Enemigo interno («unheimlich»)

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Para María Alejandra Díaz

 Los Estados nacionales soberanos y sus gobiernos realmente patriotas deben tener claro porqué, para qué y contra quién resistir y combatir. Desde la perspectiva sistémica, supone subsistemas, organizaciones y funciones que frente al entorno hostil le permita perseverar en su ser. Perseverancia expresada en ralentizar, atenuar, eliminar, neutralizar todo lo que produzca entropía positiva: desorden o incertidumbre.

Se trata de disponer de  subsistemas de contrainteligencia que en su reacción ante ese entorno enemigo generen soberanía e independencia sistémica, protegiendo lo tangible e intangible como sustracción excepcional inmune y detectando la inteligentzia que igual a un virus, tábano, pretende inocular ideas, doctrinas, conceptos estratégicos, tácticos y técnicos, replicándose para infectarlo y reiniciarlo con valores y lógicas contrarios. Todo aquello que violente, socave los derechos y garantías constitucionales, también es inteligencia enemiga.

La metáfora ideal es la del espíritu del enemigo, que desde un cuerpo moribundo migra para apoderarse de otro cuerpo, impersonándose en su adversario que vencedor, se renueva, pierde para ganar, prosigue, continúa, como señala J. Rivas.

En este contexto geopolítico, de desplazamiento del paradigma unipolar al pluripolar y la tensión actual, el Estado profundo, expresado por agencias de inteligencia, complejo militar, la corporatocracia mundial y las Naciones Unidas con sus multilaterales (financiadas por corporaciones), al intentar establecer el Nuevo Orden Mundial tecnocrático, deshumanizante, usa la excusa del Covid-19: arma de inteligencia compleja del entorno hostil, para dañar la soberanía de los Estados nacionales, su economía y su vida e instalar esquemas culturales, educativos y tecnológicos de desintegración criminal.

Es un fenómeno que como postmoderno Leviatán nos amenaza e invade desde hace mucho tiempo y el Estado venezolano, presa de la parálisis y el blackout epistémico y anomia institucional, ha sido débil para combatirlo. Ese fenómeno se expresa a través del uso de quintas y sextas columnas, encargadas, desde el punto de vista doctrinal, de infiltrar e instalar modelos tóxicos destructivos.

«El momento que vivimos amerita no solo describir el carácter subversivo de la delincuencia y criminalidad en nuestros barrios y ciudades, sino sus estrategias de doble pinza»

Eso junto a segmentos de gente molesta y desilusionada uniéndose a las quintas y sextas columna, creando amenazas, redes en torno a un oligarca, un punto de referencia, una ideología: la defensa de valores foráneos, de gobiernos hostiles al nuestro, el liberalismo, la globalización, instancias transnacionales jurídicas y sanitarias pseudolegítimas y la oligarquía financiera global, como indica Duguin.

Un ejemplo de ello, la extensión de la lógica carcelaria territorializada en el barrio, las comunidades y la sociedad, permeando sus códigos, sus órdenes y sus contravalores. Grupos criminales proyectan miedo y terror, sus nomenclaturas y palabras, dinamizan el lenguaje nuestro de cada día, resemantizándolo: carros, pranes, luceros, gariteros, reos, población común, jerarquía de poder que funciona y se distribuye por orden ascendente/descendente cuya base sociológica ha sido justificada por el “nacimiento de una nueva especie”, que sigue proliferando en la miseria, “sin miedo a matar ni a morir”, la especie “postmiseria”, ha dicho Karina Biondi.

Aparato de captura con dispositivos e ingeniería social inversa, que subsume a las comunidades más vulnerables; codificándolas, ordenándolas a un ritmo que somete la vida (biopoder) a sus contravalores, una alineación y subcultura similar a la de la favela brasileña. Aunque nos cueste admitirlo, la Policía, la ley, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y el Estado están perdiendo esta batalla.

Criminales enriquecidos con la multinacional de la droga, el tráfico de alimentos, secuestros, asesinatos y robos. Síntoma de una realidad social latinoamericana y de la inacción del Estado: dejar hacer dejar pasar.

Los medios cartelizados de propaganda, cómplices, construyen una imagen novelesca reivindicativa del delincuente, mostrándolo como figura benefactora. Acción no ingenua ni inocente. Estrategia perversa para crear liderazgos violentos que pudieran nuclearse: soldados del barrio que con sus llagas ante la injusticia continuada de un sistema se rebelan contra el miedo, el hambre, la miseria, justificando dichas acciones como una guerra justa. Basta una muestra, Mara Salvatrucha en El Salvador;  las AUC de Colombia y las Bacrim que controlan las favelas de Río de Janeiro en Brasil, tal como lo vaticinara (planificación predictiva) en 2008 la Organización de Estados Americanos (OEA) en la Conferencia de Ministros de Defensa.

«Las ambiciones globales del Occidente moderno tecnocrático materialista,  no son una contingencia, sino la esencia de la fuerza con la cual tratamos»

El momento que vivimos amerita no solo describir el carácter subversivo de la delincuencia y criminalidad en nuestros barrios y ciudades, sino sus estrategias de doble pinza: desorden, desinstitucionalización, desintegración del tejido social, contra valores y el trabajo de la ONU: imponer doctrinas de pacificación y tratados que terminan de socavar la soberanía, las fuerzas y la potencia organizativa de la nación –zonas de paz mediante–, hipotecando estratégicamente nuestra cultura militar a insignias extrañas y legitimando la política global pacifista antimilitar, apoyados en cenáculos de expertos que defienden personajes como Gerge W. Bush, Gorvachov, Baker y Scowcroft a partir de la sesión conjunta del Congreso el 11 septiembre 1990, como ha escrito A. Joxe.

Infiltración de doctrinas de pacificación con métodos foráneos que destruyen nuestra Doctrina de Seguridad y Defensa Integral Bolivariana, con la idea de convertirla FANB en fuerzas instrumentalizadas, inhibidas, inactivas, sin poder de decisión (indefensión), induciendo la obsolescencia de su función de corresponsable y escudo protector de la nación.

Debe imponerse el interés nacional sobre intereses grupales de facciones y bandas criminales (de cuello blanco y oscuro) actuando con espíritu de cuerpo. No es un simple problema de orden público o interno, es la vida de la República lo que está en juego, por ello en nombre del honor y dignidad nacional y militar, sin mostrar debilidad alguna, deben ejercer la autoridad del Estado, auctoritas que debe asistirles y actuar decididamente. Decencia y honorabilidad deben ser las divisas.

Pues, las ambiciones globales del Occidente moderno tecnocrático materialista no son una contingencia, sino la esencia de la fuerza con la cual tratamos. Es ingenuo suponer que se puede negociar con el diablo, o engañarlo. Solo se puede ganar. Esta es la ley de la guerra espiritual, advierte Doguin.

Estamos durmiendo con el enemigo. Actuemos en consecuencia, no vaya a resultar que un día ese enemigo interno, el unheimlich, nos liquide y amanezcamos sin nación.

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María Aejandra Díaz Miembro de la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela (ANC)

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