Por Ángel Márquez
Mucho se ha debatido sobre el carácter democrático de Venezuela en los últimos 20 años de Revolución bolivariana, donde las elites de la llamada “democracia” occidental se empeñan en cuestionar el modelo participativo y protagónico que el pueblo decidió asumir al aprobar su Constitución en 1999.
Nuestra democracia no es “ni calco ni copia, sino creación heroica”, en palabras del máximo exponente del marxismo en América Latina, el peruano José Carlos Mariátegui, entendiendo así que la democracia que hoy vivimos es un cúmulo de procesos históricos, políticos y sociales que hoy son referentes para los movimientos sociales del mundo.
Es con la llegada de la Revolución bolivariana que el Estado reconoce y transfiere poder real a las Organizaciones de Base del Poder Popular (OBPP) a través de instrumentos legislativos, así como la creación de mecanismos de financiamiento que les permita a estas estructuras resolver de forma autogestionaria las necesidades más sentidas en sus territorios.
De esta manera en la cotidianidad del proceso político venezolano, los consejos comunales y las comunas socialistas vienen a convertirse en una expresión de la rebelión popular en contra del sistema capitalista que domina y oprime a las grandes mayorías, ya que son un espacio político, económico, social y cultural para la construcción de una nueva subjetividad y donde se transforma la formación histórica y económica de la sociedad venezolana capitalista, rentista y dependiente.
En ese sentido, los consejos comunales y comunas son el espacio social para la construcción del nuevo bloque histórico que busque consolidar nuevas formas de relaciones de producción en los territorios que sean cada vez menos dependiente de la institucionalidad.
El reto que enfrenta hoy el poder popular es el de seguir ejerciendo el protagonismo y la participación en el contexto de una pandemia, donde lejos de quedar en “aislamiento”, puede revertirse en nuevas formas de tejer redes, esto para comunicarse y accionar con otros consejos comunales y comunas, así como con el Estado, con el fin de trascender en su ejercicio cotidiano. Para ello, se hace más necesario que nunca el uso de plataformas tecnológicas que faciliten las gestiones que estos puedan necesitar durante la cuarentena.
Algunas experiencias en nuestro país han dado luces en torno a este particular. El Sistema de Integración Comunal (Sinco), es una plataforma digital que ha servido como herramienta a los consejos comunales y comunas del país para facilitar la gestión de sus proyectos con el Estado. Actualmente hay dos experiencias particulares desarrollándose en plena pandemia, una en el estado Guárico y otra en el municipio Simón Bolívar del estado Anzoátegui (Barcelona), en donde Sinco ha servido de enlace directo entre las OBPP y las autoridades de ambas entidades con el fin de atender situaciones particulares en los territorios comunales durante la pandemia.
El comandante Hugo Chávez manifestó que “la Comuna es el espíritu, el alma del proyecto socialista”. Es bajo esa premisa política-ideológica que se circunscribe Sinco, entendiendo que nuestra democracia participativa y protagónica busca constantemente asumir una relación más ética en la construcción de la nueva sociedad desde la organización del poder popular.
Es por ello que creemos que en la experiencia venezolana los consejos comunales y comunas tienen una función máxima en el campo social, que radica en la posibilidad de construir el afianzamiento orgánico esencial de la lucha cultural en la formación de un nuevo tejido sociopolítico, socioproductivo e institucional, cuyo núcleo esencial es la comunidad. El planteamiento comunal es el que ha permitido la sostenibilidad y defensa de la Revolución bolivariana ante los insistentes ataques imperiales, por lo cual debe seguir manteniéndose, pese a las medidas sanitarias actuales.
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Ángel Márquez Miembro del Centro para la Investigación Social (CEIS)