Por Nicola Hadwa
Irán y su revolución, admirada y seguida por los pueblos árabes, están entre los importantes factores que hoy se enfrentan a los planes del imperialismo en Medio Oriente y África. Y, además, entre los que han apoyado los gobiernos de Cuba, Bolivia y Venezuela, entre otros, contribuyendo a que esos países hayan podido y puedan enfrentar mejor las conjuras de traidores internos, unidos estrechamente con la agresión sionista norteamericana desde fuera.
Irán ha sido, en consecuencia, uno de los principales oponentes particularmente de los planes de destrucción del mundo árabe e islámico por parte de las potencias occidentales. Planes que –como el fracasado plan de George Bush y Barack Obama para dividir, redibujar las fronteras de los países árabes, debilitarlos y enfrentarlos entre sí para poder extraer los recursos naturales, principalmente petróleo y gas–, a fin de cuentas, solo les dio algo de resultado en Sudán y Libia.
No debe sorprender, entonces, que el Imperio, manejado por el lobby sionista, el complejo militar industrial y las transnacionales bancarias, haya ideado un plan para atacar y destruir el régimen de Irán, como si ese gobierno fuera débil y el pueblo iraní manipulable a su antojo. El mismo se desarrolla sin duda en estrecha alianza estratégica con la entidad sionista y con los países árabes reaccionarios como Jordania y la monarquía medieval anacrónica saudita, junto a Egipto, cuya dictadura militar obedece servilmente lo que le ordene Estados Unidos.
Este plan contra Irán, fracasado por décadas, es reactivado agresivamente ahora. ¿Por qué precisamente en este instante se renueva la guerra contra Irán?
La primera razón es la derrota del llamado Estado Islámico (EI), organización ultraviolenta y asesina financiada por las monarquías feudales reaccionarias del Medio Oriente, principalmente Arabia Saudita que actuaba, de hecho, como un ejército mercenario de Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Un ejército de criminales traídos de más de 90 países con el objeto de repetir la experiencia de Libia, donde existen en la actualidad más de mil milicias diferentes, lo que hace imposible establecer gobierno alguno y, al mismo tiempo, la OTAN –con la obediente Francia a la cabeza– mantiene sus ejércitos en las zonas ricas en petróleo y gas donde, sin control, se sacan y exportan estos productos a sus países.
A esta derrota del EI, que ha sido el resultado de la lucha de los pueblos y gobiernos de Irak, Siria y el Líbano, han contribuido decididamente Rusia e Irán, y los financistas y promotores de este, como Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Turquía, Israel, Arabia Saudita y Jordania se han coludido para iniciar una guerra económica y militar contra la nación persa, creyendo que un cambio de gobierno allí les permitiría colocar a un gobierno títere al cual Estados Unidos e Israel podrán dictar sus acciones.
La segunda razón es la necesidad que tienen tanto los norteamericanos como la entidad sionista de concretar y llevar a la práctica en los momentos actuales el llamado “Acuerdo del Siglo”, o sea, el plan para destruir y terminar con la resistencia del pueblo palestino. Lo que permitiría, a su vez, la anexión definitiva y completa por parte de la entidad sionista del territorio de Cisjordania y, en consecuencia, la apropiación de los miles de millones de dólares en turismo religioso cristiano, así como el reasentamiento del pueblo palestino en Jordania principalmente en la frontera siria e iraquí, el derrocamiento del rey jordano y la instalación de un gobierno pseudodemocrático y de derecha atado económicamente a las transnacionales occidentales y en estrecha alianza con el régimen sionista de Palestina ocupada.
Un obstáculo decisivo en el logro de esos objetivos es, sin embargo, Irán. País que, en consonancia con la posición de las organizaciones palestinas de resistencia, ha enfatizado claramente que se opondrá a los planes imperialistas que han partido anexandose Jerusalén y ahora pretenden toda Cisjordania. Planes que, obviamente, cuentan con el apoyo y la venia de las monarquías feudales y los gobiernos árabes reaccionarios y los cuales, de triunfar, terminarían efectivamente con la causa palestina al menos por varios años, hasta que las monarquías retrógradas sean derrocadas y nazcan en ellas nuevos liderazgos árabes y musulmanes reales, y no los actuales que son antiárabes y antiislámicos.
Los esfuerzos imperial sionistas por lograr sus objetivos son múltiples. No es casual en este sentido que el parlamento de la entidad sionista aprobara en 2017 un proyecto de ley que allana el terreno para anexionarse Cisjordania definitivamente. Ni que Estados Unidos se retirara del acuerdo nuclear con Irán y se aplicaran contra este país nuevas y fuertes sanciones encaminadas a su boicot y bloqueo. Al mismo tiempo, Estados Unidos suspende más de la mitad de su contribución a la agencia de la Organización de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos (Unrwa), y la entidad sionista se apropia de millones de dólares de la autoridad palestina que estaban destinados a financiar la ayuda a las familias de los presos políticos palestinos. Ni tampoco es casual que Arabia Saudita sea quien esté presionando a los palestinos para que acepten el mencionado acuerdo, ni que Jordania y Egipto se embarquen también en el proceso de lograr la rendición y el fin de la causa palestina con el objetivo de que los sionistas sigan ocupando eternamente los territorios palestinos. Únase lo anterior, además, a que se han multiplicado los artículos de extraños intelectuales e historiadores que aparecen cuestionando la existencia del pueblo palestino, lo que anuncia hacia dónde se dirigen estos planes del imperial sionismo apoyado activamente por los sauditas.
Entre esos esfuerzos –referido a las actuales acciones contra el gobierno y pueblo de Irán que apuntan a derrocar a este gobierno islámico nacionalista y antiimperialista y cambiarlo por un títere de Israel y Estados Unidos–, es de destacar el manifiesto y amplio apoyo al grupo disidente marginal Mujahedin-e Khalq (Muyahidines del pueblo de Irán). Organización que llama al cambio de régimen en Irán, el cual fue eliminado de la lista de organizaciones terroristas extranjeras desde el 2012 por el Departamento de Estado, y cuya acción es respaldada abiertamente por el actual Consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos.
Ese grupo fue fundado en 1965 por estudiantes izquierdistas iraníes que se oponían a la monarquía de Shah Mohammad Reza Pahlavi y sus seguidores en Occidente, pero luego rompió con la República Islámica y se exilió en 1981 a Francia. Con el tiempo, el mismo fue utilizado por los servicios de inteligencias occidentales, en especial por la CIA norteamericana, en acciones de lucha y sabotaje contra Irán y otros países, sus militantes armados se refugian y se entrenan en los campos de entrenamiento de la CIA en Medio Oriente y cientos de ellos están instalados en los campamentos militares norteamericano en Irak.
Por lo pronto, no caben dudas que todas estas coordinadas conjuras del imperial sionismo ya están en marcha y de que el Imperio, las monarquías feudales, los gobiernos reaccionarios árabes y la entidad sionista, han declarado una intensa guerra contra el mayor pilar del frente de resistencia: Irán.
Será pues cada vez más necesario intensificar la unidad del Frente de Resistencia Antiimperialista del Medio Oriente formado por Siria, Irán, Yemen, Irak, Hezbollah y la resistencia palestina. Y será una vez más responsabilidad de los pueblos del Medio Oriente hacer fracasar esas conjuras. Especialmente el pueblo palestino, unido a los pueblos árabes y con el apoyo del pueblo y gobierno iraní. Pero también la de los pueblos del Tercer Mundo y del mundo en su totalidad.
Cierto es que quedan y vienen días difíciles para los pueblos del Medio Oriente y el mundo. Pero más incuestionable es el futuro de este nuevo plan imperialista que, como otros, está condenado al fracaso.
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Nicola Hadwa Analista internacional chileno-palestino








