Este martes 12 de octubre se llevó a cabo la reunión virtual del G-20, el tema principal de la jornada fue cómo evitar el colapso económico y social de Afganistán, dos meses después de que los talibanes tomaran el poder. Esta videoconferencia sobre el país puerta del Asia central, se celebra a menos de tres semanas de la Cumbre oficial del G20, que tendrá lugar en Roma los días 30 y 31 de octubre y que se centrará en el cambio climático, la recuperación económica mundial, la lucha contra la malnutrición y la pandemia del COVID-19. Con esta reunión los líderes de las potencias que conforman el G-20 del mundo, le están dando la importancia que amerita el tema afgano, valorando que el país está inmerso en una crisis que no se soluciona únicamente con aportes económicos y financieros. Además, que esta crisis afectaría, inevitablemente a nivel mundial, muchos ámbitos desde lo económico, migración, terrorismo, etc.
Las rutas de la ayuda
Uno de los temas tratados dentro de la videoconferencia, fue la forma cómo hacer llegar la ayuda a Afganistán. En este sentido, se manejaron dos vías; por una parte, la que recibiría directamente la población a través de las grandes agencias de Naciones Unidas, como el Programa Mundial de Alimentos o Unicef, la que pasaría por manos de los talibanes, destinada al funcionamiento del país o al desarrollo. En la reunión, el G-20 optó por la primera ruta a través de la ONU, siempre que no haya obstáculos. La presencia del Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, dentro de la videoconferencia subrayó el papel central de este organismo internacional en la gestión de esta crisis, ya que muchos países no quieren establecer relaciones directas con los talibanes.
Asimismo, la Unión Europea ya ha anunciado que destinará 1.500 millones de euros a Afganistán y los países vecinos, sin duda también para evitar una oleada de refugiados. Pero, los occidentales establecen sus propias condiciones para la ayuda bilateral, las cuales se refieren a los aspectos más problemáticos del régimen talibán: el tema de los derechos de las mujeres y los vínculos con el terrorismo internacional.
Como era de esperar, los talibanes no han cumplido totalmente sus compromisos en materia de derechos humanos y, especialmente, en lo que respecta a la situación de las mujeres. Hasta hace poco, tres millones de niñas iban a la escuela y hoy parece increíble que se vean privadas de esta oportunidad. Las primeras medidas adoptadas por los nuevos gobernantes del país apuntan a la invisibilidad de las mujeres afganas, aunque este proceso sea menos brutal que la primera vez que los estudiantes coránicos llegaron al poder, en septiembre de 1996.
En cuanto al terrorismo, los gobiernos pertenecientes al G-20 resaltaron que varios miembros del gabinete talibán están en la lista de sanciones de la ONU por sus vínculos con Al Qaeda. El asunto se complica por el hecho de que los propios talibanes son el objetivo de una campaña terrorista dirigida por la rama afgana del grupo Estado Islámico; pero esto no les exime de su compromiso de no ofrecer refugio a las organizaciones terroristas.
Reconocimiento del gobierno Talibán
Dentro de la videoconferencia del G-20 no se estableció un debate sobre la cuestión del reconocimiento del gobierno de Kabul. Por el momento, el tema sigue siendo difícil de negociar y ningún gobierno ha hecho algún movimiento en esa dirección, aunque algunos han señalado una posible apertura. Es de hacer notar que ha habido algunos intercambios con los talibanes; estadounidenses y europeos han tenido lo que han llamado “contactos operativos” con el régimen de Qatar, país que actúa como intermediario. Los occidentales reiteran que no se trata de un reconocimiento oficial ni de un inicio de normalización. El 12 de octubre, en París, el gobierno francés subrayó que el reconocimiento internacional al que aspiran los talibanes y la liberación de los fondos actualmente congelados siguen siendo las únicas cartas de las que dispone la comunidad internacional para influir en el régimen de Kabul, por lo que no se utilizarán a la ligera.
Pekín, ha pedido públicamente que se ponga fin a la congelación de los fondos afganos, que se habían concedido al anterior ejecutivo respaldado por Estados Unidos y que se represaron cuando los talibanes llegaron al poder el 15 de agosto. China es uno de los países que ha dicho que mantendrá una comunicación activa con las nuevas instituciones afganas, pero no se ha pronunciado sobre un posible reconocimiento.
Rusia también mantiene una posición de “no injerencia” en la política interna de Afganistán, por considerar que cuestiones como la segregación femenina o la protección de las minorías no deben minar la relación con el país. El enviado especial de la Federación Rusa para Afganistán, Zamir Kabulov, anunció el 7 de octubre, que Moscú invitaría a los representantes talibanes a las conversaciones internacionales sobre Afganistán, que se celebrarán en la capital rusa, el 20 de octubre.
En cuanto a la relación entre las partes en cuestión, es importante recordar que Moscú incluyó a los talibanes en la lista de organizaciones terroristas el 13 de febrero de 2003. Sin embargo, en los últimos años, las relaciones entre Moscú y los militantes islamistas afganos han mejorado. El país ha recibido a representantes del grupo en la capital rusa, donde las últimas conversaciones tuvieron lugar los días 8 y 9 de julio de este año. Las partes también se han reunido varias veces en Kabul y el embajador ruso describió las reuniones del 17 de agosto como “constructivas” y “positivas”.
Por su parte, los talibanes son intransigentes a pesar de la situación catastrófica y se niegan a que se les impongan condiciones; han recalcado que el apoyo que le proporcionen desde el exterior “no debe estar vinculado a cuestiones políticas”.
