El horizonte comunista

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Para conseguir el orden en la organización,
hay que conseguir el orden en la ideología.

Mao

Sobre el comunismo

“Comunismo” es un término que envuelve un significado huidizo. Fue utilizado por primera vez en 1834 por Pierre Leroux, aunque es posible encontrar la alusión a concepciones similares en Utopía de Tomás Moro y en La ciudad del Sol de Tomás Campanella; en ambas obras se hace referencia a la propiedad colectiva de los medios de producción. Sin embargo, no es sino con Marx y Engels que el término cobró mayor fuerza y popularidad, y, posteriormente, después de la Revolución bolchevique de 1917 comunismo era el término que retrataba a la URSS.

Con todo, comunismo no hace referencia a un objeto sencillo. Marx y Engels en La ideología alemana (1846) lo definen como “elmovimiento real que suprime el estado de cosas actual”. Comunismo entonces es movimiento en curso, en constante desplazamiento hacia un horizonte. Por ello en el Manifiesto del Partido Comunista (1848) ambos autores caracterizan al comunismo como aquel fantasma que recorre Europa, es decir, aquel horizonte que se devela y que permite pensar y actuar.

En el Manifiesto… el comunismo es el resultado de la revolución comunista y se define como la ruptura más radical de las relaciones de producción mediante la abolición de la propiedad privada y la emancipación del proletariado.  

La imaginería revolucionaria tenía como núcleo central la violencia legítima por la que el pueblo en armas tomaba el poder. Esta violencia era contra el Estado y sus aparatos policiales y militares.

En el prefacio a la edición alemana de 1890 del Manifiesto… Engels señala al comunismo como la reorganización completa de la sociedad, en respuesta a las modificaciones políticas vistas aún como insuficientes.

En este sentido, luego de la revolución, y de la violencia legítima contra el Estado, había un período de transición en el que el nuevo poder popular destruye las edificaciones institucionales, económicas, jurídicas, políticas, sociales e imaginarias que constituían el Estado de los opresores. A ese momento de transición se denominó como dictadura del proletariado, el término duro de “dictadura” recuperaba una vez más la idea de violencia legítima, eminentemente destructiva respecto al Estado burgués y, en teoría, constructiva respecto al horizonte comunista a realizar.  

Marx en textos posteriores al Manifiesto…, como en la Crítica al Programa de Gotha (1875), utiliza el concepto de comunismo para referirse a la sociedad sin clases. De manera más precisa, a una sociedad cooperativa que posee en común los medios de producción. También en la Crítica… puede encontrarse la máxima de justicia comunista que señala “de cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades”, reflexión que pretende problematizar la típica noción cuasi de mercado del “dar a cada quien lo que (por derecho) le corresponde” que caracterizó y aún caracteriza la noción tradicional de justicia.

El siglo XIX trazó el horizonte comunista, y los dos primeros tercios de siglo XX se buscó hacer realidad estas ideas.  

La obsesión por lograr y desarrollar lo real se expresa desde el título de una de las obras más conocidas de Lenin: ¿Qué hacer? (1902).

Esta búsqueda del ¿qué hacer? se discutió en Rusia, China, Checoslovaquia, Corea, Vietnam e incluso en Cuba, bajo la dirección de partidos comunistas.

La historia nos muestra que si bien estos partidos fueron apropiados para la victoria insurreccional y el enfrentamiento contra los aparatos tanto ideológicos como represivos de la burguesía, se reveló inapropiado para la construcción de un nuevo momento más allá de la toma del poder estatal.

Lo real se fue convirtiendo en algo terrorífico y violento.

El Estado que debía ingresar a una dictadura del proletariado pasó a transformarse en un Estado-partido sin las condiciones de imaginar algo más allá.

El Estado-partido terminó mostrándose como unos de los más violentos y autoritarios.

Si bien seguía la noción misma de la violencia legítima, en la práctica parecían haber perdido el horizonte comunista. La crisis de la Unión Soviética y su lenta caída develaron más de un problema respecto a cómo hacer real en el siglo XX las ideas del siglo XIX.  

Recuperar el horizonte comunista

La caída del Muro de Berlín, la lánguida política de los años 90, determinada por el neoliberalismo y el apogeo capitalista de China desde principios del siglo XXI, nos deben llevar a pensar en la necesidad de rehabilitar la idea de comunismo, la idea de un horizonte comunista.

Habilitar el horizonte comunista parte por afirmar que no existe nada mejor que el comunismo.

Por lo menos no hay un mejor horizonte que el comunista, y si no hay nada mejor que el comunismo esta debe ser nuestra idea rectora; en terminología de Alain Badiou, nuestra hipótesis que debe regir nuestros actos y nuestras acciones.  

Este horizonte se encuentra allí, en la lejanía, en lo distante, en la perspectiva. No es un fin en sí mismo, tampoco es un programa político, pero debe ser compartido por todo programa político, por toda aquella izquierda que pretenda buscar otra vez una respuesta a la pregunta de Lenin: ¿Qué hacer?

Este horizonte comunista afirma que es posible alcanzar una organización colectiva diferente a la capitalista, que elimine la desigualdad en la distribución de la riqueza y la división del trabajo.

Personalmente no conozco mejor horizonte, mejor hipótesis que esta.

Que esta organización colectiva sea distinta a la capitalista no debe suponer que la misma sea posterior al capitalismo, en tanto puede ser alternativa y hasta concomitante. Que esta organización colectiva elimine la desigualdad tampoco significa que lo haga violentamente, en los casos en los que una progresividad no significa una excusa para mantener las diferencias, pero tampoco significa que no lo haga.

En la medida en que este mundo en globalización siga siendo capitalista y, justificadamente o no, desigual, el horizonte comunista debe ser compartido en busca de generar los movimientos necesarios y las acciones posibles en aras de eliminar las injusticias.

Capitalismo y desigualdad

Estas dos categorías: capitalismo y desigualdad, han sido y seguirán siendo co-constitutivas una de otra. Es decir, el capitalismo genera desigualdad y la desigualdad para seguir existiendo precisa de un sistema capitalista.

Ya sea desde la perspectiva de Marx, que sostenía que la desigualdad y la lucha de clases marcarían el colapso del capitalismo; hasta la de Thomas Piketty, que afirma que desde finales del siglo XX el capital es seis veces mayor al crecimiento de la economía mundial lo que permite prever un futuro con la desigualdad más grande en la historia del capitalismo, el horizonte comunista no puede no ser otro.

En consecuencia, sin importar si hay un movimiento al socialismo, un partido comunista, un frente de izquierda o como busque llamarse la organización política de izquierda; y sin restar importancia y lugar a consecuencias del capitalismo y la desigualdad como la colonización, el neoliberalismo, las privatizaciones y otros frentes de lucha, un horizonte comunista debe ser compartido en el sentido de conseguir una organización social distinta a la capitalista, y una organización social que elimine la desigualdad.

Este horizonte comunista debe ser no solo una idea rectora, sino un mandato de efectivización, un programa para una política pública, para toda nueva ley, para toda medida política futura. 

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Farit Rojas Tudela Boliviano, profesor de Teoría General del Derecho y Pluralismo Jurídico
y director del Instituto de Investigaciones de la carrera de Derecho de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA)

 

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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