ENTREVISTA│ Franklin Fernández: “Entre la realidad y la ensoñación radica la poesía, que es canto y silencio”

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Sumergido permanentemente en un nuevo proyecto, recorre los lugares que abre la ciudad para el arte. Siempre entusiasta, siempre listo a la buena vibra. Este poeta nacido en Caracas, Venezuela, en 1973, es licenciado en Artes Plásticas, mención Pintura por el Iuesapar (Instituto Armando Reverón de Caracas). Autor de varios libros de poesía: Miopía (Pliegos de la visión, España, 2019); Poemas-Objeto: Cuerpo y textura de la poesía (El Perro y La Rana, Caracas, 2011); Simples (El Perro y La Rana, Caracas, 2006); La Escritura y tú (SER Anzoátegui, 2010); Breves (El Pez Soluble. Caracas, 2000). Y de varios trabajos investigativos: Yubana Marcó: Acercamientos (El Perro y La Rana, Caracas, 2022); Eduardo Sifontes: Relevo de Guardia: Obra reunida: poesía y prosa 1962-1974 (El Perro y La Rana, Caracas, 2021); Silabario del Incierto. Entrevista a Juan Calzadilla (Fundarte, 2015); La Imagen Doble (El Perro y La Rana, Caracas, 2006).

Ha trabajado como especialista en Gestión Cultural (Artes Plásticas), en el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, Gabinete de Cultura del Estado Anzoátegui (2010-2015).

Participó en el Taller de Poesía del Celarg (Casa Rómulo Gallegos, Caracas), con los poetas Lázaro Álvarez y Arturo Gutiérrez Plaza (1998-1999). Ha realizado un importante número de exposiciones individuales y colectivas, entre las que destacan: el III Premio de la II Bienal de Artes Plásticas Pdvsa Oriente, Museo de Arte Contemporáneo de Cumaná (2013); Luis Luksic, en el Gran Salón Nacional Mauro Mejías (Barcelona, Anzoátegui, 2012); Rafael Fucho Tovar, de la X Bienal Nacional de Escultura Francisco Narváez, (Porlamar, Isla de Margarita, 2009); Rita Valdivia, del Primer Salón Oriental, Galería Pedro Báez, (Barcelona, Anzoátegui, 2008). Participó en el Décimo Festival Mundial de Poesía celebrado en Caracas (2013).

Actualmente, sigue desempeñándose como promotor cultural, investigador independiente y operario de la Imprenta Regional del Estado Anzoátegui. Fundación Editorial El Perro y La Rana, MpppCultura.

Desde el Rincón, zona rural de Puerto La Cruz, estado Anzoátegui, hablamos con el polifacético artista Franklin Fernández.

¿Cómo llegaste a la poesía? 

Diría que desde niño, en compañía de un amigo, Joel Rojas, y con la ayuda de dos de mis hermanas. Leíamos poemas de Pablo Neruda y Andrés Eloy Blanco. Comencé a leer poesía con propiedad en la universidad (1995), con la orientación de un excelente profesor de literatura, Luis Eduardo Cabrera, Chacho, (recientemente fallecido); y un buen amigo, Oswaldo Rosales. Fue lo que me motivó a inscribirme en el taller de poesía del Celarg (Casa Rómulo Gallegos), en 1998. 

¿Cuáles son tus referentes?

Hay muchos. Entre los que rememoro en este momento, destacan: Chevige Guayke, Juan Calzadilla, Gustavo Pereira, Luis Alberto Crespo, Eduardo Sifontes, Eugenio Montejo, Ramón Ordaz, Carlos San Diego, Rafael Cadenas, Jaqueline Goldberg, José Balza, Fidel Flores, Antonio Porchia, Roger Munier, E.M. Cioran, Jorge Luis Borges, Joan Brossa, Humberto Ak’abal, Gastón Bachelard, Octavio Paz, entre muchos más…

Tu poesía va desde el texto escrito a la imagen visual, en esa mezcla que haces de la poesía con la plástica. ¿Para tus creaciones, qué fue primero, la palabra o la imagen?

Dice Laura Antillano, en la “Aventura de leer”, que la filiación entre lectura y escritura es la misma que entre una hoja de papel y sus dos caras, es decir, son inseparables. Diría lo mismo de la imagen plástica y poética que, en mi obra, juegan un papel fundamental. 

La poesía plástica en vez de papel, toma como soporte otro vehículo, el objeto. Y toma cuerpo en conceptos expresados sin palabras. Entre la palabra y el objeto, entre la imagen y su fisicidad. Soy consciente en que el poeta es capaz de tangibilizar sus ideas para formar un universo que exige la atención de la mirada y el placer de lo creado. Mis poemas visuales se basan en la combinación de objetos, que generan encuentros inesperados e imposibles, y son caldo de cultivo de sugerentes asociaciones de ideas. Este tipo de poemas, me permite salir del libro y ser proyectados en otros ámbitos de lectura, desplazando el poema más allá de los límites de la poesía tradicional. 

¿Tienes rutinas diarias para dedicarte a la poesía?

Suelo estar muy atento a lo que acontece a mi alrededor. Vivo en poesía. Vivo permanentemente en poesía. Mi rutina diaria se basa en la contemplación. En la búsqueda de la belleza a través de la contemplación misma. Si algo me ha enseñado el arte es, precisamente, a mirar. La poesía me ha enseñado que la vida hay que definirla a partir de tres valores fundamentales: el sentido poético de la vida, el impulso amoroso y la pasión por la libertad. Así es que mientras contemplo, hago poesía. Mientras trabajo con la gente, estoy haciendo poesía. Nada se gana con escribir bien, si se trata mal a la gente. Las palabras pierden valor cuando tus acciones no coinciden. 

¿Qué significa o representa, para tu vida, editar libros de otros escritores?

Una responsabilidad. Valoro y respeto mucho el trabajo de los demás. La obra de un autor puede significar un cuestionamiento, pero no un poner en duda su existencia. Editar un libro ajeno, es como prolongar la vida del otro.  

¿Qué se necesita para enseñar a escribir poesía?

La poesía se hace no sabiéndola hacer, decía Porchia. No tiene que ver con el conocimiento ni con la ignorancia, sino con la sensibilidad. Esa misma sensibilidad te capacita para valorar y respetar las virtudes de otros. De momento, sigo buscando espacios para alimentar y desarrollar esa sensibilidad.

La poesía brota de la sensibilidad y la paciencia, vale decir, de la meditación. Jaime Jaramillo Escobar escribe que la poesía brota de la meditación porque es espiritual. Por tanto, el poeta es un ser “espiritual, contemplativo y místico” por naturaleza, sin eso no hay poesía. Y si hay algo que llamamos espíritu, es porque la poesía se compone precisamente de experiencias espirituales. 

¿Qué encuentras en los niños y niñas que participan con frecuencia en tus talleres de poesía?

Afectividad, ingenio, magia, creatividad, sensibilidad, infusión, inspiración voraz…  En los niños y niñas encuentras la esperanza, siempre activa, de la eternidad. En ellos se conjuga la belleza de la ingenuidad con el candor de la sabiduría. Estoy convencido que los niños suelen ser los mejores receptores y mensajeros de la poesía.

¿De qué sirve, a un niño o niña, un taller de poesía en estos tiempos tecnológicos?

Bueno, sirve de mucho. En principio, despertar su interés por la lectura y la escritura. Partiendo de la realidad actual en la que viven inmersos (televisión, internet, teléfonos celulares), debemos orientarlos para que desplieguen su imaginación con la ayuda de otros mecanismos más cónsonos con esa realidad. Personalmente, utilizo herramientas tradicionales como la magia, la ciencia, las artes plásticas… La idea es que aprendan a exteriorizar sus conflictos o sentimientos a través de situaciones ficticias que, al hacerlas auténticas para él, les permitan madurar. 

Cada integrante de un taller de poesía, tiene necesidades y aspiraciones diferentes, y por ello personalizo la atención en cada uno de los chicos. Mi tarea consiste, precisamente, a relacionar a estos chicos entre sí. Promover ese acercamiento como método de conocimiento crítico y analítico, es muy importante para mí. Porque aprender a leer en grupo es aprender a pensar en grupo. La relación de amistad entre ellos y mi persona, es fundamental para una óptima práctica del ejercicio literario.

¿Qué buscas a través de tus talleres plástico-literarios?

Mis talleres pueden ser muy diversos. Suelen ser experimentales o integrales y obedecen a diversas modalidades. Sin embargo, hay en mis talleres una especie de regresión, una vuelta al pasado. Trato de buscar ese germen social que haga reencontrar a los chamos con lo tradicional, con lo popular, con lo verdaderamente nuestro. Es un volver a lo autóctono, a los orígenes. Eso contribuye a la formación de escritores o creadores que expresen a su país. Además de incentivar las vocaciones individuales como apoyo para que cada participante encuentre su destino. 

¿Gana espacios la poesía con las redes sociales? 

Sí, claro, por supuesto, gana mucho. Las posibilidades son infinitas, y devienen igualmente atractivas. El elemento literario gana mucho cuando circula de un país a otro a la velocidad de un cohete. Te leen miles de personas en el exterior, y te relacionas con otros escritores de la actualidad literaria en el mundo en segundos. 

¿Qué cosas enganchan a los adultos que llevan sus hijos a tus clases y se quedan participando en el taller?

Bueno, depende del taller. El conversatorio sobre “trompos, cúpulas y vuelos” que está dedicado al científico venezolano Ibrahím López García, lo disfrutan tanto los niños como sus representantes. Y creo tiene que ver con ese pequeño elemento (el trompo), que es un objeto lúdico fascinante. No es sólo un juguete. Su aerodinámica marca pautas extraordinarias de diseño y perfección, que acreditan, de algún modo, su ascensión y descenso (no solo gira, sino también vuela). En otras palabras, es un elemento estático y, al mismo tiempo, dinámico y tecnológico.

¿Cuáles son los planes de Franklin Fernández para el futuro?

Tengo muchos planes en marcha, entre los que se cuentan libros, talleres, exposiciones… Así que lo que planeo hacer ya está en marcha. 

Una invitación para quienes quieran acercarse a la poesía.

Que no todo lo que se escribe o canta es poesía. Que la poesía se hace de vivencias, de experiencias personales. Sin eso, no hay poesía. Que para un escritor lo más importante es el lector. Que no todo está en los libros. Que un taller puede ser fundamental para el aprendizaje (para aprender a leer y para aprender a pensar y a discutir). Que la inteligencia puede ser tan frágil como la ignorancia, y la ignorancia puede ser tan engañosa como un estado de ensoñación. Entre la realidad y la ensoñación, radica la poesía que es canto y silencio. La poesía ayuda a definir vocaciones en las distintas ramas de la literatura, y estimula el gusto por el arte, la ciencia, la filosofía, la tecnología, la historia y las disciplinas humanísticas. 

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Tony González Correo del Alba

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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