Vivimos momentos convulsos en el marco del conflicto ruso-ucraniano, el que si bien no tiene un alcance militar mundial, sí lo tiene en el plano económico, afectando a la mayor parte del planeta.
Comienzan a escucharse conceptos que nos suenan desconocidos, y por lo mismo alarmantes, como estanflación; al igual irrumpen otros que hemos escuchados y también nos provocan ansiedad, como inflación, escasez, recesión. Pero, ¿cómo nos afectarán estos fenómenos? ¿Qué está pasando realmente?
Para aclarar dudas a través del conocimiento hemos entrevistado a Gabriel Loza Tellerías, economista boliviano de larga trayectoria, quien fue presidente del Banco Central, exministro de Planificación del Desarrollo y director de la Unidad de Análisis de Políticas Económicas y Sociales (Udape), funcionario internacional de la Comunidad Andina, consultor de organismos internacionales como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Fonplata y docente universitario, es decir, un especialista que sabe muy bien de lo que se está hablando en la coyuntura actual dentro del campo económico.
¿Cuáles son los principales factores que confirmarían que el mundo atraviesa por una crisis económica? ¿O es una especulación mediática?
Lamentablemente no es una especulación mediática, sino la cruda realidad; lo peor es que es una crisis autoprovocada resultante de la guerra entre Rusia y Ucrania y las sanciones económicas en un contexto en que, por un lado, no había terminado la crisis del Covid-19, como demuestra el resurgimiento y el confinamiento en Shanghái, China, y, por otro lado, los países “adelantados” intentaban la normalización financiera después de un largo periodo con tasas de interés cercanas a cero.
Los efectos de la guerra, en primer lugar, acentuaron la interrupción de las cadenas globales de valor y en las cadenas de suministro que estaban en proceso de recuperación tras el “gran encierro” con el Covid-19. En segundo lugar, las sanciones económicas tienen efectos nocivos no solo a nivel de un país, sino que debido a la hiperglobalización alimentada por los sancionadores tiene graves efectos negativos en el comercio y sistema financiero mundial.
Resultante de la confluencia o tormenta perfecta de estos elementos es que atravesamos lo que ahora se denomina “una crisis del costo de vida”, que es una crisis de alimentos, de combustibles y financiera, expresada en el alza del precio de los alimentos, en promedio del 20%, y en el caso del trigo del 50%; junto al alza del precio del petróleo, desde enero hasta junio en un 70%, y actualmente la subida de las tasas internacionales de interés, como en el caso de la Reserva Federal de los Estados Unidos, en un punto porcentual. El problema es que los efectos de la crisis se concentran en los más pobres, en las capas medias y en los países en desarrollo.
“Según el Programa Mundial de Alimentos a junio de este año 864 millones de personas en el mundo padecen de hambre crónica”
¿Qué es la estanflación a la cual usted y otros economistas destacados se han referido últimamente?
Como resultado de la confluencia de la crisis del Covid-19, la crisis autoprovocada y la normalización financiera aumentó la incertidumbre mundial, se avivó la inflación y la actividad económica –que se estaba recuperando– se desaceleró en el primer trimestre de 2022, disminuyendo en algunos países la tasa de crecimiento del PIB, estancándose en el área del Euro 0.7% y en algunos como los Estados Unidos registrando una tasa negativa de 1.5%.
La estanflación es una abreviación de estancamiento o no crecimiento del PIB junto con una alta inflación. Lo que vivimos ahora es una desaceleración que puede llegar a terminar en crecimiento cero o estancamiento, y en algunos países con tasa de crecimiento negativa, que de ser consecutiva en dos trimestres recién sería una recesión.
El condimento es alta inflación en los Estados Unidos, de 8.6% en los últimos 12 meses; y 8.1% la inflación anual en el área del Euro.
El peor de los mundos es la estanflación, puesto que los precios suben harto pero no hay actividad económica, y aumenta el desempleo.
¿Qué países son o serían los que pagarán el costo más alto de esta guerra? O más bien, ¿qué tipo de economías son las que sufrirán mayores consecuencias en esta coyuntura de crisis económica?
Como siempre son los países subdesarrollados, de bajos ingresos y los de ingreso medio bajo los que sufren la crisis alimentaria, puesto que ante el alza del precio del pan su ingreso diario menor a un dólar o a dos dólares no le alcanza ni para cubrir sus gastos de alimentación y acentúa la desnutrición y hace más difícil su sobrevivencia.
Según el Programa Mundial de Alimentos a junio de este año 864 millones de personas en el mundo padecen de hambre crónica, ubicadas en 91 países en desarrollo, que no pueden cumplir con los requisitos de consumo de alimentos en el largo plazo; mientras que en caso de la región de América Latina y el Caribe son 23.1 millones.
La crisis energética tiene efectos diferenciados según se trate de países exportadores de combustibles como Venezuela, de los países importadores como Chile, o en el caso de Bolivia que tiene un equilibrio entre exportaciones de gas e importaciones de diésel. En los países con precios libres la elevación de los costos de transporte, e indirectamente en los costos de alimentos, tiene efectos negativos para población. En los países con precios administrados o controlados los efectos no se dan inmediatamente, pero se acumulan y tienen efectos fiscales negativos debido al aumento de los subsidios de los combustibles.
Los efectos en las cadenas de suministro encarecen todos los bienes y hace difícil su abastecimiento especialmente en los países subdesarrollados. Por último, el aumento de la tasa de interés afecta a la economía mundial, encarece el crédito y alienta la fuga de capitales de los países subdesarrollados a los “adelantados”.
¿Cuánto ha subido el precio de los alimentos a nivel global? ¿El mundo ha vivido antes esta debacle del alza de precios de alimentos básicos?
Según la Organización de Agricultura y Alimentos (FAO) el Índice de Precios de los alimentos es el más alto, en términos nominales, de los últimos 50 años, como se observa en el gráfico.

Si se lo compara con los precios de las manufacturas o se los “deflacta”, como dicen los economistas, tenemos los precios reales, cuyo índice es más alto que en la crisis del petróleo de los años 70.
Si solo comparamos el nivel de mayo de 2022 con el nivel de hace un año (mayo de 2021), el precio de los alimentos subió un 23%. Si examinamos los precios internacionales del trigo, de donde sale el pan de cada día, encontramos que aumentaron por cuarto mes consecutivo, desde la guerra, hasta ubicarse un 56.2% por encima de su valor del año pasado y apenas un 11% por debajo del récord alcanzado en marzo de 2008.
Según la FAO, la acusada subida de los precios del trigo fue consecuencia de la prohibición de las exportaciones anunciada por la India unida a la preocupación por la situación de los cultivos en varios de los principales países exportadores, así como a las perspectivas de disminución de la producción en Ucrania a causa de la guerra.
¿A qué se deben estas alzas en los alimentos, solo a la pugna entre Rusia y Ucrania o a otros fenómenos?
Naciones Unidas en su reciente informe sobre el impacto de la guerra entre Rusia y Ucrania textualmente dice: “Una guerra es siempre una tragedia humana, y la guerra en Ucrania no es una excepción. Los efectos dominó del conflicto están extendiendo el sufrimiento humano mucho más allá de sus fronteras. La guerra, en todas sus dimensiones, ha exacerbado una crisis global del costo de la vida no vista en al menos una generación, comprometiendo vidas, medios de subsistencia y nuestras aspiraciones de un mundo mejor para 2030”.
Si bien se arrastran problemas desde la crisis del Covid-19 y hay factores estacionales que afectan la producción de alimentos, el principal factor desencadenante es la guerra y las sanciones que afectaron el precio de alimentos –ya que Rusia y Ucrania son principales exportadores–, el embargo de combustibles a Rusia y las sanciones que alteraron a las cadenas de suministro y del sistema de pagos internacional. Adicionalmente países como India prohibieron sus exportaciones para protegerse de la crisis de alimentos.
Algunos personeros rusos han señalado que el bloqueo se ha convertido en una oportunidad de crecimiento para la Federación Rusa, ¿es posible este escenario en una economía bloqueada y en guerra?
La economía rusa goza hasta el momento de buena salud. El rublo, que antes de la guerra estaba a 75.5 por un dólar, trepó con motivo de las sanciones a marzo hasta 135 por dólar y hasta mediados de junio se apreció a 56.5 por dólar, es decir, su mejor cotización respecto a antes de la guerra.
El embargo del petróleo y del gas que afectó al transporte marítimo no lo hizo sensiblemente en los oleoductos y gasoductos. Además la reducción de exportaciones en volumen de Rusia de combustibles se compensó por la tremenda alza de los precios internacionales, que le permitió a Rusia discriminar o diferenciar sus precios ofreciendo “rebajas” o reducciones del precio internacional.
Hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI) reconoció que las sanciones son fáciles de evadir, porque se pueden triangular con otros países y empresas en un mundo de globalización financiera creado justamente para que no se pueda controlar al capital transfronterizo.
“Los países de la periferia deberían interponer una demanda internacional a los países del centro por los costos generados por la crisis autoprovocada resultante de la guerra”
¿Cómo ve el futuro económico de los países de la Región con el actual contexto por el que atraviesa la economía mundial?
Según el último informe del Banco Mundial (BM) solo se recortó la tasa de crecimiento del PIB de la Región en 0.1% en 2022 y 0.8 % en 2023, lo que comparado con otras regiones en desarrollo el impacto sería pequeño.
Sin embargo, la guerra y las sanciones económicas si bien han elevado los precios de muchas exportaciones regionales de commodities, tienen efectos indirectos negativos en el crecimiento del PIB derivados de un comercio mundial más débil y aumentos en la inflación como resultado del incremento de los costos de los insumos, los alimentos y el transporte.
Adicionalmente, los bancos centrales de la región aumentaron anticipadamente sus tasas de interés, endureciendo exageradamente su política monetaria, en forma equivocada, para enfrentar la inflación que suponían que era por el lado de la demanda cuando se observa que tiene un fuerte componente por el lado de la oferta.
Por tanto, el futuro económico de la Región enfrenta un escenario donde los riesgos se inclinan a la baja por la posibilidad de una mayor desaceleración del producto mundial junto a una mayor inflación en un contexto de aumento de las tasas de interés internacionales y, sobre todo, por la prevalencia de un malestar social resultante del encarecimiento del costo de la vida y en especial de los alimentos y el transporte.
Desde la economía de la dependencia o centro-periferia, en un eventual escenario de crisis global ¿en qué posición se encuentran las grandes economías y en qué posición los países periféricos para hacerle frente?
Como siempre las economías del centro se encuentran en una posición más favorable, en términos de disponibilidad de recursos financieros y fiscales, que las economías de la periferia. Y lo que acentúa esta desigualdad es que al subir sus tasas de interés los países del centro incentivan a la salida y fuga de capitales de los países de la periferia. Adicionalmente, la salida de capitales está asociada al temor por los nuevos vientos de cambio en varios países de la Región, como Chile y Colombia, a lo que se suma en otros países el aumento del malestar social debido a políticas extremadamente neoliberales centradas en subir las tasas de interés y reducir el gasto fiscal.
Creo, sinceramente, que los países de la periferia deberían interponer una demanda internacional a los países del centro por los costos generados por la crisis autoprovocada resultante de la guerra, debiendo resarcir los daños “colaterales” ocasionados por la estupidez de sus líderes.
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Pilar Orellana Correo del Alba