Por Alborada Garrido y Emily Caro
En las coyunturas se ven los hilos más frágiles del entramado social y las costuras de los modelos capitalistas y neoliberales quedan en evidencia. Actualmente, en plena crisis sanitaria global por Covid-19 y las medidas de confinamiento y aislamiento social tomadas en diversas partes del mundo, la situación de vulnerabilidad de las poblaciones marginadas queda aún más patente.
Las minorías sexuales, específicamente la comunidad sexo-género diversa, son poblaciones de riesgo en tiempos de pandemia debido al desamparo histórico por parte de las instancias de poder, entre las que destacan el no reconocimiento legal de sus identidades y la falta de políticas públicas que garanticen sus necesidades en materia de salud, trabajo y vivienda, así como la preservación de su vida, aquí resulta importante recordarle a los Estados y las sociedades que en pleno 2020 los crímenes de odio en contra de personas LGBTIQ+ existen y ocurren a diario.
Para muchas personas sexo-disidentes quedarse en casa significa todo, menos estar a salvo. La exposición a la violencia en sus hogares, debido a su preferencia sexual o a su identidad, realidad a la que generalmente se enfrentan, se agudiza en cuarentena a causa del incremento del tiempo de convivencia y la imposibilidad de salir al encuentro de sus redes de apoyo, situación que les expone a fuertes cuadros depresivos y a la violencia física y psicológica por parte de sus propios familiares. “Estoy enfrentando la depresión estando en casa porque no puedo ser yo misma”, dice Anjali Siroya, mujer trans de la India, acerca de su experiencia en cuarentena.
Sin duda el grupo social más vulnerable dentro de la comunidad LGBTIQ+ en esta pandemia han sido las mujeres trans, quienes al no contar con el reconocimiento legal de sus identidades se ven excluidas de las políticas públicas y expuestas a la violencia en las calles. Los techos de cristal en la vida de una mujer trans son murallas. Una gran cantidad se dedica al trabajo sexual, oficio que en una crisis sanitaria las expone a un mayor riesgo de contagio del virus y a la inestabilidad económica ante las medidas de cuarentena. Una de las principales preocupaciones de las mujeres trans trabajadoras sexuales es la vivienda. Al no percibir ingresos, les es imposible costear el pago de sus alquileres. Los dueños de las habitaciones las echan a la calle sin pensarlo dos veces y sus familias les dan la espalda. En países como Colombia y Perú, en los que se implementó la restricción de salida a las calles por género, las mujeres trans se han visto expuestas a la brutalidad policial, ya que al salir el día que corresponde a las mujeres, se les niega el libre tránsito y son víctimas de humillaciones y violencia. Una comunidad sin garantías de salud, techo, ni comida, sin garantías de vida, desconocidas como ciudadanas ante la ley.
«El grupo social más vulnerable dentro de la comunidad LGBTIQ+ en esta pandemia han sido las mujeres trans, quienes al no contar con el reconocimiento legal de sus identidades se ven excluidas de las políticas públicas y expuestas a la violencia en las calles»
A finales del pasado mes de mayo, la transfobia y la serofobia fueron la causa de la muerte de Alejandra Monocuco, una mujer trabajadora sexual trans de Santa Fe, Bogotá, quien al presentar deficiencia respiratoria pidió ayuda a una ambulancia y el personal médico se negó a atenderla cuando les hizo saber que era seropositiva. El paramédico espetó que su crisis respiratoria se debía a una sobredosis de droga, tomaron sus cosas y se fueron. Su cuerpo fue levantado del lugar 15 horas más tarde del deceso.
La emergencia sanitaria puso en evidencia las deudas de los Estados para con las minorías sexuales, pero también demostró que la organización popular se fortalece en las adversidades. Los movimientos sociales recurrieron una vez más a la autogestión y al cocuidado para garantizar la cobertura de sus necesidades básicas y la protección que las instancias de poder no les proporcionan. Uno de los ejemplos más orgánicos en nuestro continente es la Red Comunitaria Trans, en Colombia, un grupo de mujeres trans que vienen trabajando desde 2012 para lograr una articulación colaborativa entre la comunidad de mujeres transexuales, y que hoy llevan a cabo recaudaciones de fondos y entregas de alimentos y productos de higiene básico para las mujeres trans en situación económica grave.
Este año parece ser un momento histórico en que las estructuras hegemónicas tambalean. En plena crisis sanitaria, el despertar social de los pueblos se suma a los elementos en ebullición que confluyen este año. Estados Unidos es uno de los países en los que recientemente los grupos marginados se han rebelado en contra de la opresión. El asesinato de George Floyd por parte de un hombre blanco, policía de Minneapolis, en mayo pasado, fue el detonante de una ola de protestas que aún continúan en el país. Hoy el movimiento sexo-género diverso y la lucha antiracial de este país se unen en contra de la opresión sistemática que han vivido históricamente, pues al descontento social de la población racializada estadounidense, se suma el asesinato sistemático de mujeres trans negras, crímenes de odio a los que la policía continúa llamando “desapariciones”. En el llamado mes del orgullo LGBTIQ+ los movimientos sociales recuerdan que fue una mujer negra trans una de las impulsoras del estallido social de los 60, hito de la lucha por los derechos de la comunidad. “Estamos viviendo en el nuevo movimiento de derechos civiles. Respetamos el movimiento por los derechos civiles y también la historia LGBT con Stonewall, así que esto es una continuación de lo que nuestros antepasados y antepasadas han hecho por nosotros” dice William Matthews, activista negro y homosexual.
El llamado de los movimientos sociales LGBTIQ+ en diversas partes del mundo es a que la comunidad no olvide que la conmemoración del 28 de junio no es una fiesta pop de un grupo privilegiado, sino que nació de una revuelta en las calles con exigencias concretas: respeto, libertad y garantías legales; y fue llevada al frente por personas no solo sexo-género diversas, sino además socialmente marginadas, pobres y racializadas. La lucha LGBTIQ+ hoy más que nunca requiere profundidad política, respuestas coherentes ante contexto social actual y un ejercicio orgánico de la interseccionalidad, entendiendo la lucha sexo-género diversa como parte de un engranaje en el que confluyen todas las formas de lucha por una sociedad más justa y equitativa.
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Alborada Garrido y Emily Caro Productora del programa Congénero de teleSUR
José Cheo García Ilustración