Por Correo del Alba
El departamento de estadísticas del trabajo de Estados Unidos (U.S. Bureau of Labor Statistics) publicó que en la primera quincena de agosto de 2020 más de 1.3 millones de estadounidenses han presentado solicitudes de subsidios por desempleo. Cotejando las cifras desde el inicio de la pandemia hasta hoy, el país habría alcanzado la cifra aproximada de 50 millones de personas desempleadas, lo cual es solo comparable a los niveles de la Gran Depresión sufrida en 1929.
Los indicadores oficiales de la tasa de desempleo en Estados Unidos señalan dos dígitos desde marzo; siendo el más alto en abril de 2020 con un 14.7%, junio con 11% y julio con 10.2%. Estas cifras no incluyen a los trabajadores del sector informal ni a los cientos de inmigrantes indocumentados. Se desconoce qué sucederá cuando esos beneficios por concepto de desempleo conjuntamente con las escuetas medidas de apoyo económico de emergencia aprobadas por Washington se agoten. Es muy probable que lo peor esté por llegar, cuando inicien los desalojos de las familias en dificultad que no hayan podido pagar alquileres o préstamos, entre otros males que se desaten.
La economía antes que la vida del ser humano
Los partidarios del partido Republicano, incluyendo a Donald Trump, fieles a sus intereses, insisten que no se necesitan más programas de apoyo social, sino la reapertura de la economía lo antes posible, a pesar de que los expertos de salud pública han dicho que suspender las medidas de cuarentena de manera prematura solo provocará nuevos brotes del Covid-19 y con ello la continuidad del colapso sanitario que ya sufren. Asimismo, la administración Trump trata de suprimir la difusión de información económica adversa; el periódico Washington Post el 28 de mayo señaló que por primera vez en décadas “la Casa Blanca no publicará este verano proyecciones económicas formales que pronostiquen la magnitud de la crisis. Los asesores del presidente no publicarán pronósticos económicos actualizados, citando la volatilidad de la economía de Estados Unidos”. Con ello evitarían ofrecer sus proyecciones sobre los efectos nefastos de la recesión sobre todo en un año electoral.
Se desvanece el sueño americano
Después del final de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos emergieron como el nuevo centro de poder mundial, completando un proceso que comenzó a principios del siglo XX y logrando ocupar el papel que había sido ostentado por el Reino Unido durante mucho tiempo. La economía y el poder militar aseguraron los cimientos más concretos de la supremacía de Norteamérica, pero lo que más claramente influyó en el hemisferio occidental fue la sociedad americana. Aunque no faltaron los períodos de altas tensiones como los que se desarrollaron junto con el auge de los movimientos de derechos civiles, la idea ficticia de una sociedad «justa y moral» se convirtió en sinónimo de la sociedad estadounidense. Surge de esta manera el “sueño americano”, del cual el comediante George Carlin dijo: «Hay que estar verdaderamente dormido para poder creer en él». La población estadounidense se despierta con la realidad del Covid-19 que ya alcanza cinco millones 478 mil 009 contagiados y 171 mil 568 fallecidos. La aparente burbuja de prosperidad súbitamente ha desaparecido, no hay trabajo, no hay seguridad sanitaria, no hay certezas de nada y la situación se ha vuelto una verdadera pesadilla para quienes viven en esa nación.
Tomando en cuenta el aspecto laboral, no cabe duda que el trabajo ocupa un lugar central en la vida de los seres humanos, además de ser un valor primario y un derecho, el cual puede llegar a definir el papel que una persona ocupa en la sociedad. Por consiguiente, el desempleo es un problema grave tanto a nivel social como individual, porque afecta no solo a la estructura organizativa de la sociedad, sino también y sobre todo al bienestar psicosomático de las personas que sufren la pérdida del puesto de trabajo. Estar desempleado, de hecho, es una experiencia traumática que puede empujar al individuo a un círculo vicioso de aislamiento, depresión, estrés y pérdida de esperanza. Las consecuencias psicológicas de la cesantía producen un sentimiento de culpa y vergüenza que socava la autoestima, el sentido de autoeficacia y las relaciones emocionales porque afectan la identidad personal.
Al hablar de la tasa de desempleo en los Estados Unidos, no se trata solo de cifras aisladas, de números y porcentajes, es un colectivo de personas afectadas, que representa una parte considerable de la sociedad norteamericana. Esta última de por sí antes de la pandemia y los problemas económicos, sociales, sanitarios generados por el Covid-19 ya evidenciaba una multiplicidad de fenómenos sociales como violencia, individualismo, consumismo, racismo, entre otros. En definitiva, los efectos a largo plazo podrían ser mucho más significativos, pero con el coronavirus expandiéndose de manera exponencial, sobre todo en Norteamérica, aún debemos esperar para saber con certeza las consecuencias que a su paso acarreará no solo allí sino en el mundo.