Por Sebastián López
1969 podría decirse que fue un buen año para el cine chileno, ya que se estrenaron varias de sus películas más emblemáticas, por ejemplo: “El Chacal de Nahueltoro”, de Miguel Littín; “Caliche sangriento”, de Helvio Soto; “Eloy”, de Humberto Ríos; y “Valparaíso, mi amor”, de Aldo Francia. De esta manera nacía, en el Chile de aquellos años, la corriente del Nuevo Cine Latinoamericano, llamada a cambiar la fisonomía cinematográfica en la región.
Tanto “Caliche sangriento” como “Eloy” tratan temas históricos y contienen una crítica social esperada en esa época. Aquella narra la historia de un grupo de 17 soldados chilenos durante la Guerra del Pacífico, quienes, extraviados, intentan reunirse con el resto del Ejército. Hombres dirigidos por un estricto capitán y un teniente que cuestiona el motivo de la guerra.
Esta cinta pretende destacar la dimensión imperialista de la contienda, promovida por intereses capitalistas extranjeros que tenían por fin apropiarse de las riquezas de lo que es ahora el norte de Chile. Al mismo tiempo, proyecta una relación con la época en que fue estrenada, exponiendo la injerencia foránea que lleva a los pueblos a enfrascarse en guerras unos con otros, hecho que aún perdura, por ejemplo, con un Estados Unidos que financia golpes de Estado y dictaduras para imponer su hegemonía en ciertas regiones de su interés.
“El Chacal de Nahueltoro” cuenta la historia real del campesino Jorge Valenzuela, apresado por el asesinato de una mujer y sus cinco hijos, en el sureño poblado de Nahueltoro. El relato es escogido por un hito de la crónica roja, donde narran lo sucedido con inmensidad de detalles. Esta obra ilustra sin temor la pobreza que se vivía en el mundo rural de la época, las precarias viviendas y peores condiciones de vida. Se extiende, además, sobre la curiosa redención del personaje, aclarando que lo que necesitaba Valenzuela era educación y gente a su alrededor. Tal hecho queda reflejado antes del momento de la ejecución del Chacal.
VIDEO │ «El Chacal de Nahueltoro», por Miguel Littín
El filme “Eloy” trata pasajes de la vida del montonero “Ñato” Eloy, que en la frontera con Argentina es perseguido por la justicia. Eloy debe escapar sin rumbo claro, huir de la ley. La producción, con música de Ángel Parra, trasluce un mensaje de rebeldía, tomando como protagonista a un montonero que hacía de Robin Hood criollo, asaltaba a latifundistas y ayudaba a campesinos. Podríamos asumir también que habla de la dura represión que sufren quienes se rebelan contra los poderosos.
“Valparaíso mi amor”, obra de Aldo Francia, fundador de la corriente Nuevo Cine Latinoamericano, relata el pasar de cuatro niños –tres niños y una niña– cuyo padre es arrestado cuando intentaba robar comida para alimentar a su familia. Los menores quedan al cuidado de la madre, María, en situación económica precaria, y deben ayudar a conseguir dinero para poder subsistir. En su odisea se topan súbitamente con la realidad de la pobreza y buscan ellos mismos, en su instinto, la capacidad de poder resistir a la marginación a la que se ven enfrentados.
Los personajes sufren cambios dramáticos: Antonia se convierte en prostituta; Ricardo y Chirigua en ladrones; y Marcelo, el menor, muere. Cercana al neorrealismo, Francia presenta un Valparaíso alejado de las postales turísticas de la mítica belleza de “la joya del Pacífico”, y sumerge al espectador en un mundo de pobreza y desigualdad, en que la marginación, el clasismo, la discriminación y las necesidades básicas del ser humano activan su instinto de sobrevivencia. Uno o varios de estos elementos empujan a muchos a cometer delitos, a riesgo de ser sancionados por las leyes de la sociedad. Todo podría quedar justificado ante la posibilidad de ver un nuevo día. Pero, sobre todo destaca la penuria en una ciudad donde, a poca distancia de los conventillos y tomas o “callampas”, se encuentran lujosas mansiones y verdaderos palacios que intentan ser la imagen más reconocible del puerto.
VIDEO │ «Valparaíso mi amor», por Aldo Francia
Contexto histórico
En la década del 60 Chile enfrentaba una serie de cambios sociales, así como una profunda crisis política y económica. Se produjo un gran crecimiento urbano debido a la progresiva migración campo-ciudad iniciada en décadas anteriores. También se efectuaron cambios en la configuración política partidista, irrumpiendo en el tablero nuevas toldas como el Partido Socialista (unificado); se consolida el Partido Demócrata Cristiano, los liberales y conservadores se fusionan en el Partido Nacional, poco antes se legaliza el Partido Comunista, se funda el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). En 1968, un año antes del estreno de “Valparaíso mi amor”, se da origen al grupo de ultraizquierda Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP).
Las mentadas producciones se estrenaron a fines del mandato del presidente Eduardo Frei Montalva, quien con su lema “Revolución en libertad”, y siendo líder de la Democracia Cristiana, puso en marcha la reforma agraria y la chilenización del cobre –con lo que el Estado adquiría el 51% de las acciones de las compañías cupríferas: El Teniente, Chuquicamata y El Salvador–. El impulso de aquellas reformas puso al austral país en el centro de la atención mundial ya que desde su elección Frei fue expuesto como la opción entre el capitalismo y socialismo, en plena Guerra Fría. Sus medidas, tales como reabrir relaciones diplomáticas con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), le ganaron el apoyo de sectores de la izquierda, mientras que su anterior militancia en el Partido Conservador y la Falange Nacional le sumaban simpatías en la clase alta. Sin embargo, Frei no supo dar una respuesta satisfactoria a las demandas sociales.
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Sebastián López Cineasta