Por Yonder Canchica
Al abordar los Derechos Humanos siempre surge la incógnita de su origen y la respuesta dependerá del tipo de concepción que se tenga sobre el Derecho. Para unos su origen es la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) poco después de la Segunda Guerra Mundial, pero realmente el origen de los Derechos Humanos está ligado a toda una evolución histórica de lucha de los pueblos. La expresión «derechos humanos» es de origen reciente, su fórmula de inspiración son los derechos del hombre, que se remonta a la Asamblea Nacional Constituyente francesa y la Revolución francesa.
La idea de una legislación que definiera y protegiera los derechos de los seres humanos es muy antigua y se concretó con la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos como consecuencia de la devastación y conmoción mundial en 1945, luego de la Segunda Guerra Mundial, ya que hasta entonces la humanidad no había experimentado la muerte y la destrucción a una escala tan descomunal. La liberación de los campos de concentración dejó al descubierto el horror perpetrado contra los judíos, afrodescendientes, discapacitados, comunistas y demás detractores de los nazis.
Los Derechos Humanos son el conjunto de garantías sustentadas en la dignidad humana, cuya realización efectiva resulta indispensable para el desarrollo integral de la persona y tiene como propósito eliminar la pobreza, la explotación, la desigualdad y la injusticia. En virtud de ello era necesario establecer principios acordados para la convivencia de la comunidad internacional. Hacer lo contrario sería asumir que “el hombre es lobo del hombre”, como lo señaló el filósofo inglés Thomas Hobbes. Asumir la guerra y la agresión como comportamientos normal es no creer en el dialogo y apostar por el odio, el racismo y la intolerancia ideológica o religiosa.
Esa relación de causa y efecto que existe entre la guerra y la legislación de los Derechos Humanos originó el surgimiento de la rama del Derecho Internacional destinada a limitar y evitar el sufrimiento humano en tiempo de conflicto armado conocida como Derecho Internacional Humanitario (DIH), que tiene como uno de sus principales antecedentes y sustento a Venezuela con el Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra, firmados entre la Gran Colombia y el Reino de España el 25 y el 26 de noviembre de 1820 en el Estado Trujillo, el cual fue redactado magistralmente por Antonio José de Sucre.
El Derecho y en especial los Derechos Humanos han evolucionado en el tiempo y cada Estado tiene una visión de estos que se recoge en las normas constitucionales. En el caso venezolano con la aprobación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, se asumió el modelo de Estado democrático y social de Derecho y de Justicia que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los Derecho Humanos.
Estas garantías intrínsecas a los seres humanos también son conocidas como derechos fundamentales, que no son otra cosa que los derechos humanos positivizados o recogidos en el ordenamiento jurídico de cada país. Es decir, son derechos ligados a la dignidad de la persona humana dentro del Estado y de la sociedad a los que la Constitución eleva a la categoría de derechos fundamentales. La Constitución de Venezuela es una de la más avanzadas en esta materia, por recoger el mayor número de instrumentos y tratados internacionales en este campo y desarrollar con más profundidad muchos de ellos.
«Los DD.HH. son el conjunto de garantías sustentadas en la dignidad humana, cuya realización efectiva resulta indispensable para el desarrollo integral de la persona y tiene como propósito eliminar la pobreza, la explotación, la desigualdad y la injusticia»
En Venezuela, durante décadas, han existido diferentes organizaciones sociales que verdaderamente luchan y defienden los Derechos Humanos como la Fundación Latinoamericana por los Derechos Humanos y el Desarrollo Social (Fundalatin), la Asociación de Víctimas del Caracazo (Asovic), entre muchas otras que vigilan y han trabajado esta materia arduamente, sobre todo en la época que la violación de Derechos Humanos fue política de Estado. Gracias a los constituyentes de 1999 ya no solo existen esas organizaciones, ahora hay una institución encargada de la promoción, defensa y vigilancia de los derechos y garantías establecidos en esta Constitución y los tratados internacionales sobre DD.HH., además de los intereses legítimos, colectivos y difusos, de los ciudadanos: la Defensoría del Pueblo.
Lamentablemente esa lucha por la tolerancia, por la equidad, por la dignidad y contra el racismo en el mundo, llamada Derecho Humanos, tan defendida por distintos lideres del mundo como Marie Gouze, Nelson Mandela, Martin Luther King y Óscar Arnulfo Romero, no es igual en todos los países. Ahora, en otras latitudes, los DD.HH. son un eslogan de propaganda para justificar prosecuciones de líderes y países a conveniencia de interés. Esto quizás no es nuevo, ya el luchador contra la intolerancia y por los derechos civiles Nelson Mandela fue colocado en una lista como terrorista en 1984, y desde 1979 fue considerado por Estados Unidos como “el patrocinador más activo del terrorismo” pero, gracias a su fama mundial, fue borrado de la lista hace pocos años.
Hoy los globalistas y totalitaristas utilizan los DD.HH. desde el cinismo y como un intento más de controlar todo, para imponer una falsa protección de los seres humanos mediante bombardeos e invasiones. Igualmente, de forma hipócrita, utilizan la falsa protección de la democracia y la lucha contra las drogas sin siquiera investigar a los países que más las consumen y la producen. A estos grupos que atacan a los pueblos, el maestro Eugenio Raúl Zaffaroni los denomina “totalitarismo financiero”.
Ya no basta con que las minorías no puedan respirar por la presión de la rodilla del opreso, asfixiados hasta la muerte, sino que ahora se señala y se tilda a las grandes mayorías y a sus representantes de violadores de DD.HH. Esto lo hacen desde donde realizan privaciones ilegales en prisiones clandestinas como la base naval de Guantánamo y sancionan a los representantes de la Corte Penal Internacional (CPI). Pero continúan diciendo algunos teóricos y medios de difusión que solo los funcionarios de algunos Estados violan los DD.HH. Surgen muchas dudas con la afirmación de dichos teóricos, tales como: ¿Qué es lo que hacen las corporaciones internacionales en los países más pobres? O ¿qué hacen algunos gobiernos para torcer el brazo a los países que les incomodan?
Otras dudas que surgen son: ¿Qué hacen muchos medios de comunicación, como la Radio Libre de las Mil Colinas en Ruanda en 1994, para fomentar la guerra? O ¿acaso una empresa de servicios por suscripción, concesionaria del espectro radioeléctrico que se comprometió a cumplir las leyes internas del Estado que le concede los permisos correspondientes no viola los DD.HH. de casi 10 millones de ciudadanos al sorprenderlos, en su buena fe de contratar el servicio, cercenando su derecho a la información, a la tele educación y a la recreación? Llámese proveedor de servicios por suscripción o como se denomine.
Desde el surgimiento de los Derechos Humanos y el Derecho Humanitario hasta nuestros días, el Derecho, la comunidad internacional y la guerra han evolucionado. Ahora tenemos guerras multiformes o de cuarta generación y no declaradas que, como tal, no limitan sus métodos y el alcance de las agresiones a medios de normas universales y tratados previstos en el Derecho Internacional Humanitario (DIH) como lo son las medidas coercitivas, embargos y las llamadas “guerras comerciales” o “económicas”.
El mundo vive una coyuntura compleja en plena pandemia, una situación preocupante. Hoy más que ayer, hoy más que luego de la Segunda Guerra Mundial, es imperativo que Venezuela y la comunidad internacional sea invadida, pero no por tropas, sino por la voluntad del diálogo, del consenso y de la búsqueda de acuerdos, como en la guerra de independencia más devastadora de la historia americana en la cual el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, creó los antecedentes y el sustento para regular los conflictos armados, ello para evolucionar y mejorar en la defensa y protección real los derechos de los seres humanos y combatir la pobreza, la explotación, la desigualdad y la injusticia.
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Yonder Canchica Abogado