Bolivia 2022: Pensares y sentires de la despatriarcalización

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Me piden escribir un balance o análisis de lo que fue el año de la Revolución Cultural para la Despatriarcalización en Bolivia.

No haré un panfleto, es lo primero que me digo.

Sería fácil, lo sé, pero me niego.

Una escritora boliviana me enseñó a nunca escribir desde ese lugar, desde el panfleto.

Así que advierto a las que me editen y a las que me lean que están frente a un escrito que pretende ser un manifiesto de sinceridad, donde intentaré usar los recursos más nobles para expresar los pensamientos y las emociones que me habitan al hablar de despatriarcalización en Bolivia, además de procurar resumir las reflexiones y sentires con las que se queda mi cuerpo después de este 2022.

Des-pa-triar-ca-li-za-ción como trabalenguas breve

Los trabalenguas no me gustan, pero me intrigan. Así llegó esta palabra a mi vida, rodeada de intriga. Indagar en ese brevísimo trabalenguas me llevó a un mundo nuevo, llegué a sus parteras, a mujeres bolivianas que la habían parido desde las calles, desde sus resistencias, desde sus rebeldías y, sobre todo, desde sus heridas.

No solo la parieron como palabra, sino como horizonte para cuestionar al sistema, como una propuesta política para desarmarlo. El trabajo de parto de este horizonte, de esta propuesta, empezó en los años 90, en plena época neoliberal, y el alumbramiento fue en la Asamblea Constituyente cuando estábamos refundando Bolivia en 2006.

Entonces lanzo mi primera declaración: Que nunca muera en nosotras la curiosidad, el pícaro deseo de indagar en lo que nos parece misterioso en este mundo que pensaron los hombres para los hombres, donde nos imaginaron como huéspedes, quizá invitadas, pero nunca como compañeras.

Des-pa-triar-ca-li-za-ción para deshabitar y habitar

Cuando llegamos a un mundo nuevo ¿qué queremos hacer? Habitarlo. Eso me pasó con la «despatriarcalización», me invitó a deshabitar lugares y personas porque ya no tenían cabida ciertos lugares se hacían insoportables por su banalidad y algunas personas tenían mucha estrechez de corazón para lo que ahora requería el mío.

En ese deshabitar empecé a habitar otras formas de ser y estar en el mundo, a veces atravesé soledad y otras, muchas otras, me sentí en manada.

Con esto lanzo la segunda declaración: Sospechar y renunciar, eso implica transitar la despatriarcalización. Que la sospecha sea siempre una estrategia para poner en jaque las reglas establecidas.

Que perdamos el pavor de renunciar, de perder, porque muchas veces en la pérdida está la ganancia de nuevos espacios, nuevas personas, nuevos afectos, nuevos conocimientos, y no hablo de avergonzarse de nuestros primeros nutrientes, de las creencias que nos configuran, de las costumbres que nos rodean. Hablo de que nos deshagamos de estos sin culpa, cuando ya no los necesitemos.

Des-pa-triar-ca-li-za-ción para crear, para resistir

Empezar a habitar un horizonte implica creación, imaginación, creatividad y organización.

Para resistir a este mundo pensado por hombres y para hombres todas nuestras ancestras crearon formas y estrategias de sobrevivencia.

Bartolina Sisa, Juana Azurduy, Adela Zamudio, Domitila Barrios y muchas más resistieron desde la astucia, desde el conocimiento, desde la rabia encarnada en la piel, pero todas crearon para resistir.

Desde el atrevimiento de nombrar a estas mujeres históricas escribo mi tercera declaración: Para resistir en el mundo patriarcal tenemos que crear, encapsularnos en las críticas nos estanca, crear revitaliza la crítica, le da fuerza, le da forma.

A todas las mujeres que me atreví a mencionar las movilizó la rabia y desde ahí crearon para resistir. Que la rabia nos encienda, pero no nos empantane.

El camino de la despatriarcalización nos necesita creativas, y para revitalizar nuestra energía a veces nos toca morir un poco; hagámoslo, y vivamos la experiencia de la resurrección.

Des-pa-triar-ca-li-za-ción para irrumpir, para incomodar

¿Qué hacer con la creatividad encendida y brotándonos los sentires y pensares?

Canalizarla en acción ¿desde dónde? Es la pregunta transcendental.

¿Desde la individualidad? Puede ser, pero no basta.

¿Desde la organización feminista independiente? Sí, desde ahí la creatividad se vuelve fuego y está en constante renovación.

¿Desde el servicio público? También, aunque suene perturbador. Alguna vez escuché que la relación entre el feminismo y el Estado era una relación complicada, casi tóxica, pero necesaria. Al principio no lo creí. Hoy lo creo y lo reafirmo.

Con esa afirmación hago mi cuarta declaración de este escrito: El servicio público necesita de personas que crean en la despatriarcalización, porque quienes creemos en ella como camino y como horizonte nos reconocemos feministas y desde ese reconocimiento nace el deseo de transformar.

Cuando planteo que se necesitan personas que crean, no lo reduzco a la endeble pregunta ¿Usted cree en la despatriarcalización? y a la debilucha respuesta de un sí o un no.

Creer es irrumpir la lógica estatal con el sentido común feminista que visibilice hasta en el rincón más chiquito de las entidades públicas las prácticas machistas.

Creer es incomodar con cifras, con datos, con investigaciones el statu quo de los Planes Operativos Anuales, de las políticas públicas para que tengan perspectiva de género como mínimo, y como óptimo un enfoque integral de despatriarcalización.

Creer es estar en alerta permanente contra arremetidas conservadoras que emergen de los resabios coloniales y patriarcales que todavía están anidados en la lógica estatal.

Creer es empaparse de argumentos concretos y no dar cabida a los pesimismos o al ánimo judío cristiano permeado en abogados y demás profesionales.

Des-pa-triar-ca-li-za-ción para acuerpar, para cuidar

Incomodar e irrumpir al principio genera temor, los pasos son cautelosos, pero se hacen imparables cuando encuentras aliadas que se vuelven cómplices. Con ellas sueñas, inventas, diseñas y conspiras.

Con esto lanzo mi quinta y última declaración en este escrito que pretendió ser un manifiesto: La despatriarcalización en el servicio público precisa a mujeres acuerpadas que se cuiden.

Definitivamente sí, porque la esfera pública puede ser agria, frustrante y solo se sobrevive a esa atmósfera cuando tienes aliadas que te respalden, te cuiden y te acuerpen.

Con esta quinta declaración es inminente hacer una sexta para cerrar: Agradecer y reconocer a las mujeres con las que haces camino también es parte de la despatriarcalizacion, porque han sido siglos de invisibilización y competencia inducida.

Estas seis declaraciones no pretenden ser aleccionadoras, ni convertirse en verdad.

Son solo reflexiones que nacen desde lo que soy, desde la que cada cierto tiempo muere y resucita.

Este año de la Revolución Cultural para la Despatriarcalización he tenido muertes pequeñas de las que ni cuenta me di, solo sentí algunas resurrecciones cuando veía florecer en algo material lo que nació como un sueño.

Celebré cada logro, lloré cada fracaso y, sobre todo, nunca olvidé que la deuda es histórica y que declarar un «Año de la Despatriarcalización» no bastaría, pero era necesario y pude ser parte. Muriendo y resucitando así resumo que sentí y viví este 2022.

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Anahí Alurralde Molina Boliviana, politóloga y escritora feminista

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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