Presupuesto cultural II. Contratistas vs cultores y cultoras

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 «En el gobierno siempre debemos
buscar niveles superiores de eficiencia»

                                                                                                                               Hugo Chávez

En nuestro país, Venezuela, el bloqueo y el ataque a la moneda han afectado la vida económica de las y los venezolanos sin ningún distingo. Situación que lleva a los entes públicos a revisar constantemente los presupuestos para mantener la actividad de los servicios, reparaciones y el mantenimiento de los espacios donde se desarrolla la vida diaria de cada caserío, barrio, pueblo o ciudad. Así vemos a contratistas adecuar nuevos precios a los costos por sus servicios, maquinarias, insumos, herramientas, materiales y mano de obra. Donde, casi siempre, es un empresario quien obtiene el mayor beneficio de los contratos. El hecho cooperativo o las empresas de responsabilidad social pasaron a segundo plano o, simplemente, se convirtieron también en empresas de un solo propietario con el disfraz legal de cooperativa.

Sin embargo, las agrupaciones musicales, de teatro, de danza, títeres, realizadores de cine, que funcionan como grupos bajo la figura de fundación, o los poetas, cuentistas, escritores, artesanos, escultores, pintores fotógrafos, compositores, laboran de forma solitaria, casi siempre sin figura jurídica que los represente, ya que trabajan de manera individual. Si bien existen algunas asociaciones o colectivos donde se unen creadores y creadoras para tomar una fotografía entre dos o más personas, pintar un cuadro, mural, o escribir una poesía, composición, etc., a cuatro manos, son parte de una excepción.

Las creaciones de los y las artistas implican incorporación de fuerza de trabajo intelectual y física y todo resultado o producto va dirigido a los sentidos, a la espiritualidad, a forjar a favor del imaginario colectivo. Casi siempre el arte, además de conmover, estrujar, impactar, incomodar, molestar, trae placer o disfrute. El punto es que causa diferentes motivaciones en las personas, de acuerdo con su gusto y percepción, cada cual escoge qué ver, oír o apreciar del arte y sus creadores y creadoras.  Lo cierto es que, en el arte, incluyendo la arquitectura, se sientan parte de las bases de la conducta social de los pueblos.

Una buena construcción de bloque se puede convertir en un gran paredón para dividir espacios, para proteger. Pero un mural encima de ese muro de cemento hace la diferencia en los sentidos.

¿Entonces porque el contratista que eleva la pared goza y disfruta de presupuesto para materiales y mano de obra al día? y los artistas deben mendigar las brochas y las pinturas y hacer su trabajo ad honorem?

Se inauguran obras con inversión de billones de bolívares con música y danza y a los artistas que engalanan ese lugar se les da un aporte por debajo de la devaluación y, por si fuera poco, lo reciben tres meses después. Lo que no alcanza para comprar un juego de cuerdas o dos metros de tela para una falda por lo bajo del pago y por el ataque devaluativo que sufre la moneda en nuestro país.

Las cultoras, los cultores, las agrupaciones, tendríamos que convertirnos, de ahora en adelante, en contratistas. Cambiar la denominación de agrupación o fundación por empresa o cooperativa manteniendo el nombre con el que se conoce como hacedores de cultura, veríamos entonces: Danzas Bicentenaria C.A, Los Grillitos de Putucual SRL, Cooperativa Las Ardillas, Kariña C.A, Recrearte, Corazón Oriental, Pito Pito, Puerto Teatro, por solo nombrar algunas. Mientras las individualidades como el pintor Luis Méndez, Enrique Maigua (QPD) SSA (Sin Sociedad Anónima) CA o SRL o cooperativas, como lo hacen muchos contratistas.

Preparar a las agrupaciones para que paguen el seguro social INCES, el registro nacional de contratistas y lo que sea necesario, para de esta forma tener la posibilidad de presupuestar de acuerdo con la variación de la inflación los honorarios profesionales acorde con la situación económica del país, pero donde además se considere, experiencia, trayectoria y calidad, que dejen de considerar a los cultores y cultoras con largos años de estudios y experiencia como  personas que hacen arte por hobby o gusto, cuanto algunos tienen más de 30 años en el medio.  Y que sean tratados con el respeto y la consideración de la que disfrutan los contratistas, que entiendo debe ser una fase superior a ser cultor o cultora, sin menospreciar la importancia de sus labores en la sociedad.

Si hablamos de contratistas en el área cultural hemos visto, y seguimos viendo, desde las instituciones públicas, que se montan eventos donde el costo de tarima, iluminación, sonido, planta eléctrica, baños públicos, significa una inversión importante de dinero que va a manos de los que pagan seguro social, registro, etc. que son uno o varios «contratistas». Y los encargados de darle sentido al costoso aparataje con sus creaciones artísticas expresadas en movimientos corporales, de teatro o danza o los sonidos musicales con sus instrumentos, muchas veces más costosos que el telón o techo de la tarima; son mal pagados, cuando es el caso de recibir honorarios. Y eso que no hablo aquí de las contrataciones de artistas foráneos, con los que se firma en dólares, casi siempre el cincuenta o sesenta por ciento adelantado, les cubren pasajes en avión, hospedaje, transporte interno y alimentación, antojos y exigencias extravagantes para su grupo e invitados, por solo una presentación. Gastos que asombrosamente superan el presupuesto anual de la dirección de cultura de una alcaldía o gobernación. Pero, como se trata de un contratista quién hace las gestiones, el presupuesto de manera milagrosa se adapta para que el empresario tenga de forma inmediata el dinero en el sitio de la presentación y antes de que la o el extranjero suba al escenario, y recibe el porcentaje restante, que es entregado de manera eficaz y eficiente en divisa efectiva. No debe esperar tres, cuatro y hasta seis meses para recibir el «bien» llamado aporte o apoyo cultural que reciben las danzas, grupos musicales de teatro o titiriteros de la zona.

Seguimos hablando de la revolución cultural, apoyando esta frase desde la vocería política, pero no llega a la espiritualidad a hacerse real en el hecho de los creadores.

En este punto es pertinente aclarar que cuando hablamos de cultura, nos referimos a la creación artística como parte del mundo de la cultura, entendiendo que la cultura está en nuestro lenguaje, tradiciones, formas y maneras de vida, construcción, comportamiento e idiosincrasia. Pero el espíritu necesita un cuerpo donde sostenerse para mantener su energía vibrante en la creación y búsqueda constante, que no se detiene en el alma de los artistas, es una forma de vida. O es la forma de vivir lo que se ha malinterpretado, al considerar que nos hacen un favor al poner una pared para exponer, la donación de un papel o escenario para que expresemos nuestros conocimientos y talentos.

Los cultores no tenemos una capa o aura encima de la piel que nos hace inmateriales o seres de luz por el hecho de crear, inventar o aportar emociones y sensaciones a los seres humanos. Somos eso, personas con gustos y maneras, que la mayoría no milita en la bohemia, que sentimos sed, que necesitamos un techo, espacios para vivir y crear, donde comer, un lugar donde formar familia. No pedimos estas cosas como regalo, solo necesitamos la consideración y ponderación real del trabajo valorado como cultoras y cultores. Soñamos con situaciones sensoriales y físicas en la búsqueda artística, que, de una u otra forma, pretendemos hacer visible. Que guste a unos y a otros no, no es el tema, para eso están los gustos, lo importante es que surjan las ideas. Cuánta práctica, cuántos estudios, cuánta digitación corporal o mental en busca de la excelencia.

Consideramos que un contratista, en algunos casos, tiene formación profesional o académica sobre materias referentes a sus trabajos, a quienes consideramos y respetamos sus derechos. Hay otras y otros que registran una empresa, meten unos papeles en un maletín y con un buen contacto obtienen el dinero de su vida repartiendo comisiones en la profesión de contratista.

La comisión que reparten los cultores y cultoras va al corazón, va a las miradas, al alma y a los espíritus, que marca profundamente por encima del asfalto, de los desmalezamientos, brocales y cunetas, de las paredes y la electricidad. Los cultores al final podríamos usar esa espiritualidad que nos mueve para pensar como contratistas y tener mejor reconocimiento social y económico que es como, hasta ahora, sucede desde las instituciones públicas.  El plan ahora tendría que ser:  dejar de lado nuestros referentes culturales y buscar asesoría con contratistas de experiencia, de éxito económico rápido, para que nos orienten en el papeleo y algún contacto, para meter las ideas, las coreografías, los poemas, las pinturas, las esculturas, los cuentos, la música, los diálogos de títeres o teatro y todas las creaciones del arte en el maletín de presupuestos para que estemos acordes con la inflación.

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Tony González Artista venezolano

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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