Bomba digital

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Por María Alejandra Díaz

Vivimos una época donde los Derechos Humanos ya no son violados solamente por Estados, como reza la consigna de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sino también por un polo corporativo oligárquico transnacional más poderoso que los Estados: grupos empresariales tecnológicos, militares, farmacéuticos, energéticos, de alimentos y mediáticos; bancos, fondos de pensiones, agencias calificadoras, rentistas, fondos buitres y especuladores de todo tipo, quienes acumulan más poder y menos legitimidad que los Estados nacionales, convirtiéndose en conculcadores, expoliadores, transgresores y socavadores de manera directa o indirecta, sistemática y contumaz de los derechos fundamentales de los seres humanos.

La irrupción Covid-19 es un fenómeno que no debe ser evaluado solo desde la perspectiva de la salud pública o epidemiológica, sino como operación estratégica de esos poderes globales, políticos, económicos, financieros, tecnológicos y religiosos, los que mediante ejercicios militares planificados de comando sobre las personas –gestión de la percepción– difunden mensajes distorsionados sobre enfermedades y naturaleza del virus para, en medio del pánico, imponer restricciones y limitaciones sobre nuestras libertades, convenciéndonos de aceptar el mal menor por supuesta seguridad y protección, como demuestra Schutzhatf.

Somos víctimas de una guerra relámpago –dice Blitzkrieg–, informática, comunicacional, psicológica, financiera y biológica, utilizando un arma de inteligencia compleja basada en la transversalización que logra el lenguaje informático, al integrar con el modelo binario, todas las realidades y sistemas, plataforma de convergencia binaria: biológica, económica, financiera, comunicacional y neurológica, tal como lo denunciaron dos gerentes especialistas de Facebook (Parker y Palihapitiya), advirtiendo de los peligros y afectaciones par el ser humano por parte de estas empresas de comunicación (ejemplo AT&T, cuyo verdadero dueño es AOL Time Warner) y las tecnológicas agrupadas en la Google, Facebook, Tuiter, Amazon , Microsoft, Apple (Gafamnt), apenas seis transnacionales privadas que manejan el 92% de los contenidos que circulan en el planeta. Totalitarismo de la imagen visual y cartelización de la mirada que solo desenchufándonos de esa matrix podemos evitar.

«Mientras el tiempo que pasamos buceando en la red, supere de largo el que pasamos leyendo libros. En tanto que el tiempo dedicado a intercambiar mensajes medibles en bits exceda grandemente al tiempo que pasamos redactando párrafos. A medida que el tiempo empleado en saltar de un vínculo a otro sobrepase con mucho al tiempo que dedicamos a la meditación y la contemplación en calma, los circuitos que sostenían los antiguos propósitos y funciones intelectuales y trascendentes se debilitarán hasta desmoronarse», escribió Michael Merzenich.

Es un ataque globalista y una demolición en vivo y directo de forma incruenta del hombre, la sociedad, la cultura y las tradiciones, vía modelo tecnocrático-cibernético, donde no solo perdemos soberanía e independencia por la aplicación de «nuevas normalidades y vigiladas» inconsultas, sino que estandarizan lo humano hasta licuarnos, pretendiendo así tomar el control total del planeta y desarrollando sus tesis eugenésicas y transhumanistas.

Es un ataque de doble pinza: farmacéuticas camufladas en la Organización Mundial de la Salud (OMS), con el pánico global inducido, que sirven la escena a las corporaciones tecnológicas y mediáticas, quienes se aprovechan para imponer una «ecología gris» contaminada, realidad reducida, en que todo es susceptible de digitalizarse, hasta prescindir de lo orgánico y lo vivo. Impiedad del imperio de la velocidad y de la tecnocracia contra la democracia de la proximidad, que intenta romper los vínculos entre los cuerpos animales, sociales y territoriales, según Virilio.

Acabando con el diálogo y la proximidad, asiento de lo político, fuerzan la política como gobernanza total. En este contexto, creemos que los escenarios del derecho tradicional están caducos. Debemos aprovechar no solo para hablar de violaciones a la soberanía y transgresiones jurídicas que están ocurriendo, sino visibilizar al enemigo, su estrategia, técnicas y tácticas: la transversalización binaria nos hace susceptibles ya no solo de ser subsumidos por la vieja lógica de explotación del capital, sino que ahora este capital se presenta como pura lógica de disolución informática representada en el atractor digital que busca borrarnos orgánicamente, convertirnos en simulacro, en lo que es una verdadera bomba informática de destrucción total.

En el caso venezolano, profundizan aún más ese ataque, cuando una corporación de la comunicación y el entretenimiento, parte del polo corporativo transnacional, respondiendo a un plan político perverso y sibilino, no solo suspendió unilateralmente los servicios de telecomunicaciones –cercenando derechos humanos fundamentales–, sino que pretende afectar nuestras aspiraciones, deseos y preferencias para quebrar nuestra subjetividad y la tranquilidad psicológica en medio del confinamiento social.

Se valen de altas tecnologías que lejos de ser usadas para el bien común, se convierten en armas de guerra informacional. Es necesario alertar que el ataque contra el pueblo de Venezuela no es solo de DirecTV, tratando de generar rabia, tristeza, odio y frustración, mermando nuestro derecho a estar informados, comunicados, recreados y afectando nuestra libre elección o escogencia, sino que tributa a un plan mayor para debilitarnos y finalmente lograr el ansiado estallido social.

Mientras ellos aprovechan de instalarnos inadvertidamente un sistema cultural por medio de las tecnologías, metiéndonos en la lógica del campo de concentración biocibernético, tocando de forma particular, específica a nuestra población, advertencia que elevamos para blindar nuestro sistema de defensa y seguridad de la nación.

Por esom agradezco el alerta que nos viene haciendo Giorgio Agamben y nos hizo Virilio sobre dictaduras tecnológicas, delirios telemáticos, guerra electrónica como ciberguerra de la corporatocracia contra el mundo, que usan como pretexto o disparador, buscando instalar un  totalitarismo tecnocrático ya no solo sobre los Estados, sino sobre los seres humanos y su cultura como máquina de destrucción total del imperio gris de la informatización, tratando de aniquilar de la química orgánica, el carbono que nos compone como naturaleza y como humanos.

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María Aejandra Díaz Miembro de la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela (ANC)

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