Amaury Pérez

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Hoy desperté tarde de mi sueño inducido por el Alprazolam, después de la muerte de mi hermana hace mes y algo…el sueño, que siempre ha tenido problemas matrimoniales conmigo, se fue de casa. Una larga historia de desencuentros y encuentros entre nosotros.

Como es habitual, antes de levantarme de la cama, consulto el grupo del punto rojo de Correo del Alba para estar al tanto de lo ocurrido mientras yo dormía. Esta vez, me encontré con una nota de Amaury Pérez, el trovador cubano, que había sido publicada unas horas antes por Javier, nuestro editor. Esta noticia cambió mi mañana, pues comenzó con el pie izquierdo de la alegría. En mi mente, no estaba Amaury, sino la canción de Noel Nicola “comienzo el día, así como si nada, pidiendo café y amor”.

Mi infancia transcurrió en una casa con un tocadiscos del que me apropié cuando era muy pequeña. Le pedí a mi padre que me enseñara a colocar los discos y desde entonces exploré toda la música antigua que se encontraba en casa. Discos de mamá, de papá y de mis hermanos, claro, siempre y cuando no estuvieran en casa, ya que, de lo contrario, yo sería la culpable de los arañazos que no se irían ni con hielo. Entre ellos había un disco blanco con una estrella roja que decía «Nueva Trova Cubana». Eso despertó una curiosidad intensa en mí, y me aprendí todas las canciones. En aquel entonces, tenía alrededor de ocho años y estaba en el inicio de mis largos insomnios con los libros y las películas. Con la música, el romance fue instantáneo y permanente.

Ese disco se lanzó en 1978 y contaba con varios músicos notables: Silvio, Pablo, Amaury, Noel Nicola, Pedro Luis Ferrer y una única mujer Sara González con sus «Versos, de José Martí». Me aprendí todas las canciones de ese LP, así como las dos canciones de Amaury: «Acuérdate de Abril» y «Andes en lo que andes». Aunque estas son las únicas canciones suyas que me sé, las canto con pasión. Son parte de mis recuerdos de la infancia.

Cuando leí su crónica sobre el concierto en Caracas, al cual asistió con Silvio y Carlos Varela, me emocioné mucho al recordar esos tiempos cuando vivía en la ciudad. En 2002, habíamos superado un golpe contra el comandante Hugo Chávez y en 2003, los estudiantes, incluyéndome, luchábamos contra la Policía Metropolitana en una serie de enfrentamientos. La escasez y los atentados de la derecha contra el gobierno generaron un ambiente tenso y complicado.

En medio de esta tensión, una estrategia chavista inesperada, convocó a un concierto gratuito y masivo en diciembre que contó con artistas nacionales y tres cubanos: Carlos Varela, Silvio Rodríguez y Amaury Pérez. Aunque conocía muy poco de Carlos Varela, y apenas una canción de Silvio, todas y cada una de las canciones de Amaury estaban en mi corazón.

La crónica de Amaury Pérez, me hizo recordar cómo los ministros se confundieron entre él y Silvio en ese evento, y recordé que, de niña, con tanta admiración por el disco rojiblanco, deseaba ponerles rostros a esos nombres. Y lo hice. Puedo afirmar sin duda que Amaury, no se parece en absoluto a Silvio.

Ese concierto me dejó una huella significativa. Nos permitió soñar con grandes artistas y disfrutarlos de manera gratuita. Todos y cada uno de nosotros pudimos presenciar sus talentos en acción.

Finalmente, conocí a Amaury en 2006 en Morro Cabaña. Al pasar junto a él, le mencioné «Acuérdate de Abril» y continué, ya que mi objetivo era saludar a Fidel Castro. Logré hacerlo, no solo lo saludé, sino que me aferré a su cuello y le pedí a su equipo de seguridad que tomara una foto. Aunque no obtuve la foto deseada, toqué sus manos, su rostro y le expresé mi amor y admiración.

Cuando por fin trato de tomar una foto con mi camarita “trucha”, llegó Amaury y le dijo: ya el comandante Chávez iba muy adelante y tenían que alcanzarlo para el acto. Fidel apresuró el paso y se apoyó en el hombro de Chávez y esa foto la tengo, ninguna conmigo.

Más tarde, tomé más fotos, gracias a Fidelito el hijo mayor de Fidel Castro, quien me animó a hacerlo. Conservo esas imágenes en un álbum, en mi casa: Fidel y Chávez conversando y riendo.

Esa noche, después del acto, nos enfrascamos en una maratónica e histórica competencia entre Fidel y Chávez para ver quién hablaba más. Mientras tanto, nosotros, tras bambalinas, nos preparábamos con café para una batalla que culminó en casa del líder cubano a las siete de la mañana. De ahí, nos dirigimos al aeropuerto para despedir a nuestro comandante Chávez.

Gracias, Amaury Pérez, por revivir estos recuerdos, por siempre traerme un abril revolucionario. Siempre me sorprende el otoño desde que te conozco, y siempre me acuerdo de ti.

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Nahir González Correo del Alba  

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