ENTREVISTA│Raúl Tornell:»Transito por este camino totalmente adherido…es pasión»

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Nació en 1964, como el mismo menciona, monte adentro del pueblo de Caigua donde -se dice- que también nació la arepa venezolana. Son tierras del estado Anzoátegui, a unos veinticinco kilómetros de Barcelona. Este oriental, es uno de los escritores que ha logrado que casi la mayoría de sus obras sean premiadas. Su novela sobre el cacique Cayaurima, titulada “El pequeño hombre de la mancha roja”, Premio Nacional del Libro en 2005; un libro de cuentos, “El piropo de Casimiro Maarten y otras muertes”, mención publicación del Premio Regional de Literatura Mercedes de Pérez Freites en 2006; otra novela, “Camino al Monte Sacro”, mención publicación de Premio Nacional de Novela Plácido Chacón, también en 2006; un libro de crónicas, “Barcelona: una ciudad con un río amarrado en la frente”, Premio Regional de Crónica Rafael Dum en 2012; la novela “La historia de Macario” Premio II Gran Explosión Cultural Bicentenaria en 2013; la novela “Rolanditode oro” Premio II Bienal Gustavo Pereira también en 2013; y en 2020 un testimonio, “Del Medanal a las balas”, Premio VI Bienal Nacional Literaria José Vicente Abreu.

Desde Barcelona Anzoátegui conversamos con este versátil hombre de letras Raúl Tornel.

¿Cómo llegaste a la literatura?

Más bien, la literatura llegó a mí. Ni adolescente era en aquel caserío donde vivía monte adentro de Caigua, cuando sentí un interés inaudito, porque no lo vi en nadie de mi entorno, por las radio-novelas de Radio Rumbos, entre ellas “Martín Valiente, el ahijado de la muerte” y “Apartamento 404”. Y novelas literarias pasadas a las radio-novelas, como “La piel de Onagro”, de Honoré de Balzac, y “Rojo y Negro”, de Stendhal. Ya sabía leer y escribir. Había aprendido en una escuela rural del vecino caserío de Guariquero. Y comenzaron a interesarme profundamente, las novelitas de vaqueros y extrañamente, las escritas con realismo y cierta poesía, cuyos autores eran Silver Kane y Keith Lugger. Nunca las de Marcial Lafuente Estefanía, porque eran fantasiosas: un pistolero mataba a dos de un tiro. Es decir, lo primero y lo segundo forjaron en mí un interés por lo qué y cómo se escribía.

¿Cuáles son tus referentes en la literatura?

Me conmocionó, cuando ya casi tenía treinta años, la forma de escribir ensayo histórico, sobre todo en su libro “Biografía del Caribe” del colombiano Germán Arciniegas. Fue con él que entendí qué se cuenta y cómo se cuenta. Y luego, siguiendo esos dos elementos esenciales de escribir, cayeron en mis manos la novela “La muerte de Artemio Cruz”, de Carlos Fuentes, y “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez, y “La guerra del fin del mundo”, de Mario Vargas Llosa, y “La huella del pez en el agua”, de Pedro Berroeta, venezolano este último. No hubo otros textos que me hicieran vivir lo que leía, como me lo hicieron vivir ellos.

¿Cómo te describirías? ¿Quién es Raúl Tornell?

En la vida no he hallado ninguna otra forma de ser y sentirme que no haya sido pleno; es decir, total, absoluto, en lo que me ha convencido que es lo único que quiero en la vida. Y esa situación no la he calculado, no la he establecido, llegó a mí y cuando llegó me deslumbró. Y transito por ese camino totalmente adherido, lo cual -sin lugar a dudas- es pasión. La política, que me llevó a levantarme en armas el 27 de noviembre de 1992, y la literatura que ha hecho que aún en circunstancias adversas haya salido de mí.

Has ganado varios premios literarios nacionales y regionales. ¿Qué significan para Tornell esos logros?

Siempre creí, con absoluta convicción, pese a que leí a algunos escritores que decían que quien, para escribir, ni escribe ni vive, que la literatura es para mí un oficio venturoso. Incluso, hasta lo he calificado como el mejor oficio de mi vida. Y no hay allí, en esa afirmación, ninguna condición ególatra sino la conciencia plena de que, siendo algo hecho con pasión y convicción, es natural que no tenga otro resultado que destacarse.

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¿Entre las obras escritas cuál es tú preferida y por qué?

 El por qué,  primero; era un adolescente cuando llegó hasta mí una historieta colombiana titulada “Fuego” que, en su página inicial, decía que era la historia de Henri Christophe, un negro que, nacido esclavo, llegó a convertirse en rey. Adquirí cientos de revistas de esa historieta que logró interesarme en la guerra de independencia de la isla de Haití y que, aún sin cumplir veinte años, me formó la idea de escribir una novela. Dándome cuenta entonces, que hubo un escritor cubano llamado Alejo Carpentier, que había publicado una novela de ese tema titulada: “El reino de este mundo. Famosa la novela. Por lo cual, se me hizo entonces dificultosa la idea de escribir una novela sobre ese tema y con el mismo personaje.

Sin embargo, seguí con la idea, pero cambiando de personaje. Y si ya no era Henri Christophe, debía ser Juan Santiago Dessaline, otro líder de la independencia haitiana muy poco historiado, pese a que fue él quien declaró la independencia y con el cual -y por el cual- escribí la novela. Está inédita.

El estado Anzoátegui siempre ha estado en tu inspiración como historiador con los hechos acaecidos en este territorio. ¿Está el estado Anzoátegui presente en tus obras de ficción?

Sí, en gran parte. Y toda la obra referente al estado Anzoátegui ha sido premiada. La novela “El pequeño hombre de la mancha roja”, y el libro de cuentos “El piropo de Casimiro Maarten y otras muertes” y la novela “Rolandito de oro”.

En la historia de la literatura, se han conocido generaciones que han organizado encuentros y agrupaciones para marcar el camino de sus trabajos literarios. En Venezuela podemos nombrar el Grupo Sardio o el Techo de la Ballena, por mencionar sólo dos. ¿Frecuentas en la ciudad de Barcelona algún círculo de escritores o formas parte de un grupo de literatos?

Asistí hace una década, a la denominada Tertulia Literaria que en un centro comercial -del centro de la ciudad – se reunía los sábados. Impulsada por un poeta cubano de nombre Ramón Elías Laffita, que junto con algunos otros cubanos que asistían también a la tertulia, formaba parte de la Misión Cultura Corazón Adentro. Y junto con el poeta cubano Laffita, organizaba la tertulia Gabriela Armas, sobrina del afamado cuentista Alfredo Armas Alfonzo y del cronista Rafael Armas Alfonzo, ambos extintos. Y luego, cinco años después, formé parte de un grupo intelectual llamado Salitre, compuesto por el periodista y poeta José Jesús Indriago, el político y poeta Johnny Salazar Rivas, el comunicador social Francisco Quijada y yo. Pero se extinguió Salitre, con la muerte de Indriago y Salazar Rivas.

¿Cómo ves el nivel de la literatura en Anzoátegui y Venezuela?

Aquí en Anzoátegui la literatura está opacada, pues a excepción de mi más reciente premio literario y de un portocruzano que ganó también recientemente un galardón literario, el estado Mérida-Anzoátegui no tiene en ese aspecto, por ahora, ninguna siembra.

En Venezuela en cambio y por el nuevo color de la economía, el Ministerio de Cultura a través del CENAL (Centro Nacional del Libro), ha retomado las bienales nacionales literarias. Por lo cual, hay un nuevo asomo literario nacional.

¿Crees que hay poca participación de las y los jóvenes en la literatura en este momento?

Naturalmente, y la base de ese problema es la baja calidad educativa empezando por la formación hogareña que casi no existe, y luego la educación sistemática o de los planteles que, con todos sus problemas actuales, pandemia, crisis económica, calentamiento global, cibernética, tiene una desordenada formación cultural y social. Y evidentemente, hay un decaimiento social intelectual que en su generalidad está en la juventud.

¿Hay presencia política en tus libros?

Claro, en dos órdenes, en uno, en mis libros “Una guerra de azules y amarillos”, “Banderas blancas”, “Lo que salva y lo que aterra”, “Camino al Monte Sacro”, “Rolandito de oro”, la presencia política es la guerra, pues era la forma de hacer política entonces.

Y en otro orden, dos libros retratan la historia política nacional reciente. En el ensayo político “La revolución posible” (1998) me mostré preocupado por las cuestiones sociales, en un análisis marxista romántico del conflicto de clases y de la ineficacia capitalista para edificar un estado que respondiera en su totalidad a las necesidades humanas, con motivo de las elecciones para la Asamblea Constituyente de ese año. Y en mi más reciente libro premiado “Del Medanal a las balas” (2021) está mi participación en la conspiración cívico militar luego del 4 de febrero de 1992 y en la intentona militar rebelde del 27 de noviembre de ese año en Maracay.

¿Ha ganado la literatura con la virtualidad, con las redes sociales?

Pues ha ganado sólo en una forma, que es que las redes sociales sirven como canal rápido, y con menos costo, para hacer llegar a los organizadores literarios del mundo las obras. Y ellos a su vez las difunden también por ese medio, pese a que el papel todavía está en uso y es, definitivamente, relevante. Pero en otra forma, no. Y es que un gran porcentaje poblacional del mundo poco se da el tiempo de prender su máquina para consultar o leer libros literarios.

¿Cuáles son los desafíos de Raúl Tornell para los próximos años?

Obtener la difusión literaria internacional. ¿Cómo? Con el logro de un premio literario internacional, teniendo presente lo que escribió el Premio Nobel de Literatura alemán Günter Grass: “Lo importantes no es publicar, sino trascender”. Y eso significa que la trascendencia de un escritor es obtener reconocimientos. Ese es mi desafío. Reconocimiento, pero ya internacional.

Tu mensaje para las y los escritores y el pueblo venezolano.

Para los que escriben, pues tienen en sus venas la literatura, pues así es, no se adquiere, se tiene. Hay algo esencial que es lo que hace a un escritor: tener siempre en mente, un tema que contar. Tristeza, soledad, alegría, dolor, muerte. Se ha dicho que un escritor escribe un solo libro, aunque sean varios de diferentes títulos; la tristeza, por ejemplo, si es un tema del escritor se refleja en todos los libros que escriba.

Y en cuanto al pueblo, hay aquellas palabras bíblicas, no soy protestante evangélico, pero que es importante tomarlas en cuenta: “de todo hay en la viña del señor”. Significa que hay que hacer lo que a uno le haga feliz, pero sin dañar al otro. Porque, “el respeto al derecho ajeno es la paz” escribió Benito Juárez, importante político mexicano de mediados del siglo XIX.

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Tony González Corresponsal de Correo del Alba en Venezuela

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