Khartum, la capital de la república africana de Sudán, es una ciudad más bien pequeña, con solo 700 mil habitantes, que el sábado 15 de abril, a las seis de la mañana, ni pensaban en levantarse. Pero de pronto escucharon algo así como un trueno. Después otro y otro más, y se dieron cuenta de eran unas malditas granadas de artillería, porque los jefazos uniformados, una vez más, habían perdido la paciencia, ya no se aguantaban entre sí, y habían comenzado, patrioticamente, a matar compatriotas y colegas disidentes.
La guerra estaba recién comenzando, con las tropas del comandante en Jefe del Ejército, general Abdel Fatah Burhan, enfrentando a las del comandante del Ejército de Acción Rápida, general Mohammed Hamlan Dagalo, conocido como “Hemedti”.
En pocas horas se contabilizaron más de 128 civiles muertos, en sus casas, por el bombardeo de artillería, y unos 400 soldados muertos en el enfrentamiento, además de un estimado de cuatro mil 600 personas heridas, muchas de ellas de extrema gravedad.
La artillería había hecho una pausa y los ruidos de batalla se centraban en algunos lugares específicos en la periferia. Y, por supuesto, todos los que podían hacerlo agarraron sus cositas más valiosas y salieron corriendo de sus casas hacia las afueras, intentado huir de la ciudad.
Rápidamente habían aparecido vehículos de todas clases, con choferes que ofrecían acarrear a los que no tenían vehículo, cobrando precios exorbitantes, para llevarlos hacia la frontera con Egipto, o hacia la costa del Mar Rojo, para cruzar hacia Arabia Saudita, o a la frontera con Etiopía los que no podían pagar mucho.
Y en seguida comenzaron a ocurrir cosas raras. De partida, el sorprendente número de extranjeros que se encontraba en la ciudad. Varios miles de egipcios y otros tantos árabes, además de cientos de extranjeros de Sudáfrica y otros países africanos, lo que se explica por tratarse de vecinos. Pero también había más de mil europeos occidentales, más de mil rusos y otros tantos chinos, así como más de 16 mil estadounidenses según informó el Departamento de Estado norteamericano.
Resultaba evidente que en Khartum se estaban haciendo negocios de muchas clases con intereses muy “cosmopolitas”, a pesar de que la economía de Sudán está casi arruinada.
Y, además, fíjese Ud., en calidad de funcionarios del gobierno de los Estados Unidos fueron declarados nada menos que dos mil individuos supuestamente empleados de la Embajada. Oiga… 16 mil estadounidenses en la pequeña ciudad de Khartum, según informa el periódico Asia Times…
Raro, ¿verdad?… pero más raro es que, ante el estallido de la violencia bélica, los Estados Unidos enviaron de inmediato aviones de su Fuerza Aérea para evacuar rápidamente a todo el personal vinculado a su embajada. Pero, en cambio, el gobierno de Washington se abstuvo por completo de evacuar al resto de ciudadanos estadounidenses, también muchos miles, quienes tuvieron que pagar hasta 40 mil dólares por persona para ser trasladados a Egipto o Arabia Saudita. Es decir, mientras China, Irán, Rusia, Turquía, Francia y otros países lograron evacuar muy rápidamente, con protección y sin costo alguno a sus connacionales, los Estados Unidos, en cambio, aparecieron dejándolos abandonados.
¿Por qué Estados Unidos redujo a casi cero su capacidad de reacción ante una crisis tan grave?
Según varios analistas internacionales la explicación parece ser que el súbito estallido de guerra entre facciones militares de Sudán se produjo inesperadamente y en momentos en que Washington estaba preparando alguna operación oculta de enorme importancia, que, si quedara al descubierto, tendría efectos catastróficos. Por eso el gobierno de Joseph Biden solo alcanzó a reaccionar borrando hasta el último vestigio revelador de lo que fuera que estaba urdiendo a escondidas.
Pero veamos quiénes son los uniformados protagonistas de la guerra entre compatriotas de Sudán. El general Abdel Fattah al Burhan, comandante en Jefe del Ejército, había ganado prestigio durante la guerra, promovida por los Estados Unidos y Gran Bretaña, que enfrentó a Sudán del Norte, de mayoría islámica, con Sudán del Sur, de mayoría cristiana. La guerra culminó en 2011 con la división de Sudán en dos países, y con ello privó al norte de acceso a los principales yacimientos petrolíferos que sostenían su economía.
Sudán del Norte, gobernado por el dictador Al Bashir, sufrió un deterioro creciente de su economía, incluyendo cesantía y hambrunas, que culminó con el golpe militar de 2018 encabezado por el general Burhan, aliado con el general Hamlan Dagalo o Hemedti, con sus recién formadas tropas de la llamada “Fuerza de Acción Rápida».
Es importante notar que este ejército paralelo comandado por Hemedti se organizó en Libia, con apoyo del general libio Khalifa Hafther, quien había armado en 2009 un poderoso ejército financiado por la CIA que participó en el derrocamiento de Muammar Khadaffi. Este Khalifa Hafther, según informó el periódico francés Le Monde Diplomatique, tenía doble nacionalidad, era libio y estadounidense, y en la Escuela Militar de Egipto había sido compañero del ahora general Burhan de Sudán.
Fue sobre ese ejército privado financiado por la CIA que Hemedti formó su “Fuerza de Acción Rápida” en 2013, con la que se alió, de igual a igual, con el general Burhan, para derrocar al dictador Al Bashir en 2018. Con ello el poder supremo en Sudán quedó en manos de ambos sin una clara distinción de jerarquía. Sin embargo, ante la presión internacional, los dos generales golpistas aceptaron la propuesta europea de formar gobierno entre ambos más un civil en calidad de Primer Ministro, como gobierno provisorio hasta futuras elecciones democráticas.
El primer ministro designado por las Naciones Unidas fue Adballah Hamdok. Al año siguiente los dos generales lo derrocaron y se repartieron entre ambos el poder.
El general Burhan, jerárquicamente superior al general Dagalo Hemedti, fue el negociador que en 2021 pactó con el gobierno de Joseph Biden normalizar las relaciones diplomáticas de Sudán con Israel, y una posible alianza con Israel que se formalizaría a fines de este año. Además, el general Burhan había aceptado la exigencia de Washington de cortar todo apoyo a la causa del pueblo palestino y de romper relaciones diplomáticas con Irán. Es decir, había comprometido al gobierno de Sudán como un aliado de Washington e Israel en contra de Arabia Saudita, Irán y Palestina, y como punta de lanza de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el centro mismo de África Oriental.
Frente a esos compromisos del general Burhan con los Estados Unidos e Israel, el general Dagalo Hemedti aparece claramente alineado con Rusia, con China y con Arabia Saudita. De hecho, gran parte de las operaciones mineras y agrícolas controladas por la “Fuerza de Acción Rápida”, que Dagalo Hemedti comanda, se realizan en sociedad con inversionistas rusos, incluyendo al propio Eugenio Prigozyin, director y propietario del llamado Grupo Wagner, de fuerzas militares privadas o mercenarias similar a la Blackwater de los Estados Unidos.
Desde el comienzo de la guerra de Ucrania, Sudán habría enviado secretamente a Rusia más de 16 cargamentos de oro, procedente de la zona controlada por las «Fuerzas de Acción Rápida», en pago por diversas importaciones de armas, maquinaria y trigo, burlando las sanciones impuestas por los Estados Unidos.
Asimismo, Sudán ha mantenido un activo comercio con China, a la que ha exportado minerales y productos agrícolas por más de mil millones de dólares en los últimos seis meses.
Por otra parte, también el general Dagalo Hemedti mantiene su alianza con el gobierno de Libia oriental, que rechaza al gobierno impuesto por la OTAN sobre Libia, tras el derrocamiento y asesinato de Muammar Khadaffi.
Y, además, el propio director de Asuntos Africanos del Consejo de Relaciones Exteriores de la Unión Europea (UE), Theodor Murphy, de Gran Bretaña, ha reiterado su sospecha de que el mismo general Burhan “podría estar secretamente dispuesto a romper sus compromisos con Biden e Israel, y alinearse también con Moscú”.
En febrero de este año, durante su visita a África, el ministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, sostuvo prolongadas reuniones con ambos generales y en esta crisis de guerra interna tanto Rusia como China y Arabia Saudita están formulando llamamientos a buscar el entendimiento pacífico que es indispensable tanto en Sudán como en toda el África.
¿Puede alcanzarse un final racional, pacífico y conveniente para la nación del Sudán? ¿Pueden generarlo las potencias occidentales o serán las potencias orientales las llamadas a resolver la crisis de Sudán?
El propio gobierno chino ha declarado que debiera ser la Unión Africana, con la Autoridad Intergubernamental de las naciones africanas, la que logre restablecer el diálogo en Sudán hasta encontrar los términos que ambas posturas consideren ganadoras.
Pero, por cierto, las naciones amigas, sobre todo China, Rusia y Arabia, pueden ofrecer un terreno neutral donde las partes en conflicto negocien libres de presiones y amenazas los términos de una paz conveniente, productiva y justa.
¿Podrán las potencias occidentales aceptar que África logre independizarse definitivamente tanto de los que antes fueron traficantes de esclavos africanos y colonizadores feroces? ¿O será que ya el imperio de los Estados Unidos sobre el continente africano está quedando reducido a ruinas? Bien ponto lo veremos… si es que no estalla antes la Tercera Guerra Mundial.
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense,
¡Hay peligro!
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Ruperto Concha Chileno, analista internacional