Tejido Diverso es una colectiva feminista que nace en 2015 y articula el trabajo por la visibilización, reconocimiento y ejercicio de los derechos de las poblaciones lesbianas, gays, bisexuales, trans, queer (LGBTQ+) en el espacio público.
¿Por qué es una colectiva feminista? Los preceptos del feminismo son precisamente la igualdad y la lucha contra el patriarcado. Esta matriz de dominación y subordinación se ubica sobre todos en los cuerpos, pero con mucho más énfasis en los cuerpos femeninos, las mujeres, y en los cuerpos feminizados. Evidentemente el feminismo es, en nuestro criterio, una de las ideologías a las cuales nos sumamos para ser parte de esa lucha colectiva. El feminismo nos invita constantemente a ese cuestionamiento del privilegio y a través del mismo generar condiciones de equidad e igualdad; el feminismo nos permite desarrollar herramientas críticas y discursivas apoyadas en la historia, en la que no puede existir unidireccionalidad en la lucha de las diversidades sexogenéricas.
La discriminación no es una matriz monolítica, se cruza con la pobreza por la clase, la etnia, por el lugar de origen, sexo, género, entre otras. Entonces el feminismo es precisamente esta teoría crítica que nos consiente hacer esa interpretación vista desde otros lentes. Creo que el feminismo es de las luchas más solidarias que existen, aboca a mirarnos y reconocernos en otras luchas, con el movimiento obrero, con campesinos, con movimiento ecologista, con animalistas, con personas privadas de libertad, por citar a algunas; eso es una lucha por recuperar la dignidad para la vida y la reivindicación de la misma.
Cuando hablamos de disidencia y de cuestionamientos al patriarcado se genera tensión porque la forma cómo se ha construido la historia ha sido con intenciones de fortalecer esa hegemonía e invisibilizar rostros y figuras que han aportado en el cambio de la sociedad, y no es la excepción en el caso de las diversidades sexogenéricas.
En Ecuador existe una Constitución que es garantista, sin embargo bastante declaratoria y a la que le falta mucho para aterrizarla en planes, programas y proyectos no solo para la diversidad sexual, sino para muchas luchas sociales. Hay que recortar esa brecha que existe entre las políticas públicas, las leyes y el aparataje más formal con la consolidación de los derechos materiales, del cómo estamos en el día a día, en el acceso a la justicia, la vivienda, las demandas de trabajo, salud, educación, entre otras.
En 1997, apenas se despenaliza la homosexualidad en el Ecuador, se suprime el inciso primero del –en ese entonces– Código Penal, que sancionaba con reclusión de cuatro a ocho años de cárcel por ser homosexual. Dejamos de ser delincuentes, pero la característica es que el argumento para despenalizarlo es que somos personas enfermas y como tales no podemos ser encerrados. Se vino encima la cruz de la patologización con la que pasan a llamarnos enfermos.
En 1998 con la Constituyente de Riobamba se reconoce por primera vez –y creo que fue la primera Constitución en el mundo– la no discriminación por orientación sexual. Luego, en 2008, en la Constituyente de Montecristi se implementa el socialismo del siglo XXI y se reconoce en la Carta Constitucional la no discriminación por identidad de género, que también se vuelve una de las pioneras a nivel global.
En 2009 se tipifica a los crímenes de odio dentro del Código Orgánico Integral Penal, aunque también hay que entender que el sistema jurídico es patriarcal y machista e imposibilita las vías de reconocimiento de un homicidio con estas características. Sobre este punto creo que esas formas diametrales de tratar estos casos nos colocan en polos opuestos en tanto a la garantía y acceso a la justicia y en el imaginario colectivo los significados teóricos de esos crímenes nos deja en la indefensión.
En 2016 se genera la reforma a la Ley de Gestión de la Identidad y Datos Civiles, ahí se logra que en las cédulas pueda existir el campo género para poder visibilizar los cuerpos que pertenecen a los transgenerismos binarios. Fue una conquista importante pero a medias, porque lamentablemente el documento de identidad para las personas cisgénero sigue apareciendo el sexo como dato público, mientras que para las personas trans que hicieron el trámite de cambio de nombre y de género aparece el campo género, así subyacen ciudadanías de primera y segunda categoría, así se expone sus identidades decantando en múltiples formas de violencia por identificarlas como personas trans.
Nos falta mucho trabajo legal, social y político; y es precisamente una de las propuestas que como colectiva planteamos seguir dando esa batalla por la inclusión, por la protección, por el reconocimiento y ejercicio de los derechos de las personas LGBTQ+. Por una América Latina que lucha por la diversidad, libre de violencia y discriminación.
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Julio Neira G. Ecuatoriano, activista por los Derechos Humanos