidos sobre América Latina y el Caribe corresponde a una política exterior definida y pertinaz, que los financistas bautizan como “Diplomacia del dólar” y los diplomáticos como “Diplomacia de las cañoneras”, mantenida como regla inflexible durante las administraciones de Theodore Roosevelt, William Howard Taft, Woodrow Wilson y prácticamente todos los presidentes norteños. Sostiene la necesidad de expandir las inversiones estadounidenses en el exterior; el pretexto de que éstas son mutuamente beneficiosas para inversionistas y receptores; la afirmación de que requieren la estabilidad política en una zona de inestabilidad persistente, y la exhortación para intervenir militarmente a fin de garantizar la estabilidad e impedir la intromisión extracontinental en zonas críticas, como las adyacentes al canal de Panamá. El dólar de plata muestra colmillos de acero.

Organización de Estados Americanos

Bajo tales auspicios doctrinarios se celebran cuatro Conferencias Interamericanas entre 1901 y 1910. La Primera Guerra Mundial marca un largo paréntesis, tras el cual se celebra una Quinta Conferencia en Santiago de Chile en 1923, y otra en La Habana en 1928, bajo los auspicios del dictador Gerardo Machado. La Conferencia de Lima sanciona en 1939 la Declaración de Lima, para convenir la solidaridad entre las naciones en caso de agresión extranjera. Con este piso defensivo, Estados Unidos estabiliza su retaguardia y puede intervenir desde 1941 sin preocupaciones en la Segunda Guerra Mundial. Tras ésta, la Conferencia de Santiago de Chile aprueba la convención promovida por el ex presidente paraguayo Manuel Gondra para prevenir conflictos interamericanos, y la IX Conferencia Panamericana crea en 1948 la Organización de Estados Americanos, cuya inauguración en Bogotá coincide con los aciagos sucesos del Bogotazo, desencadenados por el asesinato del dirigente popular Jorge Eliécer Gaitán.

Carta Económica de América

Señala Noam Chomsky que las funciones que la gran potencia le establece a la región latinoamericana quedaron clarificadas en una conferencia del hemisferio, celebrada en febrero de 1945, donde Washington propuso una “Carta Económica de América” que eliminara el nacionalismo económico “en todas sus formas”. Añade Chomsky que los planificadores de Washington se daban cuenta de que no iba a ser fácil imponer este principio, que los documentos del Departamento de Estado advertían que los latinoamericanos prefieren “políticas pensadas para mejorar la distribución de la riqueza y elevar el nivel de vida de las masas “, y están “convencidos de que los primeros beneficiarios del desarrollo de los recursos de un país deben ser sus habitantes”, ideas que según Chomsky para los estadounidenses “son inaceptables” ya que los “primeros beneficiarios” de los recursos de un país “son los invasores estadounidenses y América Latina cumple perfectamente su papel de sirvienta mientras no se ocupe más allá de lo razonable del bienestar general ni de un ‘excesivo desarrollo de la industria’ que podría colisionar con los intereses norteamericanos” (Chomsky: 1999, 23-24).

Cepalc

Concluida la Segunda Guerra Mundial, se crea la Organización de las Naciones Unidas, inspirada en el ejemplo de la inoperante Liga de las Naciones que el presidente George Wilson, promovió para evitar una nueva conflagración mundial. La ONU debió crear varias comisiones regionales: su Consejo Económico y Social (Ecosoc) estableció así el 28 de febrero de 1948 la Comisión Económica para la América Latina (Cepal), llamada desde 1985 Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepalc), a fin de no excluir a las repúblicas caribeñas. Sus tareas fundamentales son: desarrollar y apoyar las iniciativas que faciliten acciones concertadas para la rápida solución de problemas económicos; incentivar el desarrollo en América Latina y el Caribe y ampliar y profundizar las relaciones económicas entre los países del área; llevar a cabo y financiar estudios e investigaciones sobre los problemas científicos y tecnológicos de éstos, y cooperar en el planteamiento y ejecución de políticas coordinadas. También la promoción de la reforma monetaria internacional, la transferencia de recursos y el mejoramiento de la producción agrícola y los niveles de nutrición en el área.

Desarrollo económico y proteccionismo

Desde el inicio de sus funciones, la Cepal sostiene la necesidad del desarrollo económico mediante la industrialización y la sustitución de importaciones; el indispensable papel ductor del Estado en la economía y la conveniencia de la instauración de políticas públicas de estímulo y barreras proteccionistas. El organismo apuntó la conveniencia de incrementar el comercio entre los países de la región, y Raúl Prebisch, uno de sus más connotados colaboradores, sostuvo que “el mercado común responde al empeño de crear un nuevo módulo para el intercambio latinoamericano adecuado a dos grandes exigencias: la industrialización y la necesidad de atenuar la vulnerabilidad externa de los países latinoamericanos” (Salazar, José Manuel: “El resurgimiento y el legado de Prebisch”, Revista de la Cepal, Santiago de Chile, agosto 1993, p.25-27, cit. por Wettstein 2003, 90). Prebisch también sostuvo que “el desarrollo se ha extraviado desde el punto de vista social y gran parte de esas energías vitales del sistema se malogran para el bienestar colectivo. Trátase de fallas de un capitalismo imitativo. Se está desvaneciendo el mito de que podríamos desarrollarnos a imagen y semejanza de los centros. Y también el mito de la expansión espontánea del capitalismo en la órbita planetaria. El capitalismo desarrollado es esencialmente centrípeto, absorbente y dominante. Se expande para aprovechar la periferia. Pero no para desarrollarla”.

Lamentablemente, muchos gobiernos de la región han decaído en la incondicional entrega de recursos naturales y humanos a transnacionales a las cuales se otorgan más privilegios que a los nacionales y se exonera de pagar impuestos y de reconocer derechos laborales y sociales a sus trabajadores.

La sombra de Monroe todavía oscurece nuestro destino.

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Luis Britto García Venezolano, Historiador y escritor

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